2020.05.05  Caritas Palermo Covid-19 2020.05.05 Caritas Palermo Covid-19 

Desarrollo Humano Integral: migrantes en tiempos de pandemia

Como cada semana, la sección de Migrantes y Refugiados del Dicasterio para la Promoción del Desarrollo Humano Integral publicó su boletín, informando sobre la labor de la Iglesia en este tiempo de pandemia.

En el Boletín de esta semana, la sección de Migrantes y Refugiados presenta algunas iniciativas de la Iglesia en el mundo para asistir e integrar a las personas migrantes en el tiempo de la pandemia COVID-19. Líbano, México, Estados Unidos, Tierra Santa, España, Italia, Polonia y Ucrania, son algunos de los países donde se llevan adelante estos proyectos. Finalmente se presentan algunas reflexiones sobre el acompañamiento de migrantes en el período de confinamiento.

A continuación, los contenidos del boletín número 12:

En la actual pandemia del COVID-19, la Iglesia asiste a las personas desplazadas

Las consecuencias de la emergencia del COVID-19 han sido especialmente duras para los migrantes y los refugiados. En primer lugar, dado que ya se encontraban en una situación de vulnerabilidad, han sido uno de los grupos más afectados por la crisis económica. En segundo lugar, las políticas gubernamentales se han centrado en ayudar a los ciudadanos, olvidando, no siempre de manera involuntaria, a otras comunidades que viven en su país. Las organizaciones católicas que trabajan en primera línea han subsanado las deficiencias. Eso es lo que sucedió en el Líbano, donde 34 trabajadoras domésticas etíopes, se vieron obligadas a vivir en la calle, después de que sus empleadores las despidieran sin pagarles sus salarios durante meses. La legislación laboral libanesa no protege a las empleadas domésticas. Están bajo la responsabilidad de sus empleadores, quienes están legalmente obligados a pagarles el pasaje aéreo de regreso a su país. Atrapadas en Beirut, sin dinero ni pasaje de vuelta, acamparon durante días frente a la embajada de Etiopia, hasta que Cáritas se ofreció a acogerlas. Por su parte, la ONG italiana Comunità Volontari per il Mondo (CVM) ofrece asistencia a unas 649 trabajadoras domésticas etíopes, repatriadas a finales de mayo, en medio de la pandemia del COVID-19. El proyecto que han puesto en marcha en el país, “Ciclo Seguro de Migración de Mujeres”, cuenta con la financiación de la Agencia Italiana para la Cooperación al Desarrollo y se lleva a cabo en colaboración con las Cáritas de ambos países, Etiopía y Líbano, y el Centro de Misión Laica de Italia. Ayudan a los repatriados con urgentes necesidades sanitarias, psicológicas y económicas, mediante la entrega de una “bolsa de dignidad” que contiene artículos de primera necesidad, dispositivos de protección contra el coronavirus y un aporte económico de 3.000 birr, que equivale a unos 90 euros. También organiza cursos de formación destinados a ayudar a los migrantes durante la fase de reintegración en sus comunidades de origen.

Mons. Mark J. Seitz, obispo de El Paso, cruzó a pie la frontera entre los Estados Unidos y México, a la altura de Ciudad Juárez, para reunirse con mujeres que se dirigían a los Estados Unidos en busca de asilo y poder escuchar sus historias. En colaboración con el Hope Border Institute, ha puesto en marcha un proyecto para ayudar a las mujeres migrantes embarazadas que permanecen en Ciudad Juárez. El Obispo se reunió también con las organizaciones que apoya gracias a los recursos disponibles en el Fondo Fronterizo de Asistencia para Refugiados, como, por ejemplo, Derechos Humanos Integrales en Acción (DHIA) y los coordinadores del hotel filtro, un centro donde los enfermos de COVID-19 reciben atención médica. El Fondo se creó para apoyar a los migrantes y refugiados que se encuentran atrapados en Ciudad Juárez, como resultado de algunas políticas migratorias, como el programa “Permanecer en México”. La Iglesia de El Paso colabora con dicho Fondo ofreciendo ayuda a las mujeres embarazadas y a sus hijos. En dicha ocasión, Mons. Seitz también hizo una importante declaración sobre la suspensión del debido proceso en la frontera. “El respeto a la verdad me exige decir que el derecho fundamental a obtener asilo aquí en la frontera, realmente ha terminado”, afirmó.

