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Viene la paz

El punto sobre la actividad del Papa y la Santa Sede. Una conmovedora reunión al final de la mañana con algunos refugiados de Lesbos. Anteriormente, Francisco celebró la misa en Santa Marta y recibió a 6 nuevos embajadores.

Ciudad del Vaticano

Se acerca la Navidad. Pero siempre es difícil, incluso hoy, para todos nosotros reconocer al Dios que se hace hombre.

Francisco ha querido encontrar a algunos refugiados que llegaron de Lesbos con los corredores humanitarios. Recibió como regalo un chaleco salvavidas que pertenecía a un migrante desconocido que se ahogó en el Mediterráneo. El chaleco, colocado sobre una cruz de resina, está colgado ahora en el acceso al Palacio Apostólico desde el Patio del Belvedere. La muerte de este migrante, dice el Papa, fue causada por la injusticia: "Es una injusticia que obliga a muchos migrantes a abandonar sus tierras. Es una injusticia que les obliga a cruzar desiertos y a sufrir abusos y torturas en los campos de detención. Es la injusticia que los repele y los hace morir en el mar". No se puede permanecer indiferente: "¿Cómo podemos 'pasarlos por alto', como el sacerdote y levita de la parábola del buen samaritano, haciéndonos así responsables de su muerte? ¡Nuestra pereza es un pecado!" San Juan Crisóstomo dijo que nada es más triste que un cristiano frío que no está interesado en la salvación de los demás.

 

"Debemos ayudar y salvar -dijo el Papa- porque todos somos responsables de la vida de nuestro prójimo, y el Señor nos pedirá cuentas de ello en el momento del juicio. Nosotros también necesitamos ser salvados".

Es el examen final. Tenemos una ventaja porque ya conocemos los argumentos. La meta de nuestra fe es la salvación de las almas. Pero esto tiene mucho que ver con la salvación de las personas en la vida concreta de cada día: es la atención a los demás en los infinitos caminos que nos propone el mandamiento del amor. Es el amor lo que salva. Y el amor es Dios: "Deus caritas est".

Asimismo, "el único que salva es el Señor" -recuerda Francisco en la misa de esta mañana en la Casa Santa Marta comentando las lecturas de hoy- y esta salvación es gratuita porque ninguno de nosotros puede salvarse solo, nadie puede presumir de ser justo. Sólo podemos confiarnos "a la gratuidad de la salvación del Señor". Sólo así florecerá nuestro desierto, la esterilidad de nuestro egoísmo: florecerá en las obras de fe, el amor que da vida. Esta es la verdadera paz.

"Los cristianos de todo el mundo se preparan para celebrar el nacimiento de Aquel a quien acudimos como Príncipe de la Paz". Con estas palabras Francisco se dirigía esta mañana a 6 nuevos embajadores acreditados ante la Santa Sede. Vienen de Seychelles, Mali, Andorra, Kenia, Letonia y Níger.

Diferentes países, algunos de mayoría cristiana, otros de mayoría musulmana, pero todos aspiran a la paz. Es un deseo profundo, inscrito en el ADN del ser humano, que, aunque no lo sepa, anhela no tanto la paz como una cosa, sino la paz como Alguien. La paz viene. El Papa habla de ello con esperanza cristiana más que con optimismo humano, porque desde nuestro punto de vista vemos "un mundo tristemente marcado por conflictos civiles, regionales e internacionales, divisiones sociales y desigualdades".

Las divisiones se infiltran y golpean a la propia comunidad cristiana, a veces incluso en nombre de la fe, aunque seamos hermanos y hermanas y debamos defendernos en lugar de acusarnos. El Papa, que no teme pronunciar el nombre del verdadero enemigo, el diablo, pidió una vez más a Dios, durante la audiencia general de ayer, que proteja a todos del maligno. Contra el mal, Francisco trazó un camino hecho de palabras sencillas: honestidad, verdad, solidaridad fraterna, respeto mutuo, dignidad. Aquí está la esperanza: la paz viene, pero no es tanto una situación, es Alguien.

 

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19 diciembre 2019, 15:13