Covid: Después del Estado y el Mercado es la hora de la Comunidad

El Papa Francisco está seguro de esto y lo repite a todos: de la pandemia salimos mejores o peores. La crisis mundial exige un replanteamiento de los parámetros de la convivencia humana en clave solidaria. Sobre esta idea se basa el "Proyecto Covid - construir un futuro mejor", creado en colaboración por los dicasterios para la Comunicación y para el Desarrollo Humano Integral, que busca ofrecer un camino que desde el final de la pandemia lleve al inicio de una nueva fraternidad.

VATICAN NEWS

Los largos meses de la pandemia desencadenaron un replanteamiento de los modelos sociales. El Papa Francisco fue uno de los primeros líderes en establecer un grupo de trabajo, la Comisión Vaticana Covid-19, para producir una "visión" del futuro distinta y distante de la actual, que demostró ser frágil especialmente en la protección de los grupos sociales más frágiles. Entre los principales expertos se encuentra, sin duda, el economista Stefano Zamagni, que es Presidente de la Pontificia Academia de Ciencias Sociales desde 2019. La pandemia, dice Zamagni, "se había previsto desde hace años", pero sobre todo -observa- las pandemias en general están "estrechamente vinculadas" al modelo de economía producido por la globalización y la revolución digital. Dice que ahora es el momento de "revisar las reglas", una labor en la que deberían participar todos los responsables de las instituciones y de la sociedad civil.

Usted es parte de la Comisión vaticana COVID 19, el mecanismo de respuesta instituido por el Papa Francisco para hacer frente a una pandemia sin precedentes. ¿Personalmente, qué espera aprender de esta experiencia? ¿De qué manera cree que la sociedad en su conjunto puede inspirarse en el trabajo de la Comisión?

R. – La "Comisión Covid19" es el primer caso, en la historia reciente de la Iglesia Católica, de una iniciativa que se mueve en territorio de frontera entre la afirmación de principios universales y el compromiso directo en el campo por parte de instituciones eclesiásticas. En efecto, la función específica de la Comisión es estimular a entes públicos y agentes de la sociedad civil a actuar con rapidez, sugiriendo para ello líneas de acción estructuradas -por tanto, no meras propuestas- que procediendo de un tercero, es decir, por encima de las partes, no deberían encontrar hostilidad o desconfianza. Soy de la opinión de que así será.

El Papa Francisco pidió a la Comisión COVID 19 preparar el futuro en lugar de prepararse para el futuro. En esta empresa, ¿cuál debería ser el papel de la Iglesia Católica como institución?

R. – “Preparar el futuro", más que "prepararse para el futuro" es una expresión típica del “frame of mind” del Papa Francisco, cuya estructura filosófica es la del realismo histórico. "Preparar el futuro" significa alejar a nuestras sociedades de la tiranía del determinismo o del "pasado que regresa". La actitud de adaptación a lo existente es de quien no ama la libertad. La historia de dos mil años de la Iglesia es el testimonio más convincente de lo que significa "preparar el futuro". Pensemos, por ejemplo, en lo que significó el lanzamiento por parte de Benedicto de Norcia del famoso "ora et labora" y el modelo de organización de los monasterios que más tarde se convertirá en un punto de referencia esencial para la incipiente economía civil de mercado.

¿Qué lecciones personales (si es que las hay) ha aprendido de la experiencia de esta pandemia? ¿Qué cambios concretos espera ver después de esta crisis, tanto a nivel personal como mundial?

R. – Son tres las lecciones principales que aprendí de la pandemia: Ta pathemata mathemata (Herodoto, el sufrimiento enseña). Primero, la falta de prudencia de los gobiernos y otras instituciones - la "auriga virtutum" de Aquino. La pandemia había sido prevista desde hace años. El último informe de la OMS de septiembre de 2019, The world at risk, concluía con recomendaciones específicas de intervenciones dirigidas a los gobiernos. ¡Nadie se dio por aludido! En segundo lugar, la falta de humildad de los así llamados expertos. Así hemos aprendido que la ciencia no es capaz de garantizarnos la liberación del mal que muchos, considerando que no podían pedirla a las religiones, esperaban que pudiera venir de ellos.  En tercer lugar, las pandemias están estrechamente vinculadas al modelo económico que se ha venido imponiendo a nivel mundial desde los años ‘70, cuando la globalización y la revolución digital cambiaron radicalmente el escenario económico y social.

¿En qué modo esta pandemia se diferencia de las crisis anteriores en cuanto a sus efectos sobre el futuro de la humanidad? ¿Cómo pueden la economía y la ecología trabajar juntas para garantizar un futuro mejor, y a qué objetivos deberían aspirar? Esta crisis es una oportunidad sin precedentes para construir una economía regenerativa y lograr una verdadera "conversión ecológica". Sin embargo, en el mundo de los negocios y del sector público, se percibe la urgencia de volver rápidamente a la forma habitual de hacer negocios. ¿En qué modo puede ser estimulada la voluntad política de recomponer el sistema? ¿Podrán los líderes políticos y del mundo empresarial resistir la tentación de una recuperación económica rápida y no sostenible?