La Iglesia de San Antonio en Jaffa (Custodia de Tierra Santa), es realmente una parroquia de migrantes y refugiados. Pone a disposición de sus fieles espacios destinados a reuniones y encuentros y ofrece celebraciones litúrgicas en varios idiomas para las diferentes comunidades. Gracias a estos espacios, los fieles de la comunidad cristiana de habla árabe establecieron una red de solidaridad para ayudar a los migrantes y refugiados que se encuentran en grave dificultad debido al COVID-19. La ayuda también llegó desde fuera de la parroquia, concretamente de miembros de otras confesiones cristianas. Durante el período de confinamiento se creó una red de medios de comunicación social, para que el diácono pudiera estar en contacto con los fieles. Se formaron grupos de oración que se encontraban para rezar juntos, a través de Whatsapp y Zoom. La emisión en “streaming” de celebraciones eucarísticas, así como la adoración, tuvieron una gran acogida por parte de los fieles. La pandemia ha conseguido que todas las comunidades parroquiales se conociesen mejor y se integrasen, superando así la desconfianza y los prejuicios.

Continúan los proyectos de integración a pesar de la pandemia

En España, el Secretariado Diocesano de Migraciones de Cádiz y Ceuta articuló una serie de medidas que han permitido seguir dando asistencia a todas las personas que salieron de sus hogares buscando un futuro mejor y ayudarles a integrarse en la comunidad local. La acción del Secretariado se divide fundamentalmente en dos áreas: la formación para la promoción y la integración socio laboral de los inmigrantes, y el acompañamiento humano y pastoral de los proyectos migratorios. El equipo de voluntarios ha continuado impartiendo las actividades formativas, como las clases de español o la preparación para la obtención de la nacionalidad española, de manera telemática, al igual que los servicios que se ofrecen desde el área social. Lo único que ha seguido funcionando presencialmente ha sido el proyecto de ayuda humanitaria en Tartessos. El equipo ha puesto en marcha actividades para ocupar el tiempo libre, talleres sobre la gestión de emociones, reuniones con los jóvenes acogidos, para valorar el funcionamiento de la casa, las normas y, en definitiva, hacerles entender por qué no se podía salir a la calle. Algunos muchachos han sufrido episodios de estrés y de ansiedad al haber dejado lejos a su familia, venir con unas pretensiones, saber que sus seres queridos están esperando ayuda económica para poder sobrevivir y ellos aquí, encerrados sin poder hacer nada. Desde el principio del confinamiento, el Secretariado puso en marcha una campaña de donativos a la que la gente ha respondido con una gran generosidad y que les ha permitido paliar las necesidades más urgentes.

Organizaciones católicas de los estados de Washington y Kansas, EE.UU., trabajan activamente para garantizar que los migrantes puedan acceder a los mismos servicios e información que los demás ciudadanos. La “Casa Hogar” y “Nuestra Casa” aunaron fuerzas para organizar a sus comunidades latinas y de migrantes, ya que la mayoría de los hispanohablantes no recibía ninguna información acerca de las órdenes de confinamiento. Juntas, difundieron información, en español y actualizada periódicamente, sobre el COVID-19, a través de la televisión y la radio, para cerciorarse de que todos recibieran el mismo mensaje. Catholic Charities of Northern Kansas utilizó la plataforma de Youtube para responder a las preocupaciones de su comunidad. Los migrantes expresaron el temor de que los oficiales de inmigración pudieran aprovechar esta circunstancia para detenerles e investigarlos, razón por la cual muchos no han buscado asistencia médica. Las organizaciones benéficas católicas aportaron recursos sobre el COVID-19 en su página web. En Sicilia, Italia, cuatro grupos: La oficina diocesana Migrantes, Cáritas diocesana, la parroquia de Santa Bárbara y la UISG (Unión Internacional de Superiores Generales), colaboran en un nuevo proyecto de acogida para migrantes, refugiados y solicitantes de asilo en la casa Santa Bárbara. La finalidad del proyecto es ofrecer a los recién llegados un hogar donde vivir dignamente, participar en cursos de formación y buscar oportunidades de empleo para alcanzar la autonomía y poder integrarse en la sociedad de acogida. Además de los voluntarios de Migrantes y de Cáritas, las familias que ejercen como tutores de estos jóvenes, les ayudan manteniendo con ellos un contacto parecido al que tendrían con sus padres, y esto les sirve para superar el sentimiento de desarraigo de sus seres queridos y les acompaña en la integración. El proyecto Casa Santa Bárbara comenzó a funcionar el 5 de marzo de 2020, unos días antes de que se decretara el confinamiento total, por lo que se va a sumar al proyecto “Apri” (Abre) de Cáritas Italiana.

