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Tercera Predicación de Adviento: Jesucristo es el Dios vivo

“A Dios nadie lo ha visto nunca”. Con este tema como telón de fondo, el Padre Raniero Cantalamessa, Predicador de la Casa Pontificia, ofreció al Papa y a los miembros de la Curia Romana su tercera Predicación de Adviento

María Fernanda Bernasconi – Ciudad del Vaticano

El Santo Padre asistió la mañana del penúltimo viernes de diciembre, a partir de las 9.00, en la capilla Redemptoris Mater del Palacio Apostólico, a la tercera y última Predicación de Adviento del Padre Raniero Cantalamessa, Predicador de la Casa Pontificia, junto a los demás miembros de la Curia Romana.

“A Dios nadie lo ha visto nunca”. Es el tema que sintetiza la reflexión que ofreció el Predicador, quien comenzó recordando, tras saludar a los presentes: “El Dios vivo es la Trinidad viviente, dijimos la última vez. Pero nosotros estamos en el tiempo y Dios está en la eternidad”. Por esta razón formuló las preguntas: ¿Cómo superar esta “infinita diferencia cualitativa”? Y ¿cómo “tender un puente sobre semejante abismo infinito?”.

Entre nosotros y Dios se elevan tres muros de separación

La respuesta – agregó el mismo Padre Cantalamessa – está en la solemnidad que nos disponemos a celebrar. Sí, porque como dijo: “El Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros”. Y completó su razonamiento citando a un teólogo bizantino que afirma que “entre nosotros y Dios se elevan tres muros de separación: el de la naturaleza, porque Dios es espíritu y nosotros somos carne; el del pecado y el de la muerte”.

A la vez que destacó que el primero de estos muros “ha sido abatido en la Encarnación, cuando la naturaleza humana y la naturaleza divina se unieron en la persona de Cristo”. En cambio “el muro del pecado fue abatido sobre la cruz”, y “el muro de la muerte en la resurrección”.

De modo que “Jesucristo – dijo el Predicador – es ahora el lugar definido del encuentro entre el Dios vivo y el hombre viviente. En él, el Dios lejano se ha hecho cercano, el Emmanuel, el Dios-con-nosotros”.

Citando a San Buenaventura, por su calidad de filósofo y teólogo especulativo, el Predicador explicó que identifica siete escalones para los cuales el alma asciende hacia el conocimiento de Dios. A saber:

“La visión de él a través de sus vestigios en el universo; la contemplación de Dios en sus vestigios en este mundo sensible; la contemplación de Dios a través de su imagen impresa en las facultades naturales; la contemplación de Dios en su imagen renovada por los dones de la gracia; la visión de la Santísima Trinidad en su nombre, es decir, el bien y el rapto místico del alma en el que cesa la obra del intelecto mientras que el amor pasa totalmente a Dios”.

Nadie viene al Padre si no es por medio de mí

El Padre Cantalamessa aludió al evangelista Juan, a quien pidió encomendarse para que nos ayude a hacer de la búsqueda del Dios vivo algo más que una simple “investigación”: una “experiencia” de él, no sólo conocerlo, sino un “sentimiento” vivo.

Y pasó revista de las palabras más explícitas con las que Jesús mismo se presenta como el definitivo revelador de Dios. “Cada una de estas palabras es capaz, por sí sola – dijo – de llevarnos al borde del misterio y hacernos asomar sobre un horizonte infinito”.

Llegado a este punto, citando a Juan enumeró algunos pasajes que enriqueció con otros autores: “A Dios nadie le ha visto jamás: el Hijo unigénito, que es Dios y está en el seno del Padre, es él quien lo ha revelado”; “Yo y el Padre somos una sola cosa”; “Yo soy el camino, la verdad y la vida. Nadie va al Padre si no por medio de mí”; y “Cuando yo sea levantado de la tierra (¡sobre la cruz!), atraeré a todos hacia mí”.

El Paráclito guiará a la verdad plena

El Predicador recordó asimismo que al hablar del papel de Cristo con respecto a las personas que viven fuera de la Iglesia, el Concilio Vaticano II afirma que “el Espíritu Santo, en un modo conocido sólo por Dios, da a toda persona la posibilidad de entrar en contacto con el misterio pascual de Cristo”, es decir, con su obra redentora. Con lo cual – prosiguió – “llegamos así a la última etapa de nuestro camino, el Espíritu Santo”.

Y citando nuevamente a Juan, lo hizo recordando que al término de su vida terrena Jesús decía: “Muchas cosas tengo todavía que decirles, pero por el momento no son capaces de asumir su peso. Cuando venga él, el Espíritu de la verdad, los guiará a toda la verdad, porque no hablará por sí mismo, sino que hablará de todo lo que oiga, y les anunciará las cosas futuras. Él me glorificará, porque recibirá de lo que es mío y se los anunciará. Todo lo que posee el Padre es mío; por eso he dicho que tomará de lo que es mío y se lo anunciará”.

En el Espíritu Santo es Jesús quien nos revela al Padre

Aquí el Predicador destacó que “el hombre que se dispone a hablar de Dios, con cualquier argumento, si es creyente, debe recordar que ‘los secretos de Dios nadie los ha podido conocer nunca, sino el Espíritu de Dios’. El Espíritu Santo es el verdadero ‘ambiente vital’, donde nace y se desarrolla toda auténtica teología cristiana. El Espíritu Santo es el espacio invisible en el que es posible advertir el paso de Dios y en el que Dios mismo aparece como una realidad viva y activa. El Dios vivo, a diferencia de los ídolos, es un ‘Dios que respira’ y el Espíritu Santo es su respiración”. Y esto – dijo – es verdad también respecto de Cristo”.

Entre otros conceptos destacó que a quien buscara a Dios en otros lugares, sólo entre las páginas de los libros o entre los razonamientos humanos, habría que repetirle lo que el ángel dijo a las mujeres: “¿Por qué buscan entre los muertos al que vive?”. Y reafirmó que del Espíritu Santo – como escribe san Basilio – depende “la familiaridad con Dios”. Es decir, depende si Dios nos es familiar o por el contrario ajeno, “si somos sensibles, o bien alérgicos a su realidad”.

Y el Verbo se hizo carne

Al concluir, y antes de desear al Santo Padre y a todos los presentes una feliz Navidad, el Padre Raniero Cantalamessa les dijo que una meditación sobre el papel de Cristo revelador único del Dios vivo sólo podía concluir con el Prólogo de Juan, no como un pasaje del Evangelio para comenta, sino como un himno de alabanza que brota desde el corazón para gloria de la Santísima Trinidad.

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21 diciembre 2018, 13:45