Mujer y autoridad, como representados en sarcófagos del siglo IV
Christine Shenk CSJ
Dado que la mayor parte de la historia se basa en documentos producidos por hombres, la búsqueda de datos históricos fiables sobre las mujeres en el cristianismo primitivo puede convertirse en un verdadero desafío. El cristianismo se basa fuertemente en la palabra escrita como primer medio para el conocimiento de su historia. Como afirma la doctora Janet Tulloch en un artículo publicado en 2004, la información recogida de artefactos visuales como frescos, pinturas y frisos sobre los sarcófagos se ha confiado hasta ahora casi exclusivamente a historiadores del arte y arqueólogos. Aunque muchas mujeres mecenas apoyaron financieramente a los hombres de la Iglesia primitiva (María Magdalena, Febe, Lidia, Paola, Olimpia), su presencia se menciona poco en las fuentes literarias. Sin embargo, desde hace algún tiempo, los estudiosos se han dado cuenta de que la arqueología es una fuente importante en lo que respecta a la presencia de las mujeres en el cristianismo primitivo.
Documentación escrita contra documentación arqueológica
Durante los primeros cuatro siglos de la historia cristiana (y hasta hoy), los hombres de la Iglesia han justificado la limitación de la autoridad de la mujer haciendo referencia a la advertencia en la primera carta de Pablo a Timoteo, según la cual la mujer debía permanecer en silencio en las asambleas y no enseñar ni ‘dictar ley al hombre’ (2,12). Sin embargo, el arte funerario cristiano entre finales del siglo III y principios del siglo V representa a las mujeres en la actitud de enseñar y predicar. Aquí solo será posible una breve disertación sobre este fascinante tema.
Tanto para los romanos cristianos como para los paganos, un sarcófago no era simplemente el contenedor de un cadáver, sino un monumento cargado de significados. El arte funerario romano tenía como objetivo hacer visible la identidad de la persona fallecida y conmemorar sus valores y virtudes. Solo las personas acomodadas podían permitirse un monumento fúnebre tan caro; incluso el diseño de la representación, es decir, cómo querer ser recordado, era un procedimiento importante. Ser representado con un pergamino, una capsa (contenedor de pergaminos) o un codex (libro) era un indicador inmediato de la educación, el estatus y el bienestar de la persona fallecida.
Tanto los hombres como las mujeres cristianos eran recordados e idealizados como personas de cierto estatus, con cierta autoridad, erudición y devoción religiosa. Si la persona fallecida era representada con un pergamino o un capsa y sumergida en escenas bíblicas, esto indicaba su erudición en las Escrituras hebreas y cristianas.
Durante tres años he analizado 2.119 imágenes y descriptores de sarcófagos y fragmentos que datan del siglo III al principio del siglo V, incluidas todas las imágenes disponibles de sarcófagos cristianos. Una investigación exhaustiva de los motivos iconográficos seleccionados ha demostrado que muchas mujeres del cristianismo primitivo fueron recordadas como personas de cierto estatus social, influyentes y autorizadas en sus comunidades. Un hallazgo realmente significativo es que hay, en comparación con los retratos funerarios de hombres cristianos, al menos tres veces más retratos de mujeres cristianas, y las probabilidades de que estos hallazgos se deban solo al azar son inferiores a 1 en 1.000.
Muchos de los relieves de los sarcófagos representan a mujeres en medio de escenas bíblicas, en el gesto del orador o con pergaminos o códigos en las manos. Este es un testimonio eficaz de que las mujeres del siglo IV no se atuvieron a la disposición de permanecer en silencio. Su difusión hace pensar en el surgimiento de una nueva identidad femenina de erudición bíblica y de autoridad en la enseñanza. Otra verificación interesante es que los retratos femeninos tienen el doble de posibilidades de estar flanqueados por figuras de apóstoles (a menudo Pedro y Pablo), probablemente para reforzar su autoridad religiosa.
Lo que nos dice la arqueología
La iconografía del cristianismo primitivo nos dice que las mujeres cristianas eran educadas, piadosas y acomodadas. A juzgar por el número de sarcófagos con la representación de solo mujeres, esto indica que también se trataba de mujeres solteras o viudas, recordando las primeras comunidades de viudas o vírgenes de las que hablamos en el primer artículo de esta serie. Teniendo en cuenta que muchas de ellas están representadas con pergaminos y en actitud de predicación en una escena bíblica, podemos deducir que fueron eruditas en las Escrituras y querían ser representadas como mujeres que confiaban en el poder salvador de Dios y eran expertas en la vida de Jesús y sus milagros de curación. Sus comunidades las idealizaban como figuras eruditas con la autoridad, al menos, de proclamar y enseñar las Escrituras.
Es plausible que las “madres de la Iglesia” de épocas posteriores, como Marcella, Paola, Melania la anciana y Proba, admiraran estos modelos femeninos primitivos que las inspiraron a amar y estudiar las Escrituras. Las fuentes literarias sobre las “madres de la Iglesia” coinciden con los hallazgos arqueológicos, lo que confirma lo que los estudiosos contemporáneos, incluido el Papa Benedicto XVI, ya habían teorizado, a saber, que en el cristianismo primitivo las mujeres tenían una influencia mucho mayor de lo que generalmente se reconoce. Mientras que en la documentación literaria predominan las figuras masculinas, los retratos fúnebres en el campo de la arqueología demuestran, en cambio, que las mujeres cristianas son las más recordadas por haber ejercido sustancialmente la autoridad eclesial dentro de sus comunidades. Y, como veremos, las mujeres que se reunían en torno a nuestras «madres de la Iglesia» evolucionaron posteriormente en algunas de nuestras primeras comunidades -intencionadas- de religiosas.
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