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Fratelli tutti. Gonzalo de Villa: Un documento denso que hay que inculturar

“La recepción del documento, las tentaciones y retos que plantea la Encíclica, los aportes del documento a la realidad guatemalteca y el desafío de salir al encuentro del otro en un país prevalentemente indígena”, los temas al centro de la entrevista con Monseñor Gonzalo de Villa y Vásquez, Arzobispo de Santiago de Guatemala y Primado de Guatemala, sobre la Encíclica del Papa Francisco “Fratelli tutti”.

Renato Martinez / Manuel Cubías – Ciudad del Vaticano

“Vivimos en un mundo en donde la idea de los consensos es algo que mucha gente rechaza, vivimos en un mundo muy polarizado y fragmentado, donde nos creemos dueños de verdades absolutas, en territorios mentales minúsculos y entonces abrirnos a la razón para comprender los grandes retos que a la humanidad se presentan en el siglo XXI son difíciles, creo que este es uno de los temas de fondo de la Encíclica Fratelli tutti, pero a la vez hay que traducirlo en acciones concretas pastorales, es un reto no fácil de realizar”, lo dijo Monseñor Gonzalo de Villa y Vásquez, S.J., Arzobispo de Santiago de Guatemala y Primado de Guatemala, comentando la Encíclica del Papa Francisco “Fratelli tutti”, sobre la fraternidad y la amistad social.

Una Encíclica con una riqueza muy grande y densa

En la entrevista concedida a Vatican News y dialogando con nuestro colega Manuel Cubías, el Arzobispo de Santiago de Guatemala señaló que, la Encíclica del Papa Francisco es muy compleja, es muy amplia para la cultura contemporánea, mucha gente ha sacado alguna frase suelta qué llama la atención, que son las que de algún modo se lanzan para dejar imágenes poderosas que penetran, que pueden ser muy validas, pero que no dejan de ser fragmentos o esquirlas de la misma encíclica y por ello, es necesario leer todo el documento porque ahí hay una riqueza muy grande y muy densa para toda la humanidad.

Entrevista con Monseñor Gonzalo de Villa y Vásquez

¿Cómo ha sido recibida la Encíclica “Fratelli tutti” en Guatemala?

R.- Creo que la Encíclica desde antes de que fuera publicada ya había  así como anuncios de que venía un documento, un documento importante, finalmente cuando se dio a conocer, creo que la recepción en distintos ámbitos fue significativa, en el de los medios de comunicación, digamos públicos, no eclesiásticos o parroquiales, pues si hubo un reconocimiento a la importancia de un documento, se resaltaba no se subrayaba una o dos de las principales ideas del documento. A nivel de la misma Iglesia, aunque efectivamente nos ha llegado en pandemia, cada diócesis ha intentado dentro de sus posibilidades de darla a conocer, digamos difundir, creo que se imprimió muy rápido y ya está en circulación a nivel de Iglesia.

Por otro lado, es obviamente un documento muy largo, son 228 páginas de medición, entonces es mucha la gente que hace citas de algún texto, de un párrafo, de una frase, pero para ser francos no mucha gente la ha leída entera. Creo que hay que ser sinceros y honestos para decirlo, de que incluso en el mundo de Iglesia, creo yo que mucha gente tiene idea de la Encíclica, tiene idea del título, tiene idea de qué dos o tres, cuatro o cinco ideas son particularmente importantes, pero no ha entrado en el entramado y en el texto, pues que es un texto complejo, no es un texto sencillo.

¿Qué planteamiento de la Encíclica considera usted que podría ser aprovechable en el momento actual que vive Guatemala?

R.- Podría mencionar muchos, pero creo yo que en el capítulo primero hay un tema que es el de los derechos humanos. Los numerales del 22 al 24, marcan una invitación a la reflexión sobre el tema de los derechos humanos y de los derechos humanos en un tiempo en el que lo complejo de los derechos humanos a nivel universales es que existe una declaración universal del año 48, que luego se han ido estableciendo toda una serie de derechos humanos que representan algún tipo de minoría y cómo conjugar los derechos humanos de minorías con derechos humanos universales. Ahí hay un problema y ahí creo yo que hay una iluminación en el texto del Papa.

