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Voluntariado jesuita. Voluntariado jesuita.

"Nos convoca una humanidad a la que queremos acompañar"

Nilson Castro, sacerdote jesuita, fue voluntario en el Servicio Jesuita a Refugiados Latinoamérica y el Caribe (JRS LAC) y ha sido testigo directo del compromiso que implica esta ardua labor. En este texto comparte su mirada y testimonio.

Durante el mes de junio y parte de julio del presente 2021 tuve la oportunidad y el privilegio de visitar y trabajar en diversas oficinas del JRS. El recorrido comenzó en Tapachula, México, con el fortalecimiento de capacidades en Reconciliación y Paradigma Pedagógico Ignaciano. Junto con Lorena Fernández tuvimos el privilegio de compartir varios días con este numeroso equipo, nutrido de personas diversas en modos de ser, hacer y sentir, así como en antigüedad y perspectiva.

Posteriormente, tuvimos ocasión de trabajar con el equipo nacional en Ciudad de México (CDMX). Ellos, un grupo pequeño, inteligente y creativo, tuvo la generosidad de abrirnos la puerta para pensar y soñar juntos, partiendo de la propia historia, modos nuevos de relación, vinculación y proyección institucional.

Después de este periplo tuve ocasión de acompañar al equipo binacional del JRS Arauca-Apure. Allí se dio una dinámica en dos movimientos. Por una parte, estuve una semana rotando en el acompañamiento de cada uno de los miembros del equipo; desde revisar legalizaciones hasta dar talleres fueron los programas de aquella semana. Por otra, unos días de algunos Ejercicios Espirituales Ignacianos para este equipo.

 

Finalmente, se dio la oportunidad de acompañar la experiencia de Ejercicios Espirituales ignacianos también para el equipo del JRS LAC que reside en Bogotá; con una pequeña jornada adicional de formación en Paradigma Pedagógico Ignaciano e identidad.

Son muchas las cosas que pueden decirse de cada uno de los equipos, de los trabajos, de los ambientes y de la experiencia en general. Sin embargo, me permitiré hacer algunas anotaciones a continuación.

En primer lugar, me encanta ser testigo del modo en que el espíritu del JRS se esparce por todas las oficinas, independientemente del país o de la región. Hay una apuesta clara por el trabajo colectivo y se evidencia que solamente juntos podemos. Esto, más allá de romanticismos banales, se constata como una realidad necesaria para el trabajo. Este mismo espíritu es el que hace que cada compañero de misión involucre, no sólo su tiempo y su saber profesional, sino también sus emociones, sus fracasos, aciertos y búsquedas. Finalmente, dentro de este espíritu también encuentro una opción clara por atender a aquellos que más sufren o donde la vida se ve más vulnerada, lo cual es invaluable.

Por otra parte, identifico varios retos que me parece importante destacar. Por una parte, hay una clara necesidad de fortalecer la capacidad instalada de los equipos en torno, tanto a Reconciliación, como a Identidad Ignaciana; nos es necesario buscar metodologías para no empezar de cero cada vez, a pesar de lo flotante que puede llegar a ser la población de los equipos de trabajo.

 

Asimismo, es preciso ayudar a la consolidación de la conciencia de una atmósfera espiritual y experiencial que nutre el modo de proceder del JRS y que excede cualquier pretensión proselitista de corte confesional. Por último, urge establecer la comunicación como principio inquebrantable del modo de operar en el JRS; y tal comunicación no es sólo de piezas publicitarias, o de información institucional, sino que se trata de una comunicación abierta, honesta y a tiempo en todas las esferas de la organización; una comunicación que geste una pedagogía de la escucha y que encauce las expresiones vitales de cada compañero y compañera de misión.

Para terminar, considero que es altamente esperanzador constatar la manera en que, siendo tan distintos, somos los mismos. Nos convoca una humanidad a la que queremos acompañar, servir y defender. Nos encuentran nuestros propios límites y la necesidad de reconciliarnos con ellos. Nos moviliza una pasión interna profunda que nos hace trabajar para que este mundo sea cada vez más divino o, en otras palabras, más humano, más generoso, más honesto, más amable y desbordado de sí mismo en favor de aquellos que más sufren. Sólo trabajando juntos y juntas podemos hacer que este esfuerzo se expanda más articulada e inteligentemente, superando roces coyunturales y desgastantes, y sosteniendo la mirada en lo fundamental.

Nilton Castro, SJ
Estudiante de Teología en la Provincia jesuita de Colombia

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23 agosto 2021, 15:25