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El cardenal Joseph Ratzinger El cardenal Joseph Ratzinger 

Ratzinger: "Dios excluye toda violencia"

De nuestros archivos, la entrevista realizada en el 2001 por Radio Vaticano al entonces Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe. Dios, el mal, el perdón, la colaboración con Juan Pablo II, los orígenes humildes, la "difícil tarea" en el antiguo Santo Oficio. "Me siento un hombre sencillo"

Antonella Palermo – Ciudad del Vaticano

Era el 12 de noviembre del 2001. Estábamos en el Palacio de la Congregación para la Doctrina de la Fe para realizar una entrevista con el entonces Prefecto, el cardenal Joseph Ratzinger. Ojos brillantes, la sonrisa a la que siempre nos tenía acostumbrados, modales discretos y ganas de hablar sin demasiados esquemas preestablecidos. La ocasión fue la publicación en Italia, dos meses antes, del libro-entrevista "Dios y el mundo. Ser cristianos en el nuevo milenio", escrito en conversación con el periodista Peter Seewald. Fue una conversación amplia en la que se tocaron diversos temas, incluida una mención a sus humildes orígenes en el pequeño pueblo de Baviera donde dijo que se sentía realmente como en su ambiente.

Me siento un hombre sencillo

El recuerdo de sus padres, de una bondad que también había contemplado los "no", lo importante – decía – es que procedan "no de un sentimiento de reivindicación, de poder", sino de "una bondad última, del deseo de hacer el bien al otro". Nos contaba con su proverbial amabilidad – esa misma amabilidad en la que tanto insistió el Papa Francisco en su homilía del Te Deum – admitiendo que en aquel momento no se sentía tan cardenal, sino más bien "un simple hombre". Aconsejó a los jóvenes que tuvieran confianza, confianza en una Iglesia que sobrevive, mientras que incluso los regímenes fuertes "han caído".

Dios es amor y llega hasta hacerse matar por nosotros

El libro-entrevista "Dios y el mundo" se publicaba en Italia tras los atentados terroristas contra las torres gemelas de Nueva York. Nuestra conversación fue, pues, la ocasión de volver sobre un tema crucial que le hubiera gustado incluir mejor en el texto y que hizo explícito ante nuestros micrófonos. Se trataba precisamente del "problema del abuso del nombre de Dios, en nombre de una religión politizada que está tan al servicio del poder que se convierte en un factor de poder". El cardenal explicaba entonces que, si se mira el rostro de Cristo, éste es el de un Dios que "sufre por nosotros y no utiliza la omnipotencia para regular con un golpe de poder las realidades del mundo, sino que va a nuestro corazón y a un amor que incluso se hace matar por nosotros".

Dios excluye todo tipo de violencia

Si miramos a Cristo, "tenemos la visión de un Dios que excluye todo tipo de violencia", decía. Palabras que, en el Día Mundial de la Paz, no pueden dejar de resonar con extrema actualidad. Premisas necesarias para otras palabras que resultan tan proféticas como siempre, si nos fijamos en el conflicto que está desgarrando el corazón de Europa en los últimos meses. El entonces Prefecto del Santo Oficio, invitado a precisar los términos del concepto "guerra justa", reiteraba lo que figura en el Catecismo de la Iglesia católica y añadía: "Creo que la tradición cristiana, sobre este punto, ha elaborado respuestas que deben actualizarse en función de las nuevas posibilidades de destrucción, de los nuevos peligros".

El hombre tiene el deseo de un más allá que de dulzura

"Dios no, religión sí": uno de los eslóganes mencionados en el libro escrito con Seewald y sobre el que Ratzinger explicaba cómo el hombre, por un lado, tiene un deseo natural de encontrarse con el infinito, con "un más allá que también de dulzura" y, por otro, sucumbe fácilmente a "una especie de misticismo anónimo" que da un pequeño respiro pero no exige un compromiso personal. Sin una respuesta individual – subrayaba – uno se queda en lo que llamó una ampliación del yo, pero que es "una cosa vacía", que acaba "en la prisión del yo".

Dios no es manipulable

Ratzinger señalaba el riesgo de crearnos un Dios según las propias necesidades y según la propia imagen: "Dios no es manipulable según mis ideas o deseos". Era algo que, a su juicio, reiteraba a menudo, dado el papel que desempeñaba en aquella época. Un papel – defender la verdad de Cristo en absoluta fidelidad a las Escrituras pero en la encarnación del tiempo presente – que desempeñó a lo largo de veinte años (de 1981 al 2005) que consideraba "una tarea difícil también porque el concepto de autoridad casi ya no existe". Que una autoridad pueda decidir cualquier cosa ya parece incompatible con la libertad de todos de hacer lo que quieren y sienten".

 

La Iglesia es el fundamento sobre el que poder vivir y morir

"Se busca una simplificación de la visión del mundo": Dios considerado como un mito, una gran personalidad humana, Dios cruel... El cardenal Ratzinger se daba cuenta de que la suya era una "profesión incómoda", que podía crear "reacciones negativas". Los encargados de “defender la identidad de la fe católica en estas corrientes pueden aparecer como opresores del libre pensamiento”, observaba.

No obstante, refería que muchos expresaban su gratitud "porque la Iglesia católica sigue siendo una fuerza que expresa la fe católica y proporciona una base sobre la que vivir y morir". Y esto – añadía – es lo que más me consuela y satisface. Ver a tanta gente agradecida por la voz de la Iglesia que "sin violencia" trata de responder a los grandes desafíos de nuestro tiempo. Esa Iglesia de la que, como Papa y luego como Papa emérito, fue un humilde servidor hasta el final.

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02 enero 2023, 14:54