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Cantalamessa: Eucaristía, presencia real de Cristo en la Iglesia

Las tradiciones latina, ortodoxa y protestante en relación con el misterio eucarístico fueron desarrolladas por el predicador de la Casa Pontificia, el Cardenal Raniero Cantalamessa, en su cuarta predicación sobre la Cuaresma, pronunciada este viernes 1º de abril.

Sebastián Sansón Ferrari – Ciudad del Vaticano

“¿Cómo afrontar un misterio tan elevado e inaccesible?”. Es la pregunta que se plantea el Cardenal Raniero Cantalamessa, OFMCAP, Predicador de la Casa Pontificia, al comenzar la cuarta prédica de Cuaresma. En la mañana de este viernes 1º de abril, desde el Aula Pablo VI y ante la presencia de los miembros de la Curia Romana, Cantalamessa dedicó su reflexión a una “breve peregrinación eucarística a través de las diversas confesiones cristianas”. También recogió algunas “cestas de fragmentos que han sobrado de la gran multiplicación de los panes que ha tenido lugar en la Iglesia”.

Según Cantalamessa, “la vía para ponernos en marcha sobre este camino del ecumenismo eucarístico es la vía del reconocimiento recíproco, la vía cristiana del ágape, es decir, del compartir, o de “las diferencias reconciliadas’, como dice nuestro Santo Padre”. No se trata –afirmó- de pasar por encima de las divergencias reales, o de disminuir en algo la auténtica doctrina católica, sino, más bien, de poner en común los aspectos positivos y los valores auténticos que hay en cada una de las tradiciones, de modo que podamos constituir una “masa” de verdad común que comience a atraernos hacia la unidad.

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El Predicador insistió en que la síntesis que debemos empezar a hacer es examinar las grandes tradiciones cristianas, para quedarnos “con lo bueno” de cada una, como nos exhorta el Apóstol (cf. 1 Tes 5,21). “Esta es la única forma en que podemos esperar llegar un día a sentarnos todos alrededor de la misma mesa”, puntualizó.
Una presencia real, pero escondida: la tradición latina

Cantalamessa subrayó que el centro indiscutido en la visión de la teología y liturgia latina es el momento de la consagración, del que brota la presencia real de Cristo. “En él Jesús actúa y habla en primera persona”, señaló, por lo que consideró que, en este enfoque, se puede hablar de un “realismo cristológico”.

Por un lado, explicó el concepto “realismo” recordando que “Jesús no es visto presente sobre el altar simplemente como un signo o un símbolo, sino en verdad y con su realidad”. Por otro, el purpurado enfatizó que el término “cristológico” se debe a que toda la atención se dirige a Cristo, “visto tanto en su existencia histórica y encarnada, como en la del Resucitado”. Cristo es, dijo, tanto el objeto como el sujeto de la Eucaristía, es decir, aquel que es realizado en la Eucaristía y el que realiza la Eucaristía.

“El concilio de Trento, a continuación, precisó mejor esta forma de concebir la presencia real, utilizando tres adverbios: vere, realiter, substantialiter. Jesús está presente verdaderamente, no sólo en imagen o en figura; está presente realmente, no sólo subjetivamen­te, para la fe de los creyentes; está presente sustancialmente, es decir, según su realidad profunda que es invisible a los sentidos, y no según su apariencia que sigue siendo la del pan y el vino”

La acción del Espíritu Santo: la tradición ortodoxa

La segunda visión analizada fue la ortodoxa, que resalta de manera especial la acción del Espíritu Santo en la celebración eucarística. De acuerdo con Cantalamessa, esta comparación ha traído sus frutos después del Concilio Vaticano II. “Hasta entonces, en el Canon Romano de la Misa, la única mención del Espíritu Santo era la que, por inciso, se hacía en la doxología final: ‘Por Cristo, con él y en él… en la unidad del Espíritu Santo…’. Ahora, en cambio, todos los cánones nuevos recogen una doble invocación del Espíritu Santo: una sobre las ofrendas, antes de la consagración, y otra sobre la Iglesia, después de la consagración”, apuntó.

