Buscar

Beato Carlos Manuel Rodríguez: "Modelo de santidad en Puerto Rico"

Para celebrar los 20 años de la beatificación de Carlos Manuel Rodríguez, "Charlie" como lo llamaban sus amigos y su círculo más cercano; Monseñor Rubén A. González Medina, Presidente de la Conferencia Episcopal Puertorriqueña y Obispo de la Diócesis de Ponce, dedica unas palabras especiales al Beato tan querido por el pueblo.

Sofía Lobos - Ciudad del Vaticano

El 29 de abril de 2001, el Papa Juan Pablo II beatificó a Carlos Manuel Rodríguez, primer y único Beato de Puerto Rico: laico terciario benedictino y teólogo católico que destacó no solo por su trayectoria académica, sino también "por su amor a Cristo y la Santa Eucaristía", tal y como afirman quienes lo conocieron.

Para celebrar los 20 años de la beatificación de "Charlie", como lo llamaban sus amigos y su círculo más cercano; Monseñor Rubén A. González Medina, Presidente de la Conferencia Episcopal Puertorriqueña y Obispo de la Diócesis de Ponce, dedica unas palabras especiales al Beato tan querido por el pueblo.

Beato Carlos Manuel Rodríguez

"Se cumplen 20 años de la beatificación de Carlos Manuel, nuestro beato puertorriqueño, un hombre que se distinguió por ser testigo vivo de la fe, modelo de santidad para todos los que peregrinamos en esta querida tierra", explica Monseñor González Medina haciendo hincapié en que el Beato se distinguió por ser un hombre audaz, valiente, sencillo, acogedor:

“Su espiritualidad, basada en el misterio pascual, lo animaba y lo motivaba para dar testimonio a los demás de que Cristo vive y nos quiere vivo. Tal como ha insistido tantas veces el Papa Francisco, el camino de la fe y de la santidad, vivido y certificado por este gran hombre; nos muestra nuevos horizontes de luz en nuestro peregrinar misionero, al que nos llama la realidad social y eclesial de nuestro país”

"Una Iglesia peregrina, una Iglesia sinodal, una Iglesia que, animada por el misterio de la Pascua, anuncia con gozo el amor de nuestro Dios y quiere ser misionera, quiere ser discípula. Ánimo, pues que esta celebración del Beato te anime a ti, me anime a mí a ser como él, testigos audaces de la alegría del Señor. Recuerda Cristo vive y te quiere vivo", concluye el prelado puertoriqueño.

Carta pastoral de los obispos de Puerto Rico al Beato

Por otra parte, con el ánimo de conmemorar el Vigésimo Aniversario de la beatificación de Carlos Manuel Rodríguez, la Conferencia Episcopal Puertorriqueña publicó la Carta Pastoral: Beato Carlos Manuel Cecilio, Apóstol hoy de una Iglesia Sinodal en salida misionera. En el documento los obispos puertorriqueños, además de conmemorar el acontecimiento, destacan una serie de aspectos y virtudes del Beato Carlos Manuel con gran vigencia en la actualidad como su conciencia bautismal, identidad y de pertenencia a la Iglesia de Cristo; sentido de fe, sentido de dolor y sufrimiento desde la fe; testimonio de fe y vida apostólica; y el Año de San José y el Beato.

A continuación compartimos la Carta Pastoral completa:

BEATO CARLOS MANUEL CECILIO, APÓSTOL HOY DE UNA IGLESIA SINODAL EN SALIDA MISIONERO

Con alegría y esperanza conmemoramos el Vigésimo Aniversario de la beatificación del Carlos Manuel Cecilio Rodríguez Santiago. El 29 de abril del 2000, San Juan Pablo II, presidía la Celebración Eucarística de Beatificación, en la Plaza San Pedro de Roma. Carlos Manuel fue beatificado junto a otros cuatro nuevos beatos1. Al cumplirse veinte años de este acontecimiento eclesial que brindó tanta alegría a nuestro pueblo puertorriqueño, invitamos a todos a celebrarlo en oración, comunión y con mucha devoción para implorar su pronta canonización. Con su beatificación, Carlos Manuel se convirtió en el primer puertorriqueño oficialmente reconocido por la Iglesia como testigo vivo de la fe y modelo de santidad para todos los que peregrinamos en esta tierra borinqueña y seguimos las huellas de Cristo Jesús. Al respecto, S.E.R. Mons. Roberto O. González Nieves, OFM, Arzobispo Metropolitano de San Juan, señalaba que, con esta beatificación, “el alma puertorriqueña entró en la eternidad de Dios”.

