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Zenari: la pandemia sobre los escombros de Siria, una catástrofe inimaginable

El Nuncio Apostólico en Damasco describe la dramática situación humanitaria en Siria después de 9 años de guerra. La propagación del Covid-19 sería desastrosa para una población ya diezmada por la violencia. Lanza un nuevo llamamiento a la paz para luchar juntos contra la pandemia

Massimiliano Menichetti – Ciudad del Vaticano

En Siria, la guerra que ha durado 9 años ha matado a más de 380.000 personas y ha causado más de 12 millones de desplazados y refugiados. Una "situación inhumana", como Francisco ha reiterado repetidamente, pidiendo el fin de las hostilidades y la ayuda para los refugiados y los que sufren. El país, donde más de la mitad de los hospitales están en ruinas y carecen de agua, alimentos y medicinas, teme ahora la propagación del coronavirus. Se acerca la Pascua y "por primera vez en Siria las iglesias están cerradas", dice el Cardenal Mario Zenari, nuncio apostólico de Damasco:

Entre la población siria hay un nuevo temor. Las estadísticas oficiales informaron, a finales de marzo, de una docena de personas infectadas por el coronavirus, y ya se han reportado las primeras víctimas. Pero uno se pregunta si esto no es la punta de un iceberg. Si la pandemia se extendiera, sería una catástrofe inimaginable, teniendo en cuenta el hecho de que más de la mitad de los hospitales no están en funcionamiento debido a los daños sufridos por la guerra, que hay escasez de personal médico y sanitario y que cientos de miles de personas desplazadas viven en campamentos de refugiados superpoblados e insuficientemente equipados desde el punto de vista de la salud y la higiene. Alguno observa: "¿Cómo pueden lavarse las manos a menudo si están luchando por conseguir agua para beber?

Cardenal Zenari, ¿qué hace la Iglesia en este dramático escenario?

En primer lugar, los cristianos están siguiendo las directivas, aunque sean drásticas, emitidas por las autoridades en las últimas semanas. Por consiguiente, todas las iglesias están cerradas. Se están haciendo esfuerzos para continuar con los programas asistenciales y de salud, aunque con gran dificultad. Algunas de estas iniciativas humanitarias, apoyadas por la generosidad de muchos cristianos de todo el mundo, tuvieron que suspenderse lamentablemente hace unos meses debido a la crisis del Líbano y a las dificultades bancarias de ese país. Estas dificultades se agravaron ulteriormente hace unas semanas debido al cierre de las fronteras. Entre los numerosos programas humanitarios, cabe mencionar la asistencia médica gratuita ofrecida indiscriminadamente a todos los enfermos pobres por los tres hospitales católicos, a través de una iniciativa especial llamada "Hospitales Abiertos". El hospital ortodoxo griego y algunos pequeños dispensarios hacen lo mismo. "Pero, ¿qué es esto para tanta gente?" (Mt 14:17; Jn 6:9) cabe preguntarnos con los discípulos de Jesús, frente a una gran multitud de necesitados.

¿Existe el riesgo, en su opinión, de que el coronavirus haga olvidar quién sufre como consecuencia de la guerra o que haya quien se aproveche de esta situación?

Ya en los últimos años ha habido una disminución de la ayuda por parte de los particulares y de la comunidad internacional. Un poco como en todas partes en estos casos, después de nueve años de guerra, la gente y los medios de comunicación ya no están tan interesados en la tragedia que vive el pueblo sirio. El Papa Francisco, el 9 de enero pasado, con ocasión del intercambio de saludos de Año Nuevo con los embajadores acreditados ante la Santa Sede, hablando de Siria, observó cómo un manto de silencio corre ahora el riesgo de cubrir los sufrimientos soportados por el pueblo sirio durante los largos años de guerra. Una periodista siria, con el seudónimo de Waad Al-Kateab, que logró escapar con su hija hace tres años de Alepo y se refugió en Europa, escribió: "Los sirios somos dejados morir solos, sin que se hable de ello" (The New York Times International Edition, 07.02.2020). Existe el riesgo de que esto suceda, desafortunadamente, incluso si estalla la pandemia de coronavirus.

¿Cómo actúa la comunidad internacional, qué se necesitaría?