Creo que el tema del cuestionamiento que hace a la comunicación es un tema importante cuando habla de la información sin sabiduría. Creo que eso refleja efectivamente un problema muy gordo que se va dando en la cultura contemporánea que afecta a todos, pero de alguna manera más especialmente a la gente más joven, quién en general es gente que se deja llevar por la imagen, por la frase, por la grabación de 3, 5, 7 segundos y ya treinta segundos es ya mucho, entonces son mensajitos los que hay en la cultura contemporánea que matacán, confunden, y lavan cerebros e impiden un caminar hacia la consecución de las sabidurías, que durante tantas generaciones en la historia de la humanidad ha pasado por procesos lentos de aprendizaje y procesos intergeneracionales, en ese sentido creo que esté llamado que hace el Papa es muy importante.

Obviamente uno de los temas más resaltados es el tema del samaritano y el extraño en el camino de la realidad, pues que refleja esto de problemas que aquí los estamos visualizando con los temas de migración, con el temas de gente que quiere seguir yendo para el norte con los que pasan de Honduras y otros lugares hacia el norte. Creo que todo esto nos refleja que hay realidades en Guatemala, en las que esta Encíclica y este planteamiento y reflexión a partir de la parábola del buen samaritano también nos invitan a reflexionar, no solo reflexionar, sino a tomar acciones y aquí, por ejemplo, una pastoral de la movilidad humana es importante y es un trabajo de Iglesia que creo que es muy valioso en medio de que no deja de ser gotas frente a necesidades inmensas.

Entonces la capacidad de atención en cuanto a la gestión material de ayudas, lo que puede hacer la Iglesia es muy poco en relación a las necesidades y creo que eso también es algo valioso en la Encíclica, la capacidad de iluminar de dar criterios, pero reconocer que como Iglesia no tenemos la llave para hacer una especie de súper Naciones Unidas con presupuestos multimillonarios, no es el punto ni es la vocación de la Iglesia, ni es lo que vemos en el Evangelio.

En el caso de la Iglesia guatemalteca, ¿Qué retos plantea la Encíclica a esta Iglesia local?

R.- Creo que quizás antes de los restos, yo plantearía las tentaciones. Las tentaciones es cómo encontrar aquellas cosas que más nos gustan en la Encíclica, quedarnos con eso para reforzar nuestras propias posiciones e ignorar todo lo que no necesariamente coincide con lo que pensamos, eso creo que sería una tentación muy frecuente que debemos intentar vencerla; y aquí es donde surge la segunda, yo creo que la Encíclica si marca caminos de profundización, caminos para enriquecer la evangelización, para enriquecer el trabajo pastoral, para enriquecer el modo de ser Iglesia.

Obviamente también hay dificultades que vienen desde la Encíclica en un país que hoy tiene la mitad de católicos en porcentaje, como lo podía haber hace 50 años. El tema ecuménico cómo se maneja en Guatemala o cómo se puede manejar sobre todo con gente que por principio aborrece el ecumenismo y ahora estoy hablando de gente no católica, salvo unos contados casos que representaría tal vez el 1%, entonces ahí hay un tema de fondo en el que estamos retados pero a la vez la inculturación de la Encíclica, porque en todo momento creo que hay que inculturarlo, pasa por encontrar que hay cosas que se afirman en la Enciclica que tienen un sentido mayor en otros horizontes y por lo tanto para Guatemala debemos sacar extremos importantes que nos enriquecen.

Yo creo que un elemento muy fundamental y es no solo para la Iglesia sino de cómo la Iglesia puede proponer acciones ante la sociedad civil, ante la sociedad política, son temas que vienen desde el capítulo sexto la encíclica, es decir, ese diálogo social hacia una nueva cultura, ese construir en común es un reto inmenso porque honradamente vivimos en un mundo donde la idea de los consensos es algo que mucha gente rechaza, que vivimos en un mundo muy polarizado y muy fragmentados donde nos creemos dueños de verdades absolutas, en territorios mentales muy minúsculos y entonces abrir la razón para comprender los grandes retos que a la humanidad se presentan en el siglo XXI, creo que es uno de los temas de fondo de la Encíclica pero a la vez traducirlo en un acciones concretas, pastorales, es un reto no fácil de realizar.

