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¿Morir de hambre o de coronavirus? Tetimonio de un sacerdote desde Manila

Daniel Franklin Pilario, sacerdote de la Congregación de la Misión (conocidos como lazaristas), comenta la realidad de tantas personas pobres que viven en las calles de Manila, capital de Filipinas y las dificultades que deben enfrentar para sobrevivir (original publicado en L’Osservatore Romano).

Ciudad del Vaticano

"No los matas, los alimentas". Es lacónico el padre Daniel Franklin Pilario, sacerdote de la Congregación de la Misión (lazaristas), al comentar la presencia de tantas personas pobres, desplazadas y sin hogar deambulando por las calles de Manila, incluso después del cierre total impuesto por el gobierno filipino para detener la infección de coronavirus.

Tantas personas sin rostro que luchan por sobrevivir

 En los últimos días, el Presidente de la República, Rodrigo Duterte, había invitado de manera provocativa a las fuerzas policiales a disparar a la vista de quienes no habían respetado la "cuarentena comunitaria". Pilario, sociólogo y decano de la Escuela de Teología de San Vicente en Quezon City, en la vasta área metropolitana de Manila, es un visitante asiduo del distrito de Payatas, conocido por el inmenso vertedero donde hasta hace poco se transportaba la mayor parte de los desechos sólidos de los más de doce millones de habitantes de la ciudad. Más de cinco mil familias viven en chozas en la zona, donde encuentran su sustento gracias a las montañas de basura y a la floreciente "economía del reciclaje".

"Estas familias de Payatas siguen adelante con el día y ahora, con el bloqueo de toda actividad, sufren hambre", explica el Padre Pilario a "L'Osservatore Romano". El sacerdote es responsable de la atención pastoral de la comunidad que se reúne en la parroquia Madre de la Tierra Prometida, en el barrio de Payatas, y está en estrecho contacto con esas familias indigentes. "Después de dos semanas de bloqueo de la comunidad, sin trabajo y sin posibilidad de moverse, la situación ha degenerado. Culpar a los pobres porque no siguen las instrucciones del gobierno sin tomar medidas para ayudarlos significa desquitarse con las víctimas", explica. "Las autoridades civiles deberían empezar a distribuir alimentos a gran escala y de forma organizada, empezando por los barrios más pobres, en beneficio de las personas sin hogar, los discapacitados, los ancianos, las familias que se aferran a la economía informal, que hoy en día está paralizada.

¿Cómo morir, de hambre o por el coronavirus?

Independientemente del número de puestos de control militares que se puedan establecer, la gente seguirá saliendo a buscar comida para sobrevivir: "En esta difícil situación, a muchos ciudadanos filipinos se les pide que elijan cómo morir: por el virus o por el hambre", señala. Por otro lado, añade el sociólogo, "en cada barangay (barrio) se requiere una instalación de cuarentena con un médico y enfermeras listas para tratar a aquellos con síntomas de covid 19. También porque en las zonas densamente pobladas el aislamiento es imposible. En una situación que, desde las primeras horas, se presentó como crítica para los más vulnerables, Pilario se encuentra entre los agentes pastorales que se han lanzado sin demora "en primera línea" a ayudar a las familias y comunidades que han sufrido el impacto de las medidas antipandémicas con mayor violencia.

Acciones de la Iglesia. Papel de las mujeres

Para suplir las deficiencias de la red de asistencia social activada por las autoridades de la ciudad, muchos institutos católicos, parroquias y escuelas se han organizado para aportar su contribución. "En ausencia de un censo de familias indigentes, la distribución de alimentos es ineficaz. Los más vulnerables, los que deberían recibir las necesidades básicas, no recibirán nada porque sus nombres no existen en las listas de votantes o en el censo. No tienen nombre, no tienen rostro, no tienen nada", recuerda el padre lazarista. En este marco, la red de comunidades eclesiales de base, presente en la mayoría de las parroquias, ofrece una ayuda decisiva. "Son comunidades de diez a veinte familias, que se conocen muy bien. Están dirigidas por mujeres que garantizan la entrega de ayuda humanitaria a todas las familias vulnerables. Distribuyen los suministros de alimentos individualmente, para evitar el hacinamiento y la proximidad física". De esta manera, concluye Pilario, "ponemos en práctica la invitación de Jesús de alimentar al hambriento, dar de comer al sediento, consolar al afligido, luchar por la justicia.

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10 abril 2020, 11:11