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Mons. Urrutia: “Una vez más, el Papa sorprendió al mundo”

“Monseñor Romero fue un sacerdote que llevó una vida santa desde el seminario. Y aunque existieron evidentemente, por la naturaleza humana, pecados en su vida, todos ellos fueron purificados con el derramamiento de su sangre en el acto martirial”. Lo afirma el Postulador diocesano de la causa de Canonización del Beato en un documento publicado recientemente

María Fernanda Bernasconi – Ciudad del Vaticano

En estos días, Monseñor Rafael Urrutia, Canciller del Arzobispado de San Salvador, Vicario Episcopal para los Movimientos y Asociaciones de fieles y Postulador diocesano de la causa de Canonización del Beato Oscar Arnulfo Romero hizo público un documento en el que afirma que “una vez más, el Papa Francisco sorprendió al mundo con la firma de dos Decretos que permiten la canonización del Papa Pablo VI, beatificado en octubre de 2014; y de Monseñor Óscar Arnulfo Romero, beatificado el 23 de mayo de 2015. Ambos Decretos, firmados el 6 de marzo del año en curso, reconocen dos milagros obtenidos por la intercesión de Pablo VI y del Beato Romero, último escollo para la santificación plena, jurídicamente hablando; y así a partir de la ceremonia de canonización del 14 de octubre próximo, ambos serán llamados Santos”.

Monseñor Urrutia comienza explicando cómo se sigue el iter procesal para que los siervos de Dios lleguen a ser declarados santos por fama de santidad o por fama de martirio. Y afirma que en ambos casos se vive la santidad, aunque para el martirio requiere de una llamada particular de Dios a uno de sus hijos, una elección que Dios hace a muy pocos de sus hijos; porque “el martirio es un don que Dios concede a pocos de sus hijos, para que llegue a hacerse semejante a su Maestro, que aceptó libremente la muerte por la salvación del mundo, asemejándose a él en el derramamiento de su sangre como un acto sublime de amor”. Por esta razón – escribe el Postulador – “la más grande apología del cristianismo es la que da un mártir como máximo testimonio de amor”.

Desde el punto de vista personal, agradece a los detractores de Monseñor Romero y a la euforia de quienes lo aman, porque así lo han ayudado a interiorizar su martirio y a comprender que, aunque entre las disposiciones antecedentes al martirio no son requeridas la santidad y las virtudes heroicas durante la vida del siervo de Dios, ese martirio en él, es la plenitud de una vida santa. En una palabra – explica – “Dios eligió al Beato para su misión martirial porque encontró en él, a un hombre con experiencia de Dios o dicho con palabras del Evangelio, encontró a Óscar, lleno de gracia”.

Tras analizar algunos de los elementos constitutivos del concepto jurídico del martirio, propone un pasaje de la homilía pronunciada con motivo del 20° aniversario de la muerte de Monseñor Romero, en el año 2000, pronunciada por Monseñor Fernando Sáenz Lacalle, Arzobispo de San Salvador, quien dijo textualmente: “El horrible crimen que segó la vida de nuestro amado predecesor le proporcionó una inestimable fortuna: morir como testigo de la fe al pie del altar”.  

Después de recorrer brevemente la vida del Beato, de la que se deduce su riqueza en matices y ofrece la figura de un pastor en el que se descubre su enorme profundidad, su interioridad, su espíritu de unión con Dios, raíz, fuente y cumbre de toda su existencia, no solamente desde su vida Arzobispal, sino desde su vida de estudiante y joven sacerdote, Monseñor Urrutia define al futuro Santo: “Mons. Romero, hombre humilde y tímido, pero poseído por Dios logró hacer lo que siempre quiso hacer: grandes cosas, pero por los caminos que el Señor le tenía señalados, caminos que fue descubriendo en su intensa e íntima unión con Cristo, modelo y fuente de toda santidad”.

En efecto, al cabo de treinta años de trabajo como Postulador Diocesano de su Causa de Canonización, Monseñor Urrutia ha querido compartir de este modo su punto de vista, su apreciación por un Obispo Buen Pastor que siempre fue obediente a la voluntad de Dios con delicada docilidad a sus inspiraciones; que vivió según el corazón de Dios, no sólo los tres años de su vida arzobispal, sino toda su vida.

Y concluye: “Es cuanto afirma en la Carta Apostólica de Beatificación el Papa Francisco cuando dice: ‘Oscar Arnulfo Romero y Galdámez, obispo y mártir, pastor según el corazón de Cristo, evangelizador y padre de los pobres, testigo heroico del reino de Dios, reino de justicia, de fraternidad, de paz’”.

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21 agosto 2018, 10:10