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Fieles cristianos en el momento de la comunión Fieles cristianos en el momento de la comunión

La Iglesia en Mongolia: Una comunidad joven y pobre, pero vivaz

“Una Iglesia pequeña en los números, pero vivaz en la fe y grande en la caridad”, así definía el Santo Padre a la Iglesia en Mongolia, una comunidad que está conformada por unos 1.500 bautizados distribuidos en ocho parroquias y una capilla. Ellos son asistidos por un Obispo, 25 sacerdotes, entre ellos dos mongoles, 6 seminaristas, más de 30 religiosos, cinco religiosos no sacerdotes y 35 catequistas. Una treintena de nacionalidades de agentes pastorales.

Vatican News

La tarde de este jueves, inicia el 43° Viaje Apostólico Internacional del Papa Francisco. En esta ocasión el Pontífice visitará el corazón de Asia, Mongolia, del 31 de agosto al 4 de septiembre, bajo el lema “Esperar juntos”. Como él mismo lo había dicho en su alocución después de rezar la oración del ángelus de este domingo, “se trata de una visita muy deseada, que será la ocasión para abrazar una Iglesia pequeña en los números, pero vivaz en la fe y grande en la caridad”.

Pero, ¿Cuál es el origen de la Iglesia en Mongolia? ¿Cómo llegó el cristianismo a esta parte de Asia? ¿Qué dificultades ha tenido el anuncio del Evangelio a lo largo de estos años? Y, sobre todo, cómo son las relaciones de los cristianos con este pueblo noble, sabio, con una gran tradición religiosa que tendré el honor de conocer – afirmaba el Papa – especialmente en el contexto de un evento interreligioso.

Los orígenes

El cristianismo en Mongolia tiene raíces profundas que se remontan al menos al siglo X, gracias a la difusión de comunidades nestorianas de tradición siríaca hasta el “Lejano Oriente”, aunque su presencia en el territorio a lo largo de los siglos ha sido discontinua. Por los testimonios del fraile franciscano Giovanni di Pian del Carpine enviado por el Papa Inocencio IV como embajador ante la corte del Khan en 1245 sabemos que la antigua capital imperial Karakorum, fundada en 1235 por Ögödei Khan, era cosmopolita y multireligiosa, con presencia nestoriana.

El primer misionero cristiano occidental autorizado a entrar en el país fue el padre dominico francés Barthélémy de Crèmone, que llegó a Karakorum en 1253 durante una misión diplomática en nombre del rey de Francia.

En 1922 el Papa Pío XI erigió la Misión sui iuris de Mongolia Exterior (correspondiente a la actual República de Mongolia), obteniendo el territorio del Vicariato Apostólico de Mongolia Central, en China (hoy Diócesis de Chongli-Xiwanzi), rebautizada en 1924 como Misión sui iuris de Urga.

Tras el nacimiento en ese mismo año de la pro-soviética República Popular de Mongolia, toda presencia cristiana en el territorio fue cancelada hasta 1992, cuando la nueva República de Mongolia nacida de la Revolución Democrática de 1990, estableció relaciones diplomáticas con la Santa Sede y fue erigida en la Missio sui iuris de Ulán Bator, confiada a los Misioneros del Inmaculado Corazón de María (CICM, conocidos como Misoneros de Scheut). La misión fue liderada desde el principio por el misionero filipino Wenceslao Padilla (fallecido en 2018), nombrado por San Juan Pablo II en 2002 como Vicario Apostólico y luego Prefecto Apostólico de Ulán Bator en 2003.

Las Misioneras de la Caridad en su labor con los más necesitados
Las Misioneras de la Caridad en su labor con los más necesitados

Una Iglesia joven y pobre, pero vivaz

Cuando los tres primeros misioneros de Scheut llegaron a la capital de Mongolia en 1992, no había ni un solo católico en Mongolia y la obra de la “Implantatio Ecclesiae” tuvo que empezar de cero, en medio de dificultades lingüísticas y culturales.

