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Monseñor Paolo Pezzi Monseñor Paolo Pezzi 

Pezzi: La guerra ha desatado el odio. El perdón, contribución de los católicos a la paz

El Arzobispo de Moscú comparte impresiones y esperanzas sobre la Asamblea sinodal de Praga, a la que aporta la experiencia de la sinodalidad en Rusia. Luego explica el impacto del conflicto en la población: "Desconcierto, rencor, los primeros sentimientos. Pero también he encontrado personas que, precisamente por su incapacidad para frenar la maldad, han encontrado la fuerza para confesarse después de décadas".

Antonella Palermo - Praga

"Debo decir que, sin querer ser presuntuosos, en Rusia hemos anticipado un poco la sinodalidad. Desde hace varios años, desde el punto de vista metodológico, celebramos asambleas bienales con este espíritu sinodal, es decir, sin tanta preocupación por un resultado -que lo ha habido-, sino más bien con la preocupación, a través de un itinerario, de profundizar en nuestra fe y también de encontrar los mejores caminos para una misión no sólo eficaz, sino también afectiva". Así viven los católicos rusos la dimensión de la sinodalidad, como explica a Vatican News monseñor Paolo Pezzi, arzobispo de Moscú y presidente de los obispos católicos rusos. El prelado se encuentra entre los participantes en la Asamblea Continental que se está celebrando en Praga y trae aquí la voz de la comunidad de fieles del país, que lleva un año en guerra. 

Excelencia, ¿qué es lo que más le ha llamado la atención de la puesta en común en la Asamblea y también en el trabajo en grupo y cuál ha sido su contribución aquí en Praga? 

Me impresionaron sobre todo tres momentos. El primero fue la valorización de los carismas. Personalmente, creo que los carismas, al estar por su naturaleza al servicio de la comunión, deben ser redescubiertos y mejor apoyados por la institución, precisamente por la gran contribución que pueden aportar a la unidad, que no es uniformidad, sino que es rica, creativa, un poco como la acción del Espíritu en la Iglesia. Luego me llamó la atención la llamada a volver a centrarnos en Cristo. Me pareció muy oportuno subrayar que el Sínodo no es un caminar juntos, sino un caminar juntos en Cristo y con Cristo. De lo contrario, incluso un paseo por las montañas podría confundirse con un sínodo. El tercer aspecto, yo diría que quizá un poco más negativo, es una cierta deriva sociológica, es decir, el riesgo de concebir este camino sinodal en términos más sociológicos que pastorales y, por qué no, incluso teológicos. Mi contribución se centró en dos elementos. La de un redescubrimiento del perdón, no sólo como medicina sino también como posibilidad de construir nuevas relaciones. Sobre todo, lo descubrimos durante el periodo de la pandemia, en el que la soledad también provocaba un distanciamiento y casi diría una aversión a ciertas relaciones. Por ejemplo, en algunas familias, la convivencia prolongada durante horas, días, semanas, meses, hizo aflorar dificultades en el diálogo, en las relaciones.

Y después del 24 de febrero del año pasado, ¿qué situación se creó?

En las comunidades, en las familias, pero también en el corazón de las mismas personas, se creó una verdadera dificultad de comprensión -también porque tenemos fieles de origen ruso, pero también de origen ucraniano, bielorruso, lituano, y no hablemos de los de origen polaco y alemán-, pues bien, estas raíces han salido a la luz de una manera que yo diría que es compleja. Y esto nos hizo, sin embargo, descubrir o redescubrir positivamente el perdón como la contribución que como católicos podemos hacer y que nadie más puede hacer a la paz. En segundo lugar, hice hincapié en la necesidad de abordar, y resolver provisionalmente, las dificultades relacionadas con los abusos en sentido amplio dentro de la comunión de la Iglesia. Una cosa que hemos observado recientemente en un simposio es que especialmente entre los criminales -digamos- de estos abusos, que se encuentran mucho en las familias, las sociedades y, por supuesto, también en las comunidades, sigue habiendo necesidad de redención y perdón. Esto nos hizo pensar en la hipótesis de empezar con algunos psiquiatras, sexólogos católicos, centros de escucha y acogida de posibles delincuentes. Porque es difícil, después de cometer ciertos crímenes, tener la fuerza psíquica para curarse. Por ello es necesario, en la medida de lo posible, intervenir antes, es decir, cuando sólo se trata de una orientación. Se puede hacer un muy buen trabajo, o, desgraciadamente, cuando han ocurrido, intentar ayudarles a saber vivir con estos graves delitos, porque eso hay que decirlo. Esto es mucho más eficaz si se hace dentro de una comunión y no sólo como informes médicos individuales.

