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Juan Elías Medina y compañeros mártires Juan Elías Medina y compañeros mártires 

Córdoba: beatificados Juan Elías Medina y 127 compañeros mártires

Una parte de la historia cuya memoria puede convertirse en un lugar de evangelización en contextos secularizados. Este es el testimonio de los mártires de la guerra civil española de principios del siglo XX en palabras del Cardenal Marcello Semeraro, Prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos, que ha presidido esta mañana la Misa de beatificación en la Catedral de Córdoba.

Gabriella Ceraso - Ciudad del Vaticano 

La firma del Papa autorizando los decretos para 127 mártires de la Guerra Civil española entre 1936 y 1939 llegó en noviembre de hace un año. La diócesis de Córdoba, que fue escenario de aquel martirio in odium fidei, saluda hoy a los nuevos beatos en la misa presidida por el cardenal Marcello Semeraro.

Eran sacerdotes, entre ellos Juan Elías Medina, pero también religiosos y laicos, cuyas brutales ejecuciones se enmarcaron en el clima de persecución que, durante la Guerra Civil española, establecieron las milicias republicanas contra todos los que se declaraban miembros de la Iglesia católica. Algunos de ellos participaban en actividades eclesiásticas o eran miembros de asociaciones como la Acción Católica o la Adoración Nocturna del Santísimo Sacramento. El propio don Juan Elías llevó consuelo y asistencia espiritual a sus compañeros durante sus días de prisión. Y la fe que confesaban la llevaban en su corazón hasta el momento de la muerte, expresándola con alegría en las palabras "Viva Cristo Rey", a las que añadían el perdón a sus victimarios.

Los elegidos del Señor

Pero, ¿qué es el odio del mundo y quiénes son estos mártires? En su homilía, el Cardenal Marcello Semeraro, Prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos, habló de ellos como los "elegidos" del Señor, es decir, "elegidos" pero también "sacados del mundo", y por eso mismo odiados:

En el odio del mundo, pues, existen los celos y la envidia de los que han perdido su presa; de los que se la han visto quitar. He aquí, pues, el doble compromiso que la palabra del Señor pretende suscitar en nuestra voluntad: alejarnos del "mundo", que aquí indica el grupo de los que prefieren las tinieblas a la luz, el error a la verdad, el amor al odio; y luego, también, cuidar de no dejarnos hechizar por la nostalgia del pecado. 

La luz, el amor, la verdad, el desprendimiento del pecado marcaron así la vida de los discípulos, así como la de estos hermanos, pero también la "cercanía a Dios": "El escenario que se abre con el anuncio del odio al mundo es -dijo el cardenal en su homilía- exactamente lo contrario de la otra palabra consoladora y llena de promesas: 

"Tanto amó Dios al mundo que le entregó a su único Hijo". Nos parece, pues, escuchar el eco del himno de Pascua: Mors et vita duello conflixere mirando ... "La muerte y la vida se han batido en un duelo asombroso: el Señor de la vida, muerto, reina vivo". Esta es la conciencia que animaba a nuestros mártires, muchos de los cuales, como señaló el obispo de Córdoba Adolfo Pérez y Muñoz, gritaban "¡Viva Cristo Rey!" mientras eran asesinados. Regnavit a ligno Deus".

Odiados por el mundo porque pertenecen a Jesús

Cuidado, sin embargo, con no confundir -advierte el cardenal- el odio al mundo con "cualquier dificultad" o con la adversidad "que no proviene de que seamos verdaderos discípulos del Señor, sino que es consecuencia de nuestras infidelidades, de que hayamos entrado en la lógica del mundo". El odio del mundo es sólo, explica, la "violencia que nos llega porque somos del Señor". Por su nombre. Es por esta certeza interior que el cristiano llega incluso a alegrarse de sufrir, como leemos en los Hechos de los Apóstoles.

En este contexto encajan las vidas y las historias de los 127 mártires españoles, un "gran grupo de mártires" que la Iglesia ha declarado hoy beatos: una gran variedad de perfiles humanos -con una espiritualidad rica y profunda, enraizada a veces en la teología- "expresada en la multiplicidad de vidas cotidianas, antes de alcanzar la cumbre del martirio que sella con sangre toda la existencia".

El cardenal Semeraro concluyó: "Nos encontramos ante una sección de la historia cuya memoria puede convertirse en un lugar de evangelización en contextos secularizados. Es el testimonio de un varieté de circumdata de la Iglesia. Es como la explosión de Pentecostés, el cumplimiento de la profecía de Joel: El Espíritu Santo irrumpe sobre todos: viejos y jóvenes, hijos e hijas, y todo el que invoque el nombre del Señor se salvará".

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16 octubre 2021, 13:41