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Francesca Di Giovanni Francesca Di Giovanni  

Di Giovanni: Encontrar todo camino posible para dar esperanza a la paz

La Subsecretaria para el Sector Multilateral de la Sección para las Relaciones con los Estados y las Organizaciones Internacionales traza un balance en la conclusión de su servicio a la Santa Sede y subraya el papel de la mujer y de la diplomacia vaticana en la construcción de la paz y el diálogo entre las naciones

Alessandro Gisotti

Setenta años el próximo 24 de marzo, Francesca Di Giovanni, es la primera mujer en ocupar el cargo de subsecretaria para el Sector Multilateral de la Sección para las Relaciones con los Estados y las Organizaciones Internacionales de la Secretaría de Estado. Un nombramiento que recibió del Papa Francisco en enero de 2020, tras una larga experiencia como funcionaria en la Secretaría de Estado, iniciada en 1993. Al servicio de tres Pontífices, siempre se ocupó del multilateralismo. A pocos días del final de su servicio, Di Giovanni se detiene -en esta entrevista nuestra- en su experiencia personal y en la contribución que la diplomacia de la Santa Sede puede ofrecer para la causa de la paz entre las naciones:

Tras casi 30 años de servicio, concluye su compromiso con la Santa Sede vivido en la Secretaría de Estado y, en particular, en el ámbito del multilateralismo. ¿Con qué espíritu vive este momento, qué balance se siente en condiciones de hacer?

Si tuviera que decir las palabras que me vienen a la mente para estos años en la Secretaría de Estado, diría: gratitud por varios momentos inolvidables en los que he podido participar mientras trabajaba aquí; interés por las perspectivas siempre nuevas, con el deseo de ver caminos de esperanza y de posibles concordancias. Especialmente, interrogantes sobre ese hilo de la Providencia que sigue a la humanidad en su camino hacia el Reino, incluso en las situaciones más oscuras e incomprensibles, cuando el mal parece prevalecer. Desde este punto de vista, ciertamente la Sección para las Relaciones con los Estados y las Organizaciones Internacionales no es sólo un observatorio especial, sino también un instrumento privilegiado de diálogo con diversos sujetos. Por ello, aunque lógicamente tampoco han faltado momentos complejos, la gratitud es el sentimiento que prevalece ahora, al final de este período de trabajo.

Hoy en día, también a causa de la guerra en Ucrania, se considera que el sistema y las organizaciones multilaterales están sumidos en una profunda crisis. Basándose en su experiencia, ¿considera que hay alguna esperanza de futuro en este frente?

Como señaló el Papa el pasado mes de enero, dirigiéndose al Cuerpo Diplomático, "el actual conflicto en Ucrania ha hecho más evidente la crisis que desde hace tiempo afecta al sistema multilateral, que necesita un profundo replanteamiento para poder responder adecuadamente a los desafíos de nuestro tiempo. Es una crisis de la que somos muy conscientes desde hace años, pero que lógicamente se manifiesta con mayor claridad cuando más necesaria es la acción conjunta para garantizar la paz y la seguridad del mundo. Hay una exigencia común y apremiante de que la comunidad internacional restablezca seriamente los canales de diálogo a nivel institucional en los que prevalezcan los intereses generales sobre los particulares, que se trabaje concretamente con respeto recíproco incluso en los diversos sistemas del contexto multilateral para encontrar vías de diálogo que permitan restablecer una base de confianza mutua, partiendo quizás de objetivos limitados o concretos. Tenemos elementos de esperanza, como subrayó el Papa Francisco en aquella ocasión. Nos hablan de posibilidades: el acuerdo sobre el trigo alcanzado en Turquía, a pesar de la guerra en curso en Ucrania, pero también el camino de las COP para la lucha contra el cambio climático que no se detiene, a pesar de ralentizaciones y frenazos; la conciencia de que la cuestión de las migraciones y los desplazamientos implica muchos aspectos y debe abordarse conjuntamente, como reconocen casi todos los gobiernos con el Pacto para los Migrantes y el de los Refugiados de 2018 y también, los acuerdos en los ámbitos de la educación y la cultura, la biodiversidad... Es necesario no dejar de favorecer estos y otros varios pasos positivos, aunque deben ser apoyados por la voluntad política de personas e instituciones, sin imposiciones ni "colonizaciones ideológicas", como nos recuerda el Papa, para no permitir una mayor regresión de la humanidad.

