Palabra del día

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Fecha08/08/2020

Lectura del Día

Del Libro del profeta Habacuc

Hab 1, 12–2, 4

¿No eres tú, Señor, desde siempre,
mi santo Dios, que no muere?
Tú, Señor, has escogido al pueblo caldeo para hacer justicia
y lo has establecido para castigar.
Tus ojos son demasiado puros para soportar el mal,
no puedes ver la opresión.
¿Por qué miras en silencio a los traidores
y callas cuando el malvado devora al justo?

Tú tratas a los hombres como a los reptiles, que no tienen dueño,
como a los peces del mar:
el pueblo caldeo los pesca con anzuelo,
los atrae a su red,
los va amontonando
y luego ríe sastisfecho.
Después ofrece sacrificios a su anzuelo
e incienso a su red,
porque le dieron rica presa
y comida sustanciosa.

¿Y vas a permitir que siga llenando sus redes
y matando naciones sin piedad?

En mi puesto de guardia me pondré,
me apostaré en la muralla
para ver qué me dice el Señor
y qué responde a mi reclamación.

El Señor me respondió y me dijo:
“Escribe la visión que te he manifestado,
ponla clara en tablillas
para que se pueda leer de corrido.
Es todavía una visión de algo lejano,
pero que viene corriendo y no fallará;
si se tarda, espéralo, pues llegará sin falta.
El malvado sucumbirá sin remedio;
el justo, en cambio, vivirá por su fe”.

Evangelio del Día

Evangelio según san Mateo

Mt 17, 14-20

En aquel tiempo, al llegar Jesús a donde estaba la multitud, se le acercó un hombre, que se puso de rodillas y le dijo: “Señor, ten compasión de mi hijo. Le dan ataques terribles. Unas veces se cae en la lumbre y otras muchas, en el agua. Se lo traje a tus discípulos, pero no han podido curarlo”.

Entonces Jesús exclamó: “¿Hasta cuándo estaré con esta gente incrédula y perversa? ¿Hasta cuándo tendré que aguantarla? Tráiganme aquí al muchacho”. Jesús ordenó al demonio que saliera del muchacho, y desde ese momento éste quedó sano.

Después, al quedarse solos con Jesús, los discípulos le preguntaron: “¿Por qué nosotros no pudimos echar fuera a ese demonio?” Les respondió Jesús: “Porque les falta fe. Pues yo les aseguro que si ustedes tuvieran fe al menos del tamaño de una semilla de mostaza, podrían decirle a ese monte: ‘Trasládate de aquí para allá’, y el monte se trasladaría. Entonces nada sería imposible para ustedes”.

Palabras del Santo Padre

Los milagros existen. ¡Pero necesitamos conseguirlos con la oración! Con una oración valiente, que combata por alcanzar ese milagro; no con esas oraciones superficiales: "Ah, rezaré por ti": simplemente recitaré un Pater Noster y un Ave María y luego me olvidaré". No: una oración atrevida, como la de Abraham que luchó con el Señor para salvar la ciudad; como la de tanta gente que tiene fe y no cesa de rezar. La oración insistente hace milagros, pero debemos creer. Pienso que hoy podemos hacer una hermosa oración... podemos repetir durante todo el día: "Creo, Señor, ayuda a mi incredulidad"... y cuando nos pidan que recemos por tanta gente que sufre en las guerras, por todos los refugiados, por todos esos dramas que nos circundan, invocaremos al Señor, pero con todo el corazón: "¡Hazlo Señor!, Yo creo, Señor, pero ayuda a mi incredulidad que también te presento en mi oración". Hagamos esto hoy. (Santa Marta 20 de mayo de 2013)