Muy apropiadamente, el Secretario General de las Naciones Unidas, Antonio Guterres, ha lanzado en los últimos días un apremiante llamamiento para un cese del fuego global e inmediato. Este mismo llamamiento fue repetido por el Papa Francisco en el Ángelus del domingo 29 de marzo, que al mismo tiempo subrayó la necesidad de crear corredores para la ayuda humanitaria. El Enviado Especial de las Naciones Unidas para Siria, Geir Pedersen, también hizo el mismo llamamiento urgente para una cesación del fuego inmediata, duradera y general en toda Siria para luchar juntos y superar el enemigo común COVID-19. Muy acertadamente, el Secretario General de las Naciones Unidas también alentó el levantamiento de las sanciones impuestas a ciertas naciones para garantizar alimentos y medicinas para combatir el COVID-19.

Esta terrible pandemia, que causa tanto temor en la población y preocupación entre los responsables de las naciones, debería ser una oportunidad para silenciar de una vez por todas las armas en Siria e iniciar una solución política justa. Sería imperdonable si fuera otra oportunidad perdida.

El 27 de marzo pasado, el Papa presidió un momento histórico de oración en el atrio de la Basílica de San Pedro con la plaza vacía, pero con él en la oración estaban personas de todos los credos de todo el mundo. ¿Qué significado tuvo este momento para usted?

Fue un evento único en la historia de la humanidad y la Iglesia, memorable, muy conmovedor. No hay palabras para comentarlo. Aquí en Siria, recordamos otro acontecimiento memorable, el del 7 de septiembre de 2013, esa vez con la Plaza de San Pedro abarrotada y unida en oración con el Papa Francisco por la paz en Siria, en un momento muy preocupante

Siria, ha dicho, está unida en la oración por el mundo entero...  

Siria, que lleva 10 años sufriendo un conflicto atroz, se siente solidaria, en este momento, con el sufrimiento de todo el mundo causado por el coronavirus. Muchos sirios expresan su sincera solidaridad con los italianos y con todas las personas contagiadas.

Eminencia, siempre ha presentado el drama que vive el atormentado pueblo sirio, pero al mismo tiempo nunca ha perdido la esperanza...

Jesús, nos dice el Evangelio, sintió una profunda compasión frente a la gente cansada y hambrienta que le había seguido durante tres días: "Me da pena esta multitud, porque hace tres días que están conmigo y no tienen qué comer. Si los mando en ayunas a sus casas, van a desfallecer en el camino, y algunos han venido de lejos” (Mc 8, 2-3). De la misma manera, cuando, al atardecer, todos los enfermos de la ciudad fueron llevados a él para ser sanados (Mc 1, 29-34; Lc 4, 38-41; Mt 8, 16). Lo mismo ante el único hijo de la viuda de Naim, que era llevado a la sepultura (Lc 7:11-15). Y luego la profunda emoción hasta las lágrimas frente a la tumba de su amigo Lázaro (Jn 11:35).

Dios no olvida a Siria y los otros dramas del mundo...

No cabe duda de que el Señor siente una profunda compasión al ver el sufrimiento que Siria ha estado padeciendo durante los últimos diez años y la tragedia que afecta a tantas personas infectadas con el coronavirus en tantas partes del mundo. Y como dijo al apóstol Felipe: "El que me ha visto, ha visto al Padre" (Jn 14, 8-14), vemos en él el corazón de Dios que se conmueve y siente compasión por las numerosas víctimas inocentes de la guerra, la violencia, los desastres naturales y el coronavirus. El sufrimiento de los inocentes, especialmente de los niños, que en Siria, y no sólo en Siria, son las primeras víctimas de la guerra, sigue siendo un misterio para nosotros, como nos ha repetido el Papa Francisco en repetidas ocasiones. Pero es cierto que la emoción y la compasión de Dios no permanece distante e inerte, sino que actúa, quizás no de manera milagrosa. A veces en formas que no imaginamos.

La compasión de Dios mueve a muchos a actuar ...