¿Hay alguna misión, alguna iniciativa diplomática entre las muchas que ha llevado a cabo personalmente que recuerde con especial agrado y que resuma un poco -si cabe- sus treinta años de trabajo en la Tercera Logia?

Sinceramente, el trabajo que realizamos en nuestro sector multilateral casi nunca se hace "en primera persona", sino que es el resultado de la colaboración de una serie de personas con diferentes competencias y también diferentes puntos de vista. Me complace decir que, en la misma línea, hemos querido colaborar con algunas oficinas de la Santa Sede, con las que tratamos temas importantes o de interés común. Esto nos da elementos para aportar luego, en el ámbito internacional, no sólo una posición compartida, sino también una voz de esperanza que proviene de esta confrontación sincera y rica de elementos de procedentes de competencias, culturas y experiencias variadas. Por citar una ocasión que nos dio esperanza mientras trabajábamos en la preparación de la COP26 de 2022, el 4 de octubre de 2021, fiesta de San Francisco, la Santa Sede, junto con las embajadas de Gran Bretaña e Italia, organizó en el Vaticano un acto que reunió a científicos de alto nivel y a líderes religiosos representantes de las principales religiones del mundo para hacer un llamamiento a la comunidad internacional para que aumentara sus ambiciones e intensificara la acción por el clima, en preparación de la COP26 sobre el clima, que se celebró en Glasgow un mes después. Unos 40 líderes religiosos firmaron un llamamiento conjunto, que fue presentado por el Papa Francisco al Presidente designado de la COP26, Rt. Hon Alok Sharma. Para preparar el evento y el llamamiento en el Vaticano, a principios de 2021 se celebraron siete reuniones mensuales en línea entre los líderes religiosos y los científicos. Todos sintieron en estas reuniones un espíritu de humildad, respeto mutuo y responsabilidad para converger en un deber moral común respecto al modo en que estamos llamados a cuidar de nuestra casa común. La diversidad de los participantes y su implicación activa hicieron de éste un momento muy significativo, del que extraer amplias esperanzas para el futuro.

Si tuviera que explicar hoy cuál es la aportación específica de la diplomacia de la Santa Sede en un mundo cada vez más polarizado y herido por tensiones y contrastes, ¿en qué se centraría?

La diplomacia pontificia tiene el compromiso incesante de ser imparcial, porque la Santa Sede no tiene otro interés en su labor diplomática que acompañar a las naciones en la construcción de la paz, la justicia y la cooperación mutua para el bien común, en el respeto de la dignidad y los derechos de cada persona, hacia una fraternidad vivida no sólo entre los individuos, sino también entre los pueblos. Por eso, como voz moral, la Santa Sede se centra siempre en los valores de la justicia, la verdad y el bien, y cree siempre en la posibilidad de las personas -y en este caso de quienes tienen el poder de decidir- de cambiar las opciones más terribles y despiadadas y elegir caminos de bondad. En esta actitud, pues, se pueden encontrar vías y métodos para dar pequeños pasos, a menudo confidenciales y no oficiales, de facilitación y reanudación del diálogo, que pueden ir desde instancias humanitarias, o de otro tipo. Si el diálogo es sincero, aunque comience con pequeños pasos, se va construyendo y poco a poco puede reavivarse una luz de esperanza.

Usted fue la primera mujer nombrada subsecretaria de la Sección para las Relaciones con los Estados y las Organizaciones Internacionales. ¿Cómo vivió esta novedad en un contexto en el que ha desarrollado toda su experiencia profesional?