 

Cantalamessa declaró que es importante tener en cuenta una cosa que nos permite ver cómo incluso la tradición latina tiene algo que ofrecer a los hermanos ortodoxos, y es que el Espíritu Santo no actúa separadamente de Jesús, sino en la palabra de Jesús. Para ilustrar este punto, recordó unas palabras de Jesús en el Evangelio según San Juan, en el que dice sobre el Espíritu Santo: “No hablará por su cuenta, sino que hablará lo que oiga… Él me dará gloria porque recibirá de lo mío y os lo anunciará” (Jn 16,13-14).

Por eso no hay que separar –continuó Cantalamessa-, y mucho menos contraponer, las palabras de Jesús (“Esto es mi Cuerpo”) de las palabras de la epíclesis (“Que este mismo Espíritu santifique estas ofrendas, para que se conviertan en el Cuerpo y en la Sangre de Jesucristo”).

“La llamada a la unidad para los católicos y los hermanos ortodoxos, se eleva desde las profundidades mismas del misterio eucarístico. Aunque el recuerdo de la institución y la invocación del Espíritu sucedan en momentos distintos (el hombre no puede expresar el misterio en un solo instante), su acción, sin embargo, es conjunta. La eficacia proviene, ciertamente, del Espíritu (no del sacerdote, ni de la Iglesia), pero dicha eficacia se ejerce en la palabra de Cris­to y a través de ella”

La importancia de la fe: la tradición protestante

Por último, el Cardenal Cantalamessa expuso sobre la visión protestante del tema en cuestión. “No nos detengamos enseguida en las consecuencias negativas sacadas, en determinados períodos del principio protestante según el cual los sacramentos no son más que ‘signos de la fe’”, reflexionó. Por el contrario, invitó a pasar por encima de la polémica y los malentendidos, y “démonos cuenta de que esta enérgica llamada a la fe es saludable precisamente para salvaguardar el sacramento y no hacer que degenere en una de tantas ‘buenas obras’, o en algo que actúa mecánica y mágicamente, casi a espaldas del hombre”.

En el fondo –aseveró el purpurado- se trata de descubrir el profundo significado de esa exclamación que la liturgia hace resonar al final de la consagración y que, en un tiempo –aún no nos acordamos de ello-, estaba incluso insertada en el centro de la fórmula de la consagración, como para subrayar que la fe es parte esencial del Misterio: Mysterium fidei, “Este es el misterio de nuestra fe”.

“La fe es necesaria para que la presencia de Jesús en la Eucaristía sea, no sólo «real», sino también «personal», es decir, de persona a persona. En efecto, una cosa es «estar» y otra «estar presente». La presencia supone alguien que está presente y alguien a quien se hace presente; supone comunicación recíproca, el intercambio en­tre dos sujetos libres que toman conciencia el uno del otro. Es mu­cho más, pues, que un simple estar en un determinado lugar”

Cantalamessa manifestó que “Lutero, que tanto ensalzó la función de la fe, es también uno de los que ha sostenido con mayor vigor la doctrina de la presencia real de Cristo en el sacramento del altar”. El predicador de la Casa Pontificia recordó las palabras de Lutero en el famoso coloquio de Marburgo de 1529, en el que afirmó:

“No puedo entender las palabras “Esto es mi cuerpo”, de manera distinta de como suenan. Tendrán que pro­bar los demás que allí donde dice “Esto es mi cuerpo”, no está el cuerpo de Cristo. No quiero escuchar explicaciones basadas en la razón. No admito disputa alguna sobre palabras tan claras; rechazo los argumentos de razón o de sentido común. Demostraciones ma­teriales, argumentos geométricos: rechazo todo esto por completo. Dios está por encima de las matemáticas, y hay que adorar y cumplir con estupor las palabras de Dios” (Lutero).

 

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01 abril 2022, 10:00