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Leonardo Melki y Thomas Saleh, sacerdotes de la Orden de los Frailes Menores Capuchinos beatificados en Beirut Leonardo Melki y Thomas Saleh, sacerdotes de la Orden de los Frailes Menores Capuchinos beatificados en Beirut  

Semeraro: en las opciones cotidianas necesitamos el ejemplo de los mártires

En Beirut, la beatificación del padre Leonard Melki y del padre Thomas George Saleh, religiosos capuchinos asesinados en el siglo pasado durante la persecución de las minorías religiosas por parte del Imperio Otomano. Obligados a elegir entre la muerte o la conversión al Islam, se mantuvieron firmes en su fe. Presidía el rito el Prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos: si humanamente eran víctimas, como cristianos eran vencedores

Tiziana Campisi - Ciudad del Vaticano

Los mártires son aquellos que están heridos por causa de Cristo y, precisamente porque han sido heridos por su nombre, lo aman aún más, enseñaba San Ambrosio. Y mártires, asesinados in odium fidei, fueron Leonardo Melki y Thomas George Saleh, sacerdotes de la Orden de los Frailes Menores Capuchinos. Así lo explicó el cardenal Marcello Semeraro, prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos, durante la ceremonia de beatificación en Beirut (Líbano) de los dos religiosos. Su historia se entrelaza con el genocidio armenio, que también registró masacres de cristianos de otros ritos. La orden de las autoridades del Imperio Otomano de eliminar a los armenios y cristianos se remonta a finales del siglo XIX, pero la persecución se hizo especialmente violenta tras el inicio de la Primera Guerra Mundial. El movimiento nacionalista de los "Jóvenes Turcos" también quería extinguir las minorías religiosas y, en noviembre de 1914, el gobierno del Imperio Otomano exigió que los conventos de los Frailes Menores Capuchinos de la región de Mesopotamia fueran denunciados por ser ajenos al Imperio y hostiles al Islam.

El martirio de los dos religiosos

Víctimas de esta ola de odio fueron también los dos capuchinos que eligieron ir a la misión de Mesopotamia en aquellos años, cuenta el cardenal Semeraro, dedicándose al apostolado, predicando, administrando los sacramentos y enseñando en la escuela de la misión de Mardine. Fue en el convento de Mardine donde Leonard Melki decidió quedarse en diciembre de 1914, mientras todos los demás capuchinos se refugiaban en un lugar más seguro, para seguir cuidando a un hermano mayor. El 5 de junio de 1915, "fue detenido y posteriormente sometido a violencia y tortura", continuó el cardenal, "hasta que, junto con otros compañeros, fue asesinado con una piedra y luego con un puñal y una cimitarra". El padre Tommaso, en cambio, "en diciembre de 1914 fue acogido, junto con otros hermanos, en el convento de Orfa"; encarcelado, entonces, junto con ellos, "fue encarcelado en varias prisiones y sufrió varias marchas de la muerte y terribles torturas, también para hacerlo apóstata". A pesar de ello -añadió Semeraro en su homilía-, su serenidad y fortaleza son transmitidas en la Iglesia libanesa.

Pasión por la verdad hasta la abnegación

Si humanamente, los dos religiosos fueron víctimas, señala el Prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos, "desde la perspectiva de la fe cristiana, fueron vencedores". En este sentido, la "fortaleza" que les caracteriza no es "la voluntad de poder, que gobierna esos instintos de prevaricación y dominación, a los que tan dolorosamente asistimos a nivel personal, comunitario y social", afirma el cardenal. Si acaso, tal fortaleza es ese don espiritual "que en la doctrina católica se indica como la tercera virtud cardinal; una de las que, por cierto, constituyen las piedras angulares de una vida virtuosa". "No se trata, por lo tanto, de poner fuerza muscular -aclara el cardenal Semeraro-, sino de pasión por la verdad y amor al bien hasta la renuncia y el sacrificio de la propia vida. Y "la tarea de la Iglesia", subraya, "es también dar testimonio de esta fortaleza".

Valor don del Espíritu Santo

Y luego está la valentía, la valentía con la que el mártir elige ser testigo, un don del Espíritu Santo. "Los antiguos Padres nos dicen que los mártires son como los atletas -recuerda el cardenal Semeraro- que, liberados de las vestiduras que les impiden correr, inflamados por el Espíritu Santo corren al estadio para ganar la corona de la victoria. Son ejemplos que necesitamos, concluye el cardenal, citando la encíclica Spe salvi de Benedicto XVI, cuando, "en las pruebas verdaderamente serias de la vida (...) sucede que tenemos que tomar la decisión definitiva de anteponer la verdad a la riqueza, a la carrera, a las posesiones, a la certeza de la verdadera y gran esperanza". (...) Lo necesitamos para preferir, incluso en las pequeñas alternativas de la vida cotidiana, la bondad a la comodidad, sabiendo que así se vive verdaderamente la vida". 

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05 junio 2022, 10:37