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República Dominicana celebró Congreso Eucarístico Nacional

Bajo el lema “Sus heridas nos han curado”, este evento, en preparación al 53º Congreso Eucarístico Internacional de Quito, estuvo dedicado a la oración. Entre conferencias, confesiones, adoración eucarística y la santa misa, miles de fieles llenaron el Auditorio de la Casa San Pablo en Santo Domingo el 7 de abril, Domingo de la Divina Misericordia.

Sebastián Sansón Ferrari - Vatican News

¿Cuáles son los miedos que nos encierran, que muchas veces están puestos en nuestra mente y en nuestro corazón? Es una de las preguntas planteadas por Monseñor Maximiliano Ordóñez, obispo auxiliar de Quito y secretario del 53º Congreso Eucarístico Internacional, en su homilía durante la santa misa de clausura del Congreso Eucarístico Nacional este domingo 7 de abril en Santo Domingo, República Dominicana.

El evento fue la conclusión de una jornada con diversas actividades en el Auditorio Casa San Pablo, donde los fieles que asistieron tuvieron la posibilidad de recibir el sacramento de la Reconciliación, escuchar conferencias y adorar a Jesucristo presente en el Santísimo Sacramento del Altar.

A partir del Evangelio del segundo domingo de Pascua, en el que los discípulos se encontraban con las puertas cerradas por miedo a los judíos, el Prelado expresó que también el pecado nos encierra y nos lleva a un estado solitario que nos va ahogando día a día. 

Refiriéndose al lema del 53º Congreso Eucarístico Internacional IEC 2024 ("Fraternidad para sanar el mundo"), Ordóñez puntualizó que la fraternidad está herida por el pecado y subrayó que es una realidad que vemos de diversas formas en muchos de nuestros países; se encuentra corrompida por el egoísmo, el orgullo, la envidia, las rivalidades; una fraternidad herida por la injusticia tanto en el aspecto judicial como en el económico.

El obispo afirmó que cada uno de nosotros tiene inscriptas en el corazón aquellas realidades que nos generan miedo y observó que muchas de estas heridas nos han llevado a una ruptura con Dios, con la Iglesia o con el prójimo.

En una analogía con las heridas físicas, que los médicos aconsejan curar y no desatenderlas como si nada sucediera, Ordóñez evidenció que las heridas (interiores) abiertas repercuten en lo que somos y en lo que hacemos cotidianamente. Pero dejó claro que para sanar las heridas, es importante también sanarnos a nosotros mismos. Por tal motivo, invitó a preguntarnos cuáles son aquellas que llevamos por dentro por nuestra historia, nuestra infancia, nuestra vida. "Unos a lo mejor tenemos más años para recordar, otros menos años, pero todos tenemos heridas", sostuvo, y enumeró distintos ámbitos donde las podemos encontrar, como la familia "que ya no es unida", una comunidad religiosa que se encuentra afligida y "causa la división", entre otros.

"Ante este mundo lleno de miedos y de heridas, se presenta Jesucristo con un saludo victorioso" y resuena fuertemente cuando a sus discípulos y hoy a nosotros nos dice: "¡La paz esté con ustedes!", aseguró Ordóñez.

El obispo auxiliar de Quito aclaró que esta paz no significa no tener inconvenientes: "Tenemos problemas, dificultades, persecuciones, pero eso no significa que no podamos vivir en paz. La paz que nos ofrece Jesucristo es para ir sanando los corazones ante las dudas y las inquietudes".

Revive la transmisión completa del Congreso Eucarístico Nacional en República Dominicana

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08 abril 2024, 16:14