 

R. – Es cierto que la pandemia ofrece más de una oportunidad para revisar las reglas del juego económico y financiero.  Pero hay que quererlo.  ¿Quién no lo quiere?  En primer lugar, los líderes de negocios; en segundo lugar, las fuerzas políticas; finalmente, la mayoría de la gente común. Las razones son diferentes, pero el resultado es el mismo. El mundo de los negocios es refractario a encaminarse por un sendero transversal, del que conoce costos ciertos y beneficios inciertos. (Véase economía verde). Las fuerzas políticas, vinculadas como están al corto plazo, son reacias a aplicar políticas a largo plazo cuyos beneficios recaerían en otros actores. Por último, la misma sociedad civil está experimentando una situación de conflicto intergeneracional endémico. Las cohortes de joven edad piden un cambio radical, porque saben que lo que está en juego es su propio destino; no así las otras generaciones, que son mayoría numérica. (Véase la transición demográfica). Por eso, en una situación de estancamiento, una entidad como la Iglesia, con la autoridad que todos le reconocen, podría desempeñar un papel decisivo.

El peso mayor de la pandemia recaerá en los países en vías de desarrollo y pobres. ¿Qué propuestas presentaría para abordar la situación de los necesitados, para evitar que se expongan o sean expuestos a condiciones de vida insalubres y de explotación? 

R. – Está bien documentado que los costos económicos, sociales y humanos de las pandemias recaen principalmente en los segmentos más débiles de la población de los países desarrollados. De ello se desprende que las desigualdades, que ya son escandalosamente altas, aumentarán aún más en un futuro próximo. Por lo tanto, es necesario tener el coraje de decir, "apertis verbis", que en tales situaciones la estrategia reformista es de poca utilidad; más bien, es necesario implementar una estrategia transformadora como el Papa Francisco no se cansa de repetir. Concretamente, es necesario insistir, en la ONU, en que se organice una Nueva Bretton Woods. Aquella vieja de 1944 fue pensada y articulada para levantar y lanzar el mundo Occidental. La Nueva Bretton Woods debe apuntar a todo el mundo. Esto es ahora un objetivo técnicamente posible.

¿De qué manera cree que será posible involucrar a las grandes empresas (algunas de ellas al borde de la quiebra debido a la pandemia) en este proceso de regeneración?

R. – Las grandes empresas son decisivas para realizar la estrategia de transformación. Por lo tanto, se les debe presionar para que den seguimiento a lo que firmaron los 181 directores generales de las mayores y más influyentes corporaciones estadounidenses en su declaración del 19/8/2019. Se lee que la intención es reescribir las reglas del juego económico y, en particular, rever el "Código del Capital". Sabemos cómo podría suceder esto, así que ¿por qué no hacerlo? Esto podría ser la prosecución de la "Economía de Francisco" del próximo noviembre en Asís.

¿Cuál debería ser el papel de la política en este proceso de cambio? ¿Cuál es el papel de los ciudadanos, de las familias, de las comunidades y de la sociedad civil?

R. – La familia, la comunidad y la sociedad civil organizada son entidades fundamentales para iniciar y apoyar el proceso regenerativo. Sin embargo, es necesario decidir, de una vez por todas, sobre la concepción de la naturaleza de estos sujetos a la que se pretende adherir. Por un lado, la concepción aditivista, según la cual las actividades realizadas por estas entidades se suman a las realizadas por el Estado y el Mercado, entidades que son útiles, pero no indispensables para el progreso de la Sociedad. Por otra parte, la concepción emergentista, según la cual la misión propia de estas entidades es, en primer lugar, la de hacer visible lo que supone la introducción del principio de fraternidad en la acción económica. Por lo tanto, estos sujetos antes de valer por lo que hacen, valen por lo que son y por lo que testifican. Todavía hay demasiados que se contentan con la concepción aditivista.

El Papa pidió a la Comisión Vaticana COVID 19 "Preparar el futuro". En términos económicos y ecológicos, ¿qué futuro se imagina?

R. – El futuro que esperamos que se haga realidad es que se establezca definitivamente el modelo triádico de orden social: Estado, Mercado, Comunidad, que sustituya al actual modelo diádico de Estado-Mercado. En segundo lugar, espero que la perspectiva de la prosperidad inclusiva se convierta en el ideal histórico concreto en nuestra sociedad. Tercero, hago votos para que el concepto de desarrollo humano integral, tal como se define en la Laudato si', sustituya el ya obsoleto concepto de crecimiento. En nombre del crecimiento, se han cometido demasiadas injusticias y demasiadas ruindades contra la naturaleza.

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28 noviembre 2020, 13:00