Fue una novedad que me sorprendió mucho: nunca había ocurrido que un laico, y menos una mujer, fuera llamado por el Papa a este servicio. Lo viví con este espíritu de novedad y de servicio, y cuando me encontré con el Papa Francisco la primera vez después del nombramiento, le dije: 'Intentaré hacerlo lo mejor posible'. Así lo intenté, también porque conjuntamente nació distintamente este Sector para las cuestiones multilaterales: se trataban, lógicamente también antes, pero se vio oportuno que fueran seguidas por un Subsecretario dedicado. Por supuesto, para la Secretaría de Estado era una novedad, por eso digo que el mío fue un "nombramiento profético" y creo que puede convertirse en una práctica normal en el futuro: el Papa Francisco quiere una mayor presencia de las mujeres allí donde se toman las decisiones, incluso aquí. En cuanto al contexto del trabajo, como usted sabe, el Sector está formado por personas de diferentes orígenes geográficos, hombres y mujeres, sacerdotes y laicos, y es precisamente esta característica de un entorno en el que todos pueden aportar su propia contribución lo que hace posible realizar el trabajo y ofrecer al Santo Padre y a las Misiones de la Santa Sede en los diversos contextos multilaterales lo que se necesita en este ámbito.

El Papa Francisco ha subrayado en repetidas ocasiones el papel especial de las mujeres en favor de la paz. ¿Cómo puede este llamamiento del Pontífice alentar el liderazgo femenino también en la esfera diplomática?

Hoy vemos que cada vez más mujeres desempeñan, aunque de forma más discreta y oculta, un papel decisivo en la vida política e internacional y en los procesos de paz: un espacio que esperamos sea ocupado cada vez más por mujeres, a las que el Papa Francisco anima y apoya. La intuición femenina y los talentos específicos de las mujeres que trabajan al servicio de la paz permiten una colaboración sana y enriquecida con los hombres cuando se les escucha en un plano de igualdad. No podemos generalizar: tenemos experiencias positivas y negativas. Sin embargo, por lo general, la mujer se inclina a buscar -incluso de forma obstinada y a menudo creativa- formas de cooperación en lugar de la competencia y la intimidación o la intransigencia, y suele estar atenta a las dimensiones interpersonales, a los mecanismos de relación en las comunidades locales, a los aspectos interculturales y trascendentales, así como a los problemas relativos a la vida cotidiana o a las necesidades de cuidado de la vida en sus distintas fases. Las mujeres también desempeñan un gran papel en la preservación de la paz, ya que son educadoras de la paz. Evidentemente, no se trata de excluir la racionalidad masculina, sino de integrar la aceptación del pensamiento diferente en una reflexión común.

¿Qué ha aportado su experiencia de vida y de fe en el Movimiento de los Focolares a su trabajo al servicio de la Santa Sede?

La espiritualidad y la acción del Movimiento de los Focolares se inspiran en lo que a veces se llama "el testamento de Jesús", su petición al Padre: "que todos sean uno". El ideal de la fraternidad universal, que, como escribe el Papa Francisco en Fratelli tutti, nos permite reconocer, apreciar y amar a cada persona, más allá de la proximidad física, más allá del lugar del mundo donde ha nacido o donde vive, me ha ayudado e inspirado mi trabajo en la Sección para las Relaciones con los Estados y las Organizaciones Internacionales. Una fraternidad vivida es ciertamente un sueño, pero es también un mensaje que podemos dar con nuestras vidas como cristianos, y también como miembros de la única humanidad. Otro don que recibí en el Movimiento y que he tratado de poner en práctica es el amor a la Iglesia, un amor que debe ser atento, concreto, libre: no siempre lo he conseguido, pero también me ha mantenido alegre en esta tarea que se me ha confiado.

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03 marzo 2023, 15:00