La compasión de Jesús hizo que sus discípulos actuaran: "Denles ustedes de comer”. Se pusieron a trabajar: "Aquí hay un niño que tiene cinco panes de cebada y dos pescados, pero ¿qué es esto para tanta gente?" (Jn 6.9). Ese muchacho inteligente y previsor no se escapó, sino que aceptó donar generosamente algo querido para él. ¿Cómo se llamaba, de quién era hijo, de qué pueblo venía? Ni una palabra de identificación. ¡Quizás es mejor así! Lo mismo con el buen samaritano. Sin nombre. ¡Quizás es mejor así! Porque ese niño y ese buen samaritano representan cientos de miles, millones de personas generosas que se conmueven y sienten compasión por los necesitados. El sangriento y largo conflicto sirio ha hecho aflorar muchas Verónicas, que secan muchos rostros desfigurados; cireneos que ayudan a tantas personas a levantarse; muchos Buenos Samaritanos, algunos de los cuales, a veces voluntarios, han perdido sus vidas inclinándose sobre los desafortunados. ¿Y qué decir de las muchas personas que han arriesgado y que arriesgan heroicamente sus vidas para asistir a los pacientes de coronavirus?

Tanta gente que ayuda, creyentes de todas las religiones y no creyentes...

Todas personas que prestan sus propias manos al corazón compasivo de Jesús, no sin la inspiración y el apoyo del Espíritu que sopla donde quiere y toca los corazones de Pedro, de Antonia, de Yussuf, de miembros de instituciones y organizaciones humanitarias, etc. Gente que un día, quizás sin saberlo de antemano, será escuchada. "A mí me lo hicieron". (Mt 25). Y hay muchas y variadas formas de solidaridad. Precisamente según lo que el Papa San Juan Pablo II describió en la Carta Apostólica "Novo Millennio Ineunte" como la "fantasía de la caridad" (NMI, n. 50). Menciono alguna de ellas, en este breve espacio, también para no equivocarme con muchas otras. Pero un día será necesario tratar de recordarlas todas, si es posible.

En estos tiempos difíciles, ¿cómo se están preparando para la Pascua?

Es un tiempo de preparación completamente nuevo, inimaginable, inesperado, difícil de describir. En todos estos años de guerra nunca ha faltado la celebración de los ritos de la Semana Santa, en horarios convenientes, incluso bajo el riesgo de bombas y morteros. Por primera vez en Siria, las iglesias están cerradas. En todo caso, la solemnidad de la Pascua se vive en unión con todos los cristianos del mundo, más allá de las particularidades y riquezas de su propio rito. La Pascua del mundo se vive tout-court. El misterio de la Pasión del Señor que está viviendo, en este momento dramático, toda la humanidad. La Resurrección con el sonido de las campanas y el silbido de las sirenas de las ambulancias.

¿Qué significado  tiene vivir la Resurrección de Cristo entre los escombros, en la devastación y la pesadilla de la pandemia? 

El Viernes Santo de 2012, el sacristán de una parroquia en Homs le preguntó al párroco: "Padre Fadi, ¿dónde debo preparar el "Calvario" para la liturgia de hoy?".  El pastor respondió: "Toma una larga cuerda, rodea los barrios destruidos, cierra el perímetro, y luego pon una gran inscripción 'Calvario'". Este Viernes Santo, esa cuerda, después de 10 años de indecibles sufrimientos, muerte y destrucción, debe ser muy larga. Miles de kilómetros de largo. Larga cuanto el perímetro de Siria, y debe abrazar también todas las regiones del mundo afligidas por Covid-19. La inscripción "Calvario" debe ser plantada en el globo terrestre.

¿Cuál es su oración por Siria, por el mundo?

A veces, rezo según la antigua y solemne fórmula litúrgica recitada en circunstancias particulares por la Iglesia: "A peste, fame et bello libera nos Domine! ("¡Líbranos, Señor, de la plaga, el hambre y la guerra!") La guerra en Siria aún no ha terminado. Además, 8 de cada 10 personas viven por debajo del umbral de pobreza. Y la amenaza de la terrible pandemia está a la vuelta de la esquina. Además, a menudo me dirijo a la Virgen María con una de las más antiguas invocaciones marianas que se originaron en Oriente Medio: "Sub tuum praesidium confugimus Sancta Dei Genitrix ... sed a periculis cunctis libera nos semper Virgo glorosa et benedicta" ("Nos refugiamos bajo tu protección, Santa Madre de Dios... líbranos siempre de todo peligro, oh Virgen gloriosa y bendita"). Y suplico a los santos Cosme y Damián, hermanos médicos que curaban gratuitamente a los enfermos del norte de Siria. Según una antigua tradición, sufrieron el martirio en el año 303. Son los santos patrones de los médicos y farmacéuticos.

S.E. Cardenal Zenari, Nuncio Apostólico en Damasco
S.E. Cardenal Zenari, Nuncio Apostólico en Damasco

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04 abril 2020, 13:00