El Papa: Sin justicia no hay paz, hay que promover el bien común
Adriana Masotti – Ciudad del Vaticano
Después de la virtud de la prudencia, tema de la audiencia general del pasado 20 de marzo, y de la paciencia, del miércoles pasado, es a la justicia, la segunda virtud cardinal, a la que el Papa dedicó su catequesis de hoy.
"Es la virtud social por excelencia – dijo – sin justicia no hay paz", si bien en su reflexión precisó que la justicia "es una virtud que actúa tanto en los grandes como en los pequeños", describiendo algunas características cotidianas del hombre justo, como el candor, la atención a los demás, el interés por el bien común y la honestidad; haciendo hincapié en la necesidad de promover la legalidad como antídoto contra la corrupción.
Sin justicia no hay paz
La justicia "es la virtud del derecho, que trata de regular con equidad las relaciones entre las personas", explicó Francisco, pero que necesita ir acompañada de otras actitudes como la benevolencia, el respeto y la gratitud. Y subrayó su relación con la paz:
Todos comprendemos que la justicia es fundamental para la coexistencia pacífica en la sociedad: un mundo sin leyes que respeten los derechos sería un mundo en el que es imposible vivir, se parecería a una jungla.
No hay verdadero bien si no es un bien para todos
Pasando de las cuestiones tratadas en las "salas de justicia" a la vida cotidiana, el Santo Padre afirmó que la justicia construye relaciones con el prójimo basadas en la sinceridad, como recomienda el Evangelio cuando dice que el hablar de los discípulos de Jesús debe ser claro: "sí, sí, no, no". El justo, observó, "es recto, sencillo y directo, no lleva máscaras, se presenta tal como es. Respeta las leyes y a menudo se acuerda de dar las gracias reconociendo lo que él mismo ha recibido. "Si amamos, es también porque hemos sido amados primero", afirmó el Papa:
El hombre justo no sólo vela por su bienestar individual, sino que quiere el bien de toda la sociedad. Por eso, no cede a la tentación de pensar sólo en sí mismo y de ocuparse de sus propios asuntos, por legítimos que sean, como si fueran lo único que existe en el mundo. La virtud de la justicia deja claro – y pone la exigencia en el corazón – que no puede haber un verdadero bien para mí si no existe también el bien de todos.
La legalidad es el camino de la justicia
El justo – prosiguió explicando el Papa Francisco – si se equivoca, sabe pedir perdón e incluso llega a sacrificar uno de sus bienes personales para ponerlo a disposición de los demás. Rechaza la calumnia, el fraude, la usura, "cumple su palabra", "reconoce el salario justo a los trabajadores", no busca recomendaciones y promueve la legalidad.
Esta, en efecto, es el camino hacia la justicia, el antídoto contra la corrupción: ¡qué importante es educar a las personas, especialmente a los jóvenes, en la cultura de la legalidad! Es la manera de prevenir el cáncer de la corrupción y de erradicar la delincuencia, removiendo el suelo bajo sus pies.
Los justos: soñadores de la fraternidad universal
El Papa concluyó su reflexión citando la frase de la Escritura: "Quien busca la justicia y el amor encontrará la vida y la gloria" para decir que los justos "no son perdedores" frente a quienes se creen "astutos y ladinos"; al contrario, los justos atraen la bondad hacia sí mismos y hacia su entorno:
Los justos no son moralistas que visten la toga del censor, sino personas rectas que "tienen hambre y sed de justicia", soñadores que abrigan en su corazón el deseo de la fraternidad universal. Y de este sueño, especialmente hoy, todos tenemos una gran necesidad.
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