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Un año de guerra en Ucrania Un año de guerra en Ucrania  (AFP or licensors)

Gallagher: Guerra de Ucrania atroz, la Iglesia mantiene vivo el sueño de la paz

El Secretario para las Relaciones con los Estados explica a los medios vaticanos el papel de la diplomacia de la Santa Sede en el contexto de la guerra que estalló hace un año con el ataque ruso del 24 de febrero: junto a la cercanía al pueblo ucraniano, el objetivo es crear la posibilidad de negociaciones que conduzcan a la paz

Svitlana Dukhovych - Ciudad del Vaticano

A un año de la invasión rusa de Ucrania, el arzobispo Paul Richard Gallagher, Secretario para las Relaciones con los Estados, explica a los medios de comunicación vaticanos la acción diplomática de la Santa Sede para contribuir a poner fin a esta terrible guerra. Animando esta acción, dice, está "la iniciativa del Santo Padre" con sus constantes "llamamientos por la paz en Ucrania". Procuremos siempre que no se olvide "la atrocidad, la ferocidad de esta guerra", afirma el prelado, abiertos a la esperanza de "una eventual negociación" que conduzca a la paz. Recuerda su visita a Ucrania el pasado mes de mayo, de la que dice haber quedado "profundamente cambiado", y explica que la permanencia del nuncio apostólico en Kiev a pesar de la guerra significa querer compartir los sufrimientos del pueblo ucraniano: una decisión que forma parte de la naturaleza misma de la diplomacia de la Santa Sede.

Excelencia, el 24 de febrero de hace un año comenzó la invasión a gran escala de Ucrania por parte de la Federación Rusa. La guerra no parece detenerse. ¿En qué ámbitos se mueve la diplomacia de la Santa Sede para contribuir a poner fin a esta guerra y establecer la paz?

La diplomacia de la Santa Sede está guiada y animada sobre todo por la iniciativa del Santo Padre: es él quien vuelve una y otra vez en sus oraciones y en sus discursos -tanto en las audiencias generales como en la oración mariana del Ángelus de cada domingo- a los llamamientos por la paz en Ucrania. Y nosotros le seguimos. Procuramos tener siempre presente, como tantos otros, la atrocidad, la ferocidad de esta guerra que continúa a costa de tantas víctimas, tantos muertos, tantos heridos, familias dispersas. Esto es lo que nosotros tratamos hacer, manteniendo siempre una cierta disponibilidad hacia los actores para una posible negociación que debería poner fin a esta terrible guerra. Creo que este es nuestro papel. Si bien es difícil para Ucrania misma y para muchos otros hablar de diálogo y de paz, de reconciliación, esto es algo que la Iglesia, la Santa Sede y el Santo Padre, pueden hacer y deben hacer, y esto es fundamental: mantener presente el sueño de la paz. Comprendemos la dificultad para muchos, en este momento de sufrimiento, de pensar en la paz en estos términos, pero alguien tiene que hacerlo, porque al final habrá una conclusión de esta terrible guerra y esperamos que este fin llegue pronto.

Desde el punto de vista de la acción diplomática de la Santa Sede, ¿cuáles son los aspectos que hacen que esta guerra en Ucrania sea particular en comparación con otras guerras?

En primer lugar, hay que decir que se trata de una guerra en Europa. Nosotros europeos, después de la experiencia de la Segunda Guerra Mundial, pensábamos que nunca más habría una guerra y ahora vemos la realidad. Esto es importante. Además, es una guerra entre dos países que comparten una larga historia, muchos aspectos culturales y, no menos importante, la dimensión religiosa. Eso hace que esta guerra sea particularmente problemática. Todas las guerras son terribles, pero esta guerra nos enfrenta a una situación que es muy difícil para todos, porque, aunque reconocemos la gravedad de las acciones de Rusia, vemos que Rusia es un país muy importante, un país con una larga historia, y en última instancia debemos reconstruir una paz, una relación con esta Rusia en el futuro. Y esto también hace que el desenvolvimiento de la guerra sea especialmente difícil.

En mayo del año pasado visitó Ucrania, ¿qué significado tuvo para usted esta visita?

Tuvo un impacto muy profundo para mí. Cuando se va y se toca el sufrimiento de un pueblo, cuando se ven, como vi en Bucha y en otras ciudades, los hechos, la verdad de la guerra, el sufrimiento del pueblo, esto no puede no tener un impacto muy profundo. Cuando se tocan las llagas de este pueblo, esto te cambia para siempre, no es algo teórico, una noticia del telediario: es una verdad, el sufrimiento de un pueblo. Esto es lo que me ocurrió a mí. La experiencia de estar presente allí me cambió profundamente, ver el sufrimiento, ver también el valor del pueblo y también la complejidad de la situación.

Excelencia, desde el primer día de la guerra, el nuncio apostólico en Ucrania, el arzobispo Visvaldas Kulbokas, fue uno de los tres diplomáticos que quedaron trabajando en Kiev. ¿Cómo se tomó esta decisión y qué significado tuvo para la Santa Sede el hecho de que él, el nuncio, permaneciera allí?

En realidad, nunca se tomó una decisión, fue algo espontáneo. Todos estamos muy orgullosos de monseñor Visvaldas, que está llevando a cabo esta misión ,junto con sus colaboradores, con gran valentía, con gran determinación. Esto forma parte de la tradición de nuestra diplomacia. Pensemos también en el cardenal Zenari en Damasco, en Siria: también él permanece allí desde hace más de diez años, creo que casi doce, a pesar de esta guerra en Siria. Forma parte de nuestra tradición, porque nuestro compromiso no es un compromiso -digamos- político, en el sentido puramente diplomático, es un compromiso con un pueblo, con una Iglesia. Alguna vez, desde un punto de vista histórico, los nuncios han sido expulsados, por ejemplo, durante la Segunda Guerra Mundial y también más recientemente, pero no hacemos estas cosas voluntariamente, es algo que sucede. Podemos decir que la idea de quedarse, de compartir el sufrimiento de un pueblo, forma parte de nuestra diplomacia. El Papa no quiere imponer sacrificios y sufrimientos a las personas, pero quiere que este espíritu de solidaridad, esta cercanía suya se manifieste a través de sus representantes.

¿Cómo cree que el pueblo ucraniano puede aspirar a la paz frente a una continua agresión, una paz que el Papa Francisco no deja de invocar?

No dudo de que todos los ucranianos sueñen con la paz, esto es normal. Cuando los padres y las madres de familia miran a sus hijos, esperan que crezcan en un país en paz. Deben mantener este sueño, a pesar del sufrimiento, a pesar de las dificultades, a pesar de las relaciones obviamente tan dolorosas, en este momento, con Rusia y con los rusos. Pero también deben conservar -quizás incluso recordando los años de libertad, los años de paz que vivió ese país tras su independencia-, deben mirar hacia el futuro con un cierto optimismo, intentando pensar ya en la reconstrucción de este país. Habrá mucho que reconstruir y reconciliar en el país.

Gracias, Excelencia.

Gracias a Ustedes.

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23 febrero 2023, 10:00