Los Obispos de la Provincia Eclesiástica de Puerto Rico queremos hacer memoria de este acontecimiento histórico y celebrarlo, con anhelos de nueva evangelización, en una Iglesia sinodal en salida misionera. También hoy, podemos recurrir al beato Carlos Manuel Cecilio e implorar su intercesión en la realidad actual de nuestro pueblo ante tantos desafíos sociales, económicos, políticos y eclesiales. Más aún, cuando cruzamos este momento histórico de desierto por la pandemia del COVID-19 y afrontamos difíciles circunstancias de dolor en el entorno de muchas familias, resurge la figura de Carlos Manuel Cecilio, quien tuvo una fuerte lucha con la enfermedad, la cual sufrió durante gran parte de su vida. Además, cuando muchas personas viven atrapadas en la indiferencia religiosa o el egoísmo de tantos estilos de vida y cuando otros sufren las garras de la violencia y de la corrupción, la audacia evangelizadora y misionera del Beato nos animan y fortalecen en nuestro testimonio cristiano.

El camino de la fe y la santidad, vivido y testificado por éste, nos muestran nuevos horizontes de luz en el peregrinar misionero al que nos llama la realidad social y eclesial del país. Con su beatificación se afirmaba la santidad y la vivencia de virtudes heroicas en su proyecto de vida cristiana, cultivadas y atesoradas con la devoción personal a la Sagrada Familia desde el mismo seno de su hogar familiar.

Este vigésimo aniversario de beatificación, de Carlos Manuel Cecilio, coincide con dos grandes convocatorias del papa Francisco: Año de san José y Año de la Familia. En cuanto al Año de san José, el Santo Padre, nos llama a contemplar y aprender del corazón de Padre de san José3: un corazón amoroso, tierno, obediente, acogedor, creativo, trabajador y colmado de humildad. Conjuntamente, el papa Francisco, ha proclamado el Año de la Familia4, iniciado el 19 de marzo de 2021 en la solemnidad de san José. Así, el papa Francisco, nos muestra como confluyen armoniosamente estas dos convocatorias y que impulsarán a la Iglesia, simultáneamente, en su proyecto de evangelización y presencia en el mundo actual durante este año 2021.

 

San José, esposo de la Virgen María, padre adoptivo de Jesús y custodio, por tanto, de la Sagrada Familia, nos señala y orienta hacia ese espacio vital que es la familia para la formación y la transmisión de los valores cristianos. Nuestro beato Carlos Manuel Cecilio, que tuvo especial devoción a la Sagrada Familia, supo configurar su corazón desde el mismo seno familiar de esas cualidades que generan vida, establecen proyectos de fe, alimentan la esperanza y la caridad, y hacen visible la vivencia de las bienaventuranzas.

El proyecto de santidad de Carlos Manuel Cecilio fue brotando paulatinamente desde el seno íntimo y cotidiano de una familia humilde, sencilla y puertorriqueña. San Juan Pablo II, en la beatificación afirmaba que éste: “puso de relieve la llamada universal a la santidad para todos los cristianos y la importancia de que cada bautizado responda a ella de manera consciente y responsable”.

Luego, al cumplirse este vigésimo aniversario de la beatificación de Carlos Manuel Cecilio, nuestro pueblo puertorriqueño invoca su intercesión para conocer más a Jesús, para seguirle con mayor entrega y fidelidad misionera y para contemplar a la Sagrada Familia y aprender de ésta porque ilumina la realidad íntima de nuestros propios hogares. Carlos Manuel Cecilio, nos muestra ese camino discipular misionero que debe abrazar esta Iglesia local, cuando se debilitan los valores cristianos en tantas familias y se abandonan las virtudes que deben caracterizar la vida de los hombres y mujeres de fe, que creen en Cristo.