Cáritas Polonia y Cáritas Ucrania han colaborado activamente para establecer centros de apoyo familiar en algunas ciudades ucranianas. El objetivo de dichos centros es ayudar a los desplazados internos a integrarse en la comunidad local, puesto que se vieron obligados a huir a causa del conflicto armado en el este de Ucrania. El modelo hace hincapié en la importancia del apoyo integral a la familia, gracias a la ayuda de un trabajador social y de un psicólogo. El proyecto, cofinanciado en el marco del programa de cooperación para el desarrollo, del Ministerio de Relaciones Exteriores de la República de Polonia, está actualmente en fase de pruebas, con la esperanza de poder desarrollar un modelo práctico de asistencia familiar, aún poco conocido en Ucrania.

Reflexiones sobre los efectos del confinamiento

El Padre Alfredo Gonçalves, un misionero scalabriniano de la parroquia de Santa Cecilia y San Pío X en Río de Janeiro observó, en una reflexión abierta, cómo el coronavirus se apodera de los que ya están al borde del abismo y los termina empujando hacia la tumba. Los migrantes, los refugiados y los solicitantes de asilo se encuentran, constantemente, en situación de extrema precariedad, lo que les hace más vulnerables y sentir más miedo de la comunidad que les rodea. La situación de precariedad crónica en la que viven, reduce su resistencia al virus, aumentando por el contrario, el peligro de enfermarse, que puede resultar letal. Sin embargo, “hoy día, toda la culpa de los desórdenes sociopolíticos, de las catástrofes naturales e incluso de las pandemias, tiende a recaer sobre los hombros de migrantes y refugiados, ya que la sociedad necesita identificar y castigar un chivo expiatorio”, afirmó el Padre Gonçalves. ¿Es esta la vuelta a la normalidad que todos perseguimos e intentamos recuperar? Podemos soñar y construir un futuro mejor y más justo, que el que dejamos atrás.

El P. Carlos Enrique Morales Portocarrero, un jesuita del Centro de Apoyo para Refugiados y Migrantes (CAREMI) en San Juan de Lurigancho, Perú, relata cómo buscó a Dios en vano, mientras trabajaba con migrantes en el contexto de la pandemia. Su presencia se había desvanecido entre llantos y súplicas de ayuda que salían del teléfono: niños hambrientos, familias en la calle, desahuciados sin medicinas, embarazadas abandonadas a su suerte. Hasta que un día, un sacerdote de ochenta años, nos propuso subir a la azotea y animar a los vecinos a tener un rato de oración desde sus ventanas. Aquella tarde, el P. Carlos descubrió que Dios guardaba silencio porque estaba otra vez clavado en la cruz y en su grito de muerte estaba contenido el grito agonizante de toda la humanidad. Estaba presente, solo que yo no lo había percibido. “Su descalabro había llegado hasta mí en la súplica descontrolada de una madre venezolana y en el llanto contenido de una familia infectada”, reveló el jesuita. De esta experiencia, concluyó que el lugar de los cristianos en medio de la pandemia esté al pie de esa cruz. Solamente a los pies del crucificado por la pandemia, tomaremos conciencia de nuestra propia limitación; fragilidad que, a fin de cuentas, conducirá a la humanidad a concebirse por primera vez desde la vida que se desgarra en esa misma cruz, es decir, desde el mundo desgarrado de los pobres y excluidos.

La pastoral de los migrantes debe hallar nuevas formas de desempeñar su misión en tiempos de pandemia y confinamiento. El lenguaje de los gestos y las sonrisas plantea un especial reto para una pastoral acostumbrada a signos fraternos concretos. Sin embargo, el Padre Carlos Caetano, Director del Servicio Nacional de Pastoral para Migrantes e Itinerantes, Francia, afirmó que el confinamiento había sido una oportunidad para la Iglesia para reforzar su colaboración con sus socios y apoyar aquellas campañas que hacen hincapié en la solidaridad a la hora de gestionar los flujos migratorios. Durante la pandemia se han reanudado un gran número de iniciativas caritativas, a la vez que se han creado nuevos proyectos de solidaridad específicos. El bloqueo total ha supuesto también un reto para las Iglesias locales, puesto que han tenido que encontrar nuevas formas de estar cerca de las personas vulnerables. Además de regular contacto telefónico que los agentes de pastoral mantienen con los migrantes, muchos capellanes de migrantes han copiado lo que muchos párrocos han venido haciendo: la transmisión por Internet, a través de las redes sociales, de celebraciones litúrgicas en la lengua materna de los fieles nacidos de la inmigración. También envían material para cursos de catequesis por correo electrónico u organizan cursos de catequesis por videoconferencia. “Gracias a la pandemia, cada uno de nosotros ha comenzado a comprender por qué un teléfono móvil y una buena conexión a Internet son tan importantes para los migrantes y los refugiados”, explicó el Padre Caetano. “Ha llegado el momento de que nuestros corazones cultiven esa virtud fundamental que anima los pasos de cada migrante: ¡la esperanza!”.

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08 julio 2020, 09:25