¿Cómo vive la comunidad católica este año de guerra?

El primer impacto allí fue de desconcierto, de incapacidad para aceptar este conflicto. Esto luego se convirtió en resentimiento, incluso en odio mutuo que poco tenía que ver con la comunidad católica de fieles. También puedo decirle que me he enfrentado a católicos ucranianos que creen que ésta es la solución menos mala y, en cualquier caso, inevitable. Al igual que me he enfrentado a católicos rusos que simplemente no pueden aceptar esto y no pueden hacer las paces con ello. De ahí que a veces surja un odio, o en todo caso un resentimiento, una antipatía que luego degenera y se convierte en no aceptación del otro "tout court", sea quien sea, en la familia, en el trabajo, no aceptación en definitiva de uno mismo. Hemos hecho un buen servicio a través de las confesiones y debo decir que ha habido muchas personas que, especialmente durante la Cuaresma y luego durante el Adviento, se han acercado al sacramento de la confesión. También me han llegado historias muy conmovedoras de personas que llevaban décadas sin confesarse y que, precisamente por esa incapacidad de sostener y contener el mal que sentían en su interior, encontraron la fuerza para acercarse al sacramento. Debo decir que tuve confesiones muy conmovedoras.

La relación entre sinodalidad y ecumenismo se ha puesto de relieve estos días aquí en Praga. Es una cuestión crucial para las Iglesias. En Rusia, ¿qué márgenes hay para que se realice plenamente?

Yo diría que, en primer lugar, tenemos que redescubrir que la comunión es en sí misma misionera, es decir, atractiva. Y la comunión no es un concepto abstracto, sino que son relaciones entre personas concretas y relaciones basadas en la caridad. Digo esto porque a veces pensamos en el ecumenismo como un eslogan o como una teoría que nos llevará más o menos -quizá incluso con buenas iniciativas-, cuando Dios quiera, a la unidad. Mientras que la percepción de que en Cristo se está en una comunión que abre, sobre todo, no pone límites ni condiciones. Lo único que busca es difundir, ecuménicamente de hecho, la caridad tendencialmente a todo el mundo partiendo precisamente de aquellos que, por historia -de ahí los cristianos- están más cerca por vocación. Al menos en principio, puede decirse que todo cristiano ha encontrado a Cristo, o al menos ha recibido el bautismo, que salvo algunas excepciones es el mismo en todas las confesiones cristianas. Así que este, por ejemplo, es un punto a redescubrir. Este proceso sinodal, entre otras cosas, está haciendo hincapié en el redescubrimiento del bautismo como principio misionero y, por tanto, también ecuménico, de comunión.

Su Excelencia, ¿cuándo terminará la guerra?

Esto es difícil de decir, muy difícil al menos para mí. Porque creo que para que esto ocurra, para que este conflicto termine -como de hecho cualquier conflicto- tiene que haber una iniciativa que, digamos, se erija, que sea más alta que el campo de batalla. Metafóricamente hablando, requiere que alguien tenga la humildad y la certeza de que no perderá nada si ofrece y acepta el perdón y si se sienta a la mesa sin condiciones previas.

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10 febrero 2023, 14:02