 

Con motivo del centenario de su nacimiento, los Obispos de Puerto Rico, señalamos, al respecto: “Su identidad y celo cristiano, acompañados por su espíritu evangelizador y renovador, hicieron de Carlos Manuel un laico en salida misionera a través de visitas, diálogos, reflexiones, cartas y su vida sacramental. Su testimonio de fe y su vivencia eclesial le llevaron a abrazar las bienaventuranzas…”.

 Hoy, que vivimos en medio de esta pandemia que amenaza la vida misma y cuando nuestra sociedad está inmersa en diversas circunstancias complicadas y difíciles, que generan incertidumbre e inseguridad a nivel individual y colectivo, el testimonio de vida y de fe de Carlos Manuel Cecilio nos llaman a la confianza en la providencia divina. Por esto, hijos de esta tierra borincana, contemplemos su vida, su identidad y entrega cristiana, y permitamos que afloren con fuerza en nuestros corazones la fe, la esperanza y la caridad, que nos llenan del amor y la misericordia de Dios.

Encontramos múltiples aspectos en la persona y vida de Carlos Manuel Cecilio que se convierten, para nosotros, en elementos que interpelan y reclaman mayor fidelidad y entrega al amor y seguimiento de Jesucristo, Maestro y Señor. Algunos de estos son:

Conciencia bautismal, identidad y sentido de pertenencia a la Iglesia de Cristo

Carlos Manuel Cecilio, que vivió en el seno de una familia sencilla y llena de fe, desde pequeño fue creciendo y asimilando los valores y la doctrina cristiana. Su amor a Dios y a los demás crecía paulatinamente en él e iba configurando su corazón y su alma con una sensibilidad cristiana muy particular, que le llevaba a formarse y participar de la vida sacramental y litúrgica con esmero y alegría. ¡Cuán importante y necesario es recobrar esta sensibilidad religiosa, este sentido de pertenencia e identidad cristiana, cuando hay tanta dispersión, indiferencia y antitestimonio en múltiples hogares! La ruptura de vínculos, la poca presencia o ausencia de padres y tantas personas que crecen sin esos lazos esenciales, el desamor a lo nuestro, la falta de esfuerzo en proyectos de vida y el poco espíritu de sacrificio que a veces mostramos unos con otros, nos plantean grandes retos para la evangelización de hoy.

También, en la Iglesia se siente la falta de identidad, el desamor, la falta de compromiso con el trabajo apostólico y la desvinculación que nos aparta, tanto, de las familias como de nuestras comunidades. La figura de Carlos Manuel Cecilio con su amor a la familia y sentido de pertenencia, el servicio apasionado a su pueblo y la entrega apostólica en su comunidad eclesial, lo convierten en bandera de identidad y signo vivo de fe, tan lacerados en nuestra sociedad puertorriqueña.

Sentido del dolor y del sufrimiento desde la fe 

Carlos Manuel Cecilio comenzó a sufrir los síntomas de su enfermedad y las consecuencias de esta delicada salud desde muy joven. No obstante, no se amilanó sino que buscó responder a la vida con valentía y seriedad, aunque eran frecuentes sus quebrantos de salud y tener que apartarse de actividades propias en diversas etapas de su vida. A pesar del sufrimiento que esto le acarreaba, con paciencia y confianza en la misericordia de Dios, seguía hacia adelante abrazando su proyecto de vida y desarrollando sus talentos para servir a Dios y a los demás, como pedía Jesús a los discípulos: “amar a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a sí mismo”, (cfr. Mc 12, 30-31).

 

Este mandamiento principal estaba muy arraigado en el corazón de nuestro Beato. Por eso, mantenía su vida de oración; tenía una vivencia sacramental continua y buscaba vivir de forma alegre y jovial, desempeñándose como cualquier otra persona, pero con responsabilidad, seriedad y compromiso con la existencia humana y cristiana. Cuando contemplamos su proyecto de vida, encontramos a un joven fervoroso, dinámico, emprendedor y lleno de amor para servir a Dios y darse a los demás.

