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Francisco: Al servicio de los enfermos con la «santa locura del amor»

Con las participantes en los capítulos generales de las Hermanas Hospitalarias del Sagrado Corazón y de las Hijas de San Camilo, el Papa recorrió la historia de los dos institutos religiosos femeninos, invitándolas a continuar la misión de las fundadoras junto a los enfermos, los marginados, a atreverse «sin miedo» y a dejarse «interpelar por las nuevas pobrezas de nuestro tiempo»

Rosario Capomasi - Ciudad del Vaticano

Al comienzo de sus caminos hay dos historias apasionantes, en las que pueden ver cómo la audacia de fundadores y fundadoras, bajo la acción del Espíritu Santo, puede realizar grandes obras, lanzándose allí donde llama la caridad, sin hacer demasiados cálculos, con la «santa locura del amor». Pues, «si falta el amor, ¡estamos acabados!». Así se dirigió el Papa a las participantes en los capítulos generales de las Hermanas Hospitalarias del Sagrado Corazón y de las Hijas de San Camilo, en el discurso que les dirigió esta mañana, 23 de mayo, en la Sala del Consistorio. Francisco subrayó cómo los capítulos generales representan «un momento de gracia: para ustedes, para las hermanas que representan y para toda la Iglesia».

Es un hermoso designio de la Providencia que se encuentren aquí, con el Obispo de Roma, para dar gracias al Señor, pedirle luz para discernir su voluntad y renovar su compromiso al servicio de la Iglesia.

En los pasillos, con los últimos 

El Pontífice, tras señalar que este es el momento de los capítulos «y para ello debo hacer dos juntos porque no hay tiempo, son muchas», comienza a recorrer la historia de las Hermanas Hospitalarias del Sagrado Corazón, recordando las figuras de María Angustias Giménez, la Venerable María Josefa Recio y San Benito Menni, «que en 1881, inspirándose en el carisma de San Juan de Dios, en una España atribulada por dificultades y divisiones, iniciaron una obra vanguardista para aquellos tiempos, al servicio de los últimos entre los últimos: los enfermos mentales». Desde entonces, este instituto religioso, dijo Francisco, ha continuado su misión, «extendiendo su asistencia a nuevos sufrimientos y pobrezas, para hacer presente la misericordia de Dios en la práctica de la hospitalidad, con una particular atención a la recuperación y rehabilitación integral de las personas». Y todo esto, añadió, «lo hacen tratando de involucrar a todos»: enfermos, familias, médicos, religiosas, voluntarios y otros, trabajando en un ambiente «comunitario» en el que todos se involucran y contribuyen al bien de los demás.

Esto es bonito, porque así todos sanan juntos, cada uno según su necesidad y las heridas que lleva.  No lo olvidemos nunca, por favor: todos necesitamos sanación, todos, y cuidar de los demás es bueno para nosotros.

El sufrimiento superado sólo por el amor

A continuación, el Papa examinó la historia de santa Josefina Vannini, que en 1892 -no muchos años después de la fundación de las Hermanas Hospitalarias-, inspirada por san Camilo de Lellis, «junto con el beato Luigi Tezza dio vida a la Congregación de las Hijas de San Camilo, dedicada también al cuidado de los enfermos». Y aquí hace una mención personal: «Fui hospitalizado por ellas, cuando me hicieron las operaciones». Esta tarde, con motivo del centenario de la muerte del beato y del 160 aniversario de su ordenación sacerdotal, el instituto religioso presenta en la Pontificia Universidad Lateranense el libro Cartas y escritos del padre Luigi Tezza M.I. de 1855 a 1922, editado por Emanuele Martínez.

Josefina, señaló Francisco, «sabía bien lo que es el dolor: en su vida había sufrido mucho a causa de la mala salud y por muchas otras razones. Sólo con la ayuda de Dios y de la gente buena había podido sobrellevarlo, y por eso le gustaba repetir: "El sufrimiento sólo se vence con amor". Partiendo de esta enseñanza, confiaba así «los enfermos a su amor», dijo el Pontífice, «la primera e indispensable medicina de todo lugar de asistencia; más aún, con el cuarto voto de asistencia a los enfermos, los colocaba en el corazón de su consagración». Tanto es así que, recordó el Papa, «un sacerdote que había sido hospitalizado por ustedes me dijo: “¡Pero estas monjas creen, creen!”».

Queridas hermanas, todo esto es un signo, una invitación, en el discernimiento de sus Capítulos, a no tener miedo, a dejarse llevar por la misma audacia de sus fundadores y fundadoras, a atreverse, a arriesgar -¡atreverse, arriesgar! - por el bien de los hermanos y hermanas que Dios pone en su camino.

Mantener la herencia siempre viva y joven

Concluyendo su discurso, Francisco, invitando a las religiosas a no perder nunca «la sonrisa y la alegría del corazón», dispensó algunas recomendaciones y les instó de nuevo a seguir las pautas del camino: atreverse «sin miedo», y dejarse «interpelar por las nuevas pobrezas de nuestro tiempo: ¡son tantas!». Sólo así, señaló, «pondrán en buen uso la grande y rica herencia que han recibido, y la mantendrán siempre viva y joven».

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23 mayo 2024, 10:14