Buscar

1659130057611.JPG

Desde el Ártico Canadiense, la Hna. Fay Trombley: Que la justicia alcance a todos

“La mayor necesidad de los habitantes de todo el Ártico canadiense es la vivienda. Pero también hay un gran problema por la falta de médicos y enfermeras”. La hermana Fay Trombley, desde el Ártico Occidental, habla con Vatican News de los pueblos Inuit del Canadá, y manifiesta su esperanza de justicia y dignidad para estos pueblos.

Griselda Mutual – Quebec, Canadá

El Papa Francisco se despide de Canadá desde Iqaluit en la tarde de este viernes 29 de julio. En la capital del territorio de Nunavut del Ártico Oriental, el Papa Francisco abraza, en las poblaciones Inuit presentes en el noreste del país, a los indígenas del Ártico todo. 

“Soy del Ártico occidental” nos dice la hermana Fay Trombley, de la Congregación de las Hermanas de la Caridad de la Inmaculada Concepción que, aunque a su edad estaría ya jubilada dado que tiene 82 años, trabaja desde hace diecisiete con la comunidad Inuit en Tuktoyaktuk. Aún alejada del territorio que visita el Papa, ella conoce de cerca las problemáticas de los pueblos árticos donde se vive en un clima extremadamente rígido: la temperatura media de los meses invernales es de 25º bajo cero, con mínimas que pueden llegar a los -40º. En este lugar, a causa del subsuelo perennemente congelado y de los fuertes vientos, ninguna planta supera los veinte centímetros de altura. 

Difícil imaginar para muchos de nosotros lo que es vivir en un ambiente tan impactante cuanto inhospital para el ser humano. Pero los pueblos Inuit, nos explica, “han vivido durante unos 5000 años a lo largo del Océano Ártico”.  “Los inuit del Ártico oriental hablan inuktitut. En el Ártico occidental, el pueblo inuvialuit habla inuvialuktun”.


“La mayor necesidad de los habitantes del Ártico, de todo el Ártico canadiense – prosigue – es la vivienda. Pero también hay un gran problema por la falta de médicos y enfermeras. Los enfermos, a menudo, tienen que ser transportados en avión a la ciudad más cercana, más al sur”. 

Con la llegada de los europeos, los pueblos indígenas adquirieron muchas enfermedades comunes a los ‘blancos’: hubo mucha tuberculosis y también epidemias de gripe y sarampión. “Los Inuit – explica – tenían poca resistencia”. “Muchos niños murieron y fueron enterrados donde murieron”.   

Iniciado el proceso de asimilación forzada, y la creación, por parte del gobierno canadiense, de las escuelas residenciales confiadas a las iglesias locales, entre ellas la católica, comienza el drama en la historia de los niños indígenas: la política del tiempo tenía la finalidad de sacar a los niños de sus comunidades indígenas y asimilarlos a la nueva cultura occidental. 

“La mayor tragedia del sistema de internados – nos dice la hermana Fay Trombley – fue la exigencia de que todos los niños hablaran una lengua común. Ellos procedían de muchos orígenes lingüísticos, pero las escuelas tenían que tener una lengua común para todos.  Esta era el inglés o el francés”.  

Así fue como los niños perdieron sus lenguas maternas y, con la pérdida de su idioma, el medio para mantener sus valores culturales. Pero el “mayor trauma para todos los niños” subraya la religiosa, “era la separación de sus padres, abuelos y hermanos”. Con los teléfonos que no llegaron hasta los años 50, así como tampoco el transporte aéreo, los padres que a menudo estaban buscando su comida para sobrevivir, sin hablar inglés o francés en los primeros años… Era casi imposible la comunicación entre ellos. 


“Los niños eran vulnerables y no tenían una familia que los apoyara. No podían entender el idioma de la enseñanza. Se les enseñaba una cultura extranjera y no entendían por qué se les castigaba. Los alimentos eran escasos, los niños siempre tenían hambre, la comida era pobre para su dieta y a veces incluso se deterioraba”. Pero, además, “los castigos en el sistema europeo eran más severos que en la cultura Inuit”. Como las escuelas estaban a cientos e incluso miles de kilómetros de sus hogares, “como ‘mucho’, los niños volvían a casa en verano, y, a veces, no lo hacían durante años”.

Después de donarnos mucho de su tiempo - la hermana Fay se detiene largamente para hablarnos de estas poblaciones, pues ¡ha sido grande el sufrimiento de estos pueblos! – le preguntamos, por último: “¿Cuáles son sus esperanzas después de esta visita del Papa Francisco?”. La religiosa concluye así: 

Mis esperanzas para esta oportunidad trascendental de que el Papa Francisco visite a los pueblos indígenas de Canadá es que todos los canadienses crezcan en la comprensión y valoración de las numerosas naciones indígenas de nuestro país. Que las iglesias y los canadienses lleguen a comprender el gran daño hecho a estos pueblos que fueron despojados de sus culturas, lenguas, costumbres y tradiciones y peor aún, fueron despojados de crecer en sus familias. Que a los pueblos indígenas las sinceras palabras del Papa, su tristeza, su vergüenza y pedido de perdón les den el valor para continuar su camino de curación. Que comencemos una nueva era de "caminar juntos", creciendo en el respeto y la comprensión mutua; y que veamos los maravillosos y diferentes dones que el Creador ha dado a cada uno de los diferentes grupos indígenas.

Que sigamos reescribiendo las historias erradas de los pueblos indígenas y proporcionando una buena educación continua a todos los niveles. Que donde aún no se ha hecho justicia, que ésta llegue.

Gracias por haber leído este artículo. Si desea mantenerse actualizado, suscríbase al boletín pulsando aquí

29 julio 2022, 17:34