Estamos también en un momento en que la Encíclica nos llega como algo muy importante pero en un momento en que no tenemos toda la capacidad de gestión o de acción que hubiéramos tenido sin pandemia. Pero bueno ese es uno de los grandes retos profundos que tenemos y yo creo que la idea que también me parece muy importante, y eso está en el capítulo siete, los caminos de reencuentro y buscar encontrarnos, el buscar acercarnos a gente que no piensa igual o que no siente igual o que tiene grandes prejuicios y como vencemos nuestros propios prejuicios, pero a la vez como lo hacemos desde un amor a la verdad y no desde unas posiciones de buscar declaraciones comunes, pero en el fondo cada quien sigue pensando exactamente igual.

Hay estos y creo que son algunos retos grandes para la Iglesia y como la Iglesia hace de la Encíclica, Fratelli tutti, una arma, por decirlo de alguna manera, para evangelizar y para profundizar en el diálogo y en los retos que a la sociedad se les presentan en todos los niveles, en el nivel país, en las comunidades parroquiales, en pequeños grupos de iglesia, en sectores populares, en todos los niveles yo creo que la Encíclica es una fuente muy importante de información y profundización y de invitación al pensamiento y a la reflexión sobre los grandes problemas que como mundo y como país estamos viviendo.

Guatemala es un país que tiene una buena parte de su población de origen indígena, la Encíclica plantea el tema del otro, de salir al encuentro del otro, ¿cómo sería visto esta relación, de ese salir al encuentro del otro, en este caso de un otro marcadamente diferente como seria el indígena? ¿Cómo ve usted esta relación?

Bueno, yo tengo de ser Obispo por 13 años, en una diócesis donde el 95% de la población es indígena, donde el 90% del clero es indígena, donde el 100% de los seminaristas son indígenas, de modo que “el otro” a veces es al revés, es decir, no indígena.

Creo que los temas de fondo tiene que ver con la cosmovisión maya o sobre temas de qué significa la “indigeneidad” por decirlo de alguna manera, en donde por un lado hay tradiciones muy antiguas, pero es bastante fragmentada. De hecho, hay veintitantos idiomas diferentes de raíz maya y algunos de ellos muy bien dialectizados en cada pueblo, en cada aldea se habla ya con algunos matices diferenciales, eso hace que la construcción de una idea común del indígena guatemalteco es un proyecto en el que se ha avanzado, pero en el que tampoco se han conseguido todavía logros políticos y desde este punto de vista en la Iglesia nos encontramos también con grandes retos en relación a que hoy un porcentaje alto de la población indígena es la población católica del país y por lo tanto como Iglesia tenemos que decir, primero somos Iglesia indígena, después tengo que ver con quiénes otros hablamos, es decir, como cambiando papeles. En eso creo que la alteridad de pensamiento es un tema importante.

Por otra parte el mundo indígena, es un mundo en ebullición, es decir, muchas cosas que se reivindican desde ámbitos indígenas intelectuales como las tradiciones más antiguas, no necesariamente responden a los criterios que podían pedir a sus papas o sus abuelos, en una o dos generaciones. Entonces sí, hay que mantener un diálogo en línea, en donde se busque la verdad, el reconocimiento efectivamente del otro y el saber que esa realidad de alteridad es una realidad compleja, no siempre fácil porque hay historias antiguas evidentes de racismo, historia evidentes de desigualdad social, pero también en el mundo indígena hay historias de fragmentación muy profundas que hacen también no tan fácil esa construcción de un sujeto cultural indígena único, no es así. Es un tema de fondo que también se trabaja, se quiere trabajar y empezamos y no siempre estamos claro, si lo que hicimos o lo que hemos dicho en los diálogos es suficientemente percibido y entendido por las dos partes que dialogan, creo que ese es uno de los temas de fondo que a veces pueden abrirse al diálogo de sordos que se gritan cosas, pero que se callen cosas, pero ni el callar ni el gritar necesariamente conducen a un verdadero diálogo.

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11 noviembre 2020, 15:23