19 de julio. Museos Vaticanos: La belleza nos une

“La justicia existe: si ahora no se cumplen su triunfo y su plena aplicación, se cumplirán en un día tremendo, y nada pasará sin someterse al juicio. Llegará el día de la cosecha, y entonces la separación entre el bien y el mal será visible, tangible e histórica. El mal tendrá su castigo; el bien, su premio. Esta es la enseñanza del Evangelio. El bien es una cosa, el mal otra. No se pueden mezclar, aunque la realidad los muestre como en convivencia, entremezclados el uno al otro (…). El juicio moral, para un cristiano, debe ser severo, rectilíneo, constante, límpido y, en un cierto sentido, intransigente. Es preciso llamar a las cosas por su nombre: esto se llama bien, aquello se llama mal. Es decir: la conciencia nunca debe ser debilitada y alterada, o transformada en indiferente, impasible, porque no es lícito aplicar indistintamente los criterios del bien y del mal a la realidad social que nos rodea”