Testimonio de fe y vida apostólica

A pesar de sus quebrantos de salud, Carlos Manuel Cecilio continuó practicando su vida de fe con entusiasmo y alegría. En sus íntimos ambientes de familia y en la comunidad eclesial continuaba creciendo y formándose en su fe cristiana, llevando una intensa vida apostólica que alimentada diariamente desde la Eucaristía. Su espiritualidad y disponibilidad apostólica y misionera se iban conformando y moldeando en su corazón cada día. El deseo de catequizar, su anhelo de formación y el testimonio de la vivencia sacramental, su esfuerzo para comunicar a otros la vida y las riquezas salvíficas presentes en la celebración del misterio pascual, palpitaban con fuerza en su espíritu y en su alma. Soñaba con una Iglesia viva, alegre, acogedora y servidora, lo que afianzaba en su interior el espíritu renovador que alimentaba por medio de correspondencia y artículos que ya respiraban el espíritu del Concilio Vaticano II.

Así, bullía en su corazón como fuego ardiente su trabajo apostólico y el acompañamiento de grupos y su círculo de conferencias para estudiantes y profesionales. Las distancias, dificultades en transportación, limitaciones en medios de comunicación de la época y la estrechez de mentalidad renovadora en líderes eclesiales no impedían su anhelo apostólico y su espíritu renovador eclesial. Carlos Manuel Cecilio vivió el Evangelio con alegría y esperanza; se hizo testigo de una Iglesia en salida misionera. ¡Cuánto se nos adelantó a nuestro tiempo! Así fue y es protagonista, modelo y testigo para jóvenes y profesionales que buscan a Jesús y quieren renovar a su Iglesia con espíritu sinodal misionero. 

De la mano de San José para llevar vida a la familia puertorriqueña

La convocatoria de este año 2021, que nos ha hecho el papa Francisco, encuentra en Carlos Manuel Cecilio a un aliado y entusiasta testigo por excelencia de lo que es configurar el corazón al estilo de Jesús y con las cualidades de san José. Las escenas del nacimiento, que le encantaban y que montaba apasionadamente en su humilde hogar, nos muestran su radiante fe y su alegría misionera. En san José y la Virgen María, Carlos Manuel Cecilio se deleitaba para colmar su corazón de alegría y de esperanza. También nosotros podremos “beber” y acoger en el corazón ese misterio salvífico de la encarnación que llama a vivir la fe, la esperanza y la caridad en el marco de la familia y en la agenda social de este pueblo que camina con anhelos de vida, identidad, libertad, paz y que necesita trabajar la concordia fraterna. Esta es una agenda actual que nos ha puesto en nuestras manos, el papa Francisco, por medio de su Encíclica Fratelli Tutti.

Por lo tanto, al celebrar este Vigésimo Aniversario de la beatificación de Carlos Manuel Cecilio en el Año de san José y de la Familia, recobremos la alegría de los discípulos, la identidad bautismal que nos hacen Iglesia y pueblo de Dios. Que brote con fuerza en nuestro espíritu la audacia misionera y sinodal para enfrentar los desafíos y retos de la realidad actual, tanto a nivel eclesial como social. Son tiempos complicados y difíciles, pero san José nos muestra a Jesús para acogerle y seguirle con fidelidad y confianza en su llamada discipular. Nuestro Beato amó a Jesús en el marco de la Sagrada Familia, le acogió en su corazón y creció bañado por su ternura y colmado de su alegría pascual.

Así, hizo de sí mismo un apóstol alegre, un radiante testigo y joven maestro ejemplar que, desde el mismo seno familiar, en su comunidad parroquial y en diversas facetas de su vida social, amó a Dios sobre todas las cosas, como también, a sus hermanos y a su pueblo. Por lo cual, hoy Carlos Manuel Cecilio, es nuestro testigo y acompañante de la Nueva Evangelización. En el año de san José y de la Familia, celebramos su vigésimo aniversario llenos de alegría y esperanza.

“¡Vivamos para esa Noche de la Pascua del Señor”.

Gracias por haber leído este artículo. Si desea mantenerse actualizado, suscríbase al boletín pulsando aquí

14 abril 2021, 11:58