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Un año de guerra en Ucrania. Operación Colomba: la población teme una escalada

En Jersón, los voluntarios de la Comunidad Juan XXIII hablan de los bombardeos diarios y del riesgo de que la gente se acostumbre a la muerte y la destrucción. Alberto Capannini explica que la población espera una nueva ofensiva rusa

Marco Guerra - Ciudad del Vaticano

Un año de guerra se ha metido en el corazón y en los ojos de la población, que vive atemorizada por las nuevas ofensivas lanzadas en este primer aniversario desde el inicio del conflicto. Y esto es lo que ve Alberto Capannini, responsable de la Operazione Colomba (Operación Paloma) de la Comunidad Papa Juan XXIII, una de las realidades más activas de la Caravana por la Paz, durante su visita a Mykolaiv y Jersón. Capannini relata a Radio Vaticana - Vatican News cómo la población local corre el peligro de acostumbrarse a un conflicto que actualmente no tiene una solución sobre la mesa. La guerra ha dejado ruinas materiales y heridas espirituales que sólo podrán curarse con el compromiso de quien "construye" y escucha.

¿Con qué sentimientos se vive este primer aniversario de la guerra? ¿Cómo lo viven ustedes voluntarios?

Lo primero que se percibe es que uno no se puede acostumbrar a la guerra, a los bombardeos sobre la población civil y a que a los civiles se les prive hasta del agua. Uno no puede acostumbrarse a que cientos de miles de personas sean enviadas a morir. Debemos superar el concepto mismo de guerra, si hay guerra no puede haber niños, no puede haber mujeres ni minorías. La guerra es una alternativa a la humanidad, hay que superarla.

¿Cómo lo vive la población civil?

Lo viven con inquietud, en la guerra nunca hay buenas noticias. Así que lo está viviendo con miedo a nuevos bombardeos y a una nueva escalada. Lo vive muy mal, nadie sabe lo que puede pasar.

Entonces, ¿está en el aire la posibilidad de un nuevo estallido de violencia en el aniversario?

Sí, porque la guerra es una escalada de violencia, es una competición de quién es más inhumano y quién es más capaz de matar. En los últimos meses he estado en Mykolaiv y Jersón, ahí es donde está ahora la línea del frente, menos en Mykolaiv, pero nadie espera que dure la relativa paz que se respira en algunas ciudades. Estos días están poniendo maderos en las ventanas temiendo un intento de regreso del ejército ruso. Digamos que el aniversario se vive sin ilusión y desgraciadamente con la seguridad de que la única solución será aquella armada.

Capannini (izquierda) con los voluntarios de la Operación Colomba
Capannini (izquierda) con los voluntarios de la Operación Colomba

En comparación con hace un año, ¿cuál es la situación humanitaria?

La situación humanitaria es bastante estable en este momento, pero se prevé que haya menos fondos, porque la emergencia se ha vuelto crónica. Hay menos atención y uno se acostumbra a una guerra larga, lo que traducido significa que seguirá muriendo gente en ambos bandos. La gran carencia es la de la comunidad internacional. Las Naciones Unidas van en picado, ya que Rusia y China están en el Consejo de Seguridad. Europa se mueve para enviar armas, pero no veo otras capacidades para imaginar una solución. Es una situación terrible, en la que parece que sólo existe la opción de armarse o dejar morir.

Usted está a pocos kilómetros de Mykolaiv, ¿cuál es la situación bélica en esas provincias? ¿Es tangible la guerra?

Ayer estuve en Jersón y mañana vuelvo. Allí, la línea del frente es el río Dnipro, que divide la ciudad en dos partes, el este controlado por los rusos, el oeste por los ucranianos. En Jerson, el bombardeo de civiles es algo cotidiano, no podemos acostumbrarnos, no puedes acostumbrarte a los disparos contra civiles sin perder la propia humanidad. Cuando se pierde la propia humanidad, ¿cómo puedes amar a alguien? En Jersón se vive con el miedo a diario, tengo un amigo que vive allí y va y viene a Mykolaiv. No quiere huir de Jersón para no dejar sola a su madre, pero en cuanto vuelve tiene pesadillas y no duerme por las noches. Los ojos de este muchacho que pasa del miedo a la esperanza son los que mejor relatan la guerra.

Entonces, ¿podemos decir que el temor generalizado es que el conflicto se convierta en crónico?

No sé si se convertirá en un conflicto crónico, pero la incapacidad para detener las guerras me parece evidente. Todo el mundo sabe cómo empezarlas, pero nadie sabe cómo acabarlas. Deberíamos partir del hecho de que las guerras no deberían hacerse, de que deberíamos decir que nadie tiene derecho a hacerlas. No sabemos cómo curar las enfermedades causadas por el odio y la única solución parece ser tener la capacidad de matar más que el otro. Esto no es humano.

¿Cuáles son las necesidades expresadas por la población?

Si se pregunta a los hombres, son las armas. Las mujeres confían en la victoria ucraniana, pero el precio es muy alto. Los más conscientes de la situación se preguntan cómo se hará al final de la guerra con todo este odio acumulado.

¿Puede el trabajo de los voluntarios y de la comunidad católica servir de pegamento para curar las heridas?

El trabajo es muy largo, porque el odio que se ha acumulado tiene raíces lejanas. Mientras tanto, es importante tomar conciencia de la situación. Quien trabaja en el lado constructivo de la historia y no en el destructivo debe conocer, debe entrar en relación con la gente, conocer las historias, las lenguas. El que destruye debe apretar un botón y ya está, para matar a una persona no hay que conocerla. En cambio, para curar las heridas de la guerra hay que conocer. Hay que aceptar que entre en el corazón el dolor de estas historias que duran desde hace cientos de años. Hay que saber lo que pasó entre rusos y ucranianos, lo que ocurrió durante la Segunda Guerra Mundial, cómo se salió del totalitarismo, o tal vez no se salió para nada.

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22 febrero 2023, 12:37