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El Papa: “Esto es lo que Asia puede donar al Occidente”

El diálogo de Francisco con los obispos japoneses: después de haber dirigido el discurso preparado, el Papa respondió sus preguntas.

“La dimensión de trascendencia que se vive en Asia hace bien a los países occidentales. Necesitamos eso”. Después de haber pronunciado su discurso a los obispos de Japón reunidos en un salón de la Nunciatura Apostólica de Tokio, el Papa Francisco pidió que le dirigieran preguntas y se entretuvo media hora dialogando con ellos.

Una primera pregunta concernía el sueño del joven padre Bergoglio que hubiera querido tanto ser misionero en Japón. “Yo quería venir de misionero cuando estudiaba filosofía. Me atraía. Me atraía mucho… no sé por qué me atraía Japón. Era un lugar de misión que quizás por la belleza, deseaba.  Después, durante los tres años de magisterio, hice el pedido formal al Padre General que en ese momento acababa de ser elegido, el padre Arrupe. Y como me habían sacado una parte del pulmón,  él respondió: “no,  su salud no es para eso”. Y añadió que debía canalizar el celo apostólico en otro lado. Un poco me hizo pensar que iba a vivir pocos años. Pero me tomé mi venganza y cuando fui Provincial me “vengué” mandando cinco jóvenes a Japón. Así que, eso fue”.

Otro obispo le preguntó al Papa a donde había encontrado la fotografía del niño de Nagasaki que espera para llevar al horno crematorio al hermanito asesinado por las radiaciones de la bomba atómica. Francisco hizo imprimir miles de copias de la foto y la distribuye por doquier. “No me acuerdo bien. Pero fue siendo ya Papa. Alguien me la mandó, creo que fue un periodista y cuando la vi, me tocó el corazón. Recé mucho mirando esa foto, y se me ocurrió publicarla y usarla como tarjeta mía para distribuir. Solamente añadí un título: “El fruto de la guerra”. Y la reparto por todos lados. Cada vez que podemos las mandamos y hace mucho bien”.

Después se le preguntó al Papa cuál es el mensaje principal que quiere hacer llegar durante estas jornadas en Japón. “Mi primer mensaje lo dije ya a unos jóvenes en el aeropuerto. Había un montón de jóvenes y uno me dijo: ‘¡Denos un mensaje a los jóvenes!’ Y yo lo miré y le dije: ‘Caminá, siempre caminando, y ojalá te caigas porque así vas a aprender a levantarte y cayendo y levantándote vas a progresar en la vida’. Después me di cuenta que el inconsciente me había traicionado porque era un mensaje contra el perfeccionismo de los jóvenes y el desánimo cuando no logran lo que quieren y hay tantas depresiones, suicidios y problemas que ustedes conocen”. Francisco agregó que otra palabra clave de sus mensajes en Japón será “cercanía”. “Para la familia, y sobre todo, a los sacerdotes, consagrados y consagradas y catequistas que no se desanimen, que estén cerca del pueblo de Dios para que el mensaje llegue”. El Papa también anticipó que durante las visitas a Nagasaki e Hiroshima condenará el uso de las armas nucleares.

A quien le preguntó, después de los viajes en diversos países de Asia,  cuál es la contribución que él se espera de la Iglesia asiática para la Iglesia universal,  Francisco respondió: “Lo primero que me toca es la trascendencia. La Iglesia asiática es una Iglesia con una dimensión de trascendencia, porque en la cultura de estos países hay un indicar que no todo termina acá. Esa dimensión de trascendencia hace bien a los países occidentales. Necesitamos eso”.

Después el Papa repitió una observación que había ya hecho precedentemente sobre el papel de las institutrices filipinas en el transmitir la fe a los niños de padres cristianos que no logran más comunicársela: “Entonces buscan institutrices filipinas porque hablan inglés, entonces los chicos aprenden inglés. Pero estas institutrices no se limitan a enseñar inglés, transmiten la fe. Y enseñan a los niños la señal de la cruz que sus padres no les enseñaron”.

El Obispo de Hiroshima le donó al Pontífice una remera de jugador de fútbol con el número 86, como recuerdo de la fecha (el 6 de agosto) de la explosión atómica que devastó la ciudad. Además, Francisco recibió en regalo un “balero”, un juego con una pelota atada a una manija de madera. Jorge Mario Bergoglio la usaba cuando era niño. El Papa relató entonces que jugaba con gusto a fútbol, su gran pasión, pero con escasos resultados: “Me llamaban ‘pata dura’ porque jugaba mal. Entonces me ponían siempre de arquero”. En la conclusión del encuentro Francisco invitó a los obispos a releer el número 80 de la exhortación apostólica Evangelii nuntiandi  de San Pablo VI, sobre aquello que distingue el buen evangelizador del mal evangelizador.

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23 noviembre 2019, 15:33