Sin embargo, su labor apostólica y la de otras congregaciones religiosas llegadas a Mongolia, apoyadas también económicamente por la Iglesia coreana, ha dado sus frutos, como lo demuestra el lento pero constante aumento de los conversos al catolicismo en este país de tradición budista, y el interés mostrado por un número creciente de jóvenes fieles por el sacerdocio y la vida consagrada. En 1995 había sólo 14 católicos mongoles.

Como explica el actual Prefecto Apostólico de Ulán Bator, el cardenal italiano misionero de la Consolata Giorgio Marengo, la historia de la Iglesia en Mongolia en estas tres décadas se puede dividir a grandes rasgos en tres fases: El primero, de 1992 a 2002 (cuando la Misión fue elevada por San Juan Pablo II a Vicariato Apostólico) estuvo marcado por pequeños pero significativos avances, sobre todo en el campo de la promoción humana. La segunda década vio el nacimiento y el arraigo de las primeras comunidades cristianas locales, mientras que la tercera década está simbolizada por la ordenación del primer sacerdote mongol, el padre Joseph Enkhee-Baatar, en 2016.

Hoy en día, según datos actualizados, hay alrededor de 1.500 bautizados en la Iglesia Católica (frente a sólo 14 en 1995) distribuidos en ocho parroquias y una capilla, frente a un total de más de 60.000 cristianos de diversas denominaciones, de un total de tres millones y medio de personas que viven allí. Ellos son asistidos por un Obispo, 25 sacerdotes, entre ellos dos mongoles, 6 seminaristas, más de 30 religiosos, cinco religiosos no sacerdotes y 35 catequistas. Una treintena de nacionalidades de agentes pastorales.

Una capilla en Ulán Bator con forma de las tradicionales casas de Mongolia
Una capilla en Ulán Bator con forma de las tradicionales casas de Mongolia

La obra de la Iglesia

La actividad predominante en la obra misionera sigue siendo el compromiso en el campo social, educativo y sanitario. En 2020 había un instituto técnico, dos escuelas primarias y dos guarderías, una clínica médica que ofrece tratamientos y medicamentos a los más necesitados, un centro para discapacitados y dos institutos para acoger a personas mayores abandonadas y pobres. Cada parroquia también ha iniciado proyectos caritativos que se suman a los de Cáritas Mongolia, abriendo comedores y duchas públicas, servicios extraescolares y cursos para la población femenina.

Buenas relaciones con las autoridades y otras religiones

Esta labor de promoción humana es apreciada por la autoridades locales y ha contribuido a consolidar las buenas relaciones entre Ulán Bator y la Santa Sede, como lo confirma el acuerdo firmado en 2020 por el embajador de Mongolia ante la Santa Sede y Monseñor Paul Richard Gallagher, Secretario para las Relaciones con los Estados y las Organizaciones Internacionales para intensificar la colaboración en el ámbito cultural entre los dos Estados, mediante la apertura de los Archivos Secretos Vaticanos a los investigadores mongoles. Las relaciones con otras religiones también son buenas, y en particular, con las autoridades religiosas budistas, arraigadas en la antigua tradición de tolerancia y apertura que se remonta al imperio de Genghis Khan y confirmadas por la primera visita oficial al Vaticano, el 28 de Mayo de 2022, de una delegación de la Autoridad del Budismo de Mongolia acompañada por el Cardenal Giorgio Marengo.

Una comunidad joven, pobre, pero vivaz
Una comunidad joven, pobre, pero vivaz

Desafíos pastorales

En este contexto positivo, el primero de los desafíos pastorales de la Iglesia mongola, destacó el cardenal Marengo, es ayudar a los fieles a profundizar su fe y vincularla cada vez más a la vida cotidiana. El segundo desafío es promover la comunión y la fraternidad entre los misioneros de las distintas congregaciones y las demás comunidades cristianas presentes en el país. Por último, queda el desafío de seguir proclamando con valentía el Evangelio a la sociedad mongola, donde, tras largas décadas de ateísmo estatal durante el régimen comunista, el 39% de la población todavía se declara no religiosa.

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31 agosto 2023, 13:32