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Sínodo. Los jóvenes, lugar de Dios: que la Iglesia escuche y dé testimonio veraz

Segunda Congregación General del Sínodo de los Obispos sobre “La juventud, la fe y el discernimiento vocacional”. Los trabajos se abrieron con el testimonio de uno de los 49 auditores, seguido por las intervenciones de los Padres sinodales sobre la primera parte del Instrumentum Laboris.

Isabella Piro - Ciudad del Vaticano

Escucha: es éste el término que más resonó en el Aula del Sínodo esta mañana. Para la Iglesia, la escucha no es una investigación sociológica o pedagógica; es un modo de ser y una cuestión teológica, como nos advierte el libro de Proverbios. Es de la escucha que deriva la capacidad de la Iglesia de dejarse tocar por los desafíos y oportunidades que ofrece el mundo de la juventud.  Después de todo -como atestigua un auditor- los jóvenes de hoy buscan esencialmente el diálogo, la autenticidad, la participación; quieren ser escuchados y guiados para comprenderse mejor a sí mismos, donde están, intelectualmente, espiritualmente, emocionalmente, socialmente y espiritualmente. Aquí es donde necesitan testigos vivientes de la evangelización.

Los jóvenes, el lugar de Dios

Los lugares donde practicar esta escucha fue otro de los temas de la segunda Congregación General. Y la respuesta fue que la Iglesia debe estar en los lugares del mundo, en su propio tiempo. No se trata de esperar a que los jóvenes vengan a la Iglesia, sino de cómo llevar la Iglesia a los jóvenes. A los migrantes, que en su mayoría son jóvenes. A los que practican deporte. A quién es descartado. A quien cae en el pesimismo. A aquellos que son víctimas de la cultura del compra-usa-desecha. Las parroquias se convierten entonces en lugares de encuentro que hay que relanzar para que no sean lugares de "domesticación", sino de encuentro. Para que también la Iglesia, escuchando a los jóvenes, sepa ver en sus miradas el futuro al que deben responder. Para ello, es necesaria una nueva actitud de la Iglesia, una actitud que inspire confianza, cercanía, esperanza; es necesario un diálogo pastoral que esté lejos del clericalismo. El joven es un 'lugar de Dios', porque es en él donde Dios se hace presente, afirman los Padres sinodales, exhortándose mutuamente a un testimonio más verdadero de vida y de fe. Y por ello creíble.

Los jóvenes, en efecto, no sólo deben hacer la Iglesia, sino ser Iglesia. Su mirada está dirigida hacia el futuro y el futuro es ilimitado: si, de hecho, los adultos custodian, el joven dinamiza. De ahí la llamada a escuchar más a los jóvenes, descifrando sus aspiraciones más profundas, porque cuando la Iglesia acepta a un joven, ella misma cambia y evoluciona, con un enriquecimiento mutuo.  De ahí también las disculpas por no haber sido capaces de incluir como Iglesia, como Pueblo de Dios; por parecer distantes, poco acogedores, poco creíbles; casi rendidos, casi como si una mentalidad anticonceptiva hubiera llevado a las familias, a las diócesis, a las órdenes religiosas a renunciar a generar vocaciones. A ser acompañados cuando se pide seguir a Jesús como discípulos, y se dice que nada es tan bello como la aventura del Evangelio. Pero hay tantos sacerdotes y bautizados que llevan a cabo su misión con alegría. Y esto es una señal del futuro. Los jóvenes lo saben. Y la Iglesia se los puede decir. No renuncien a Jesús por culpa nuestra. No abandonen a la Iglesia, ayúdenla a ser más fiel.

Relanzar la familia, tutelar a los migrantes

Es central, pues, la llamada a la familia, núcleo primario de la transmisión de la fe, un espacio que hay que apoyar porque es en él donde se alimentan el amor, la confianza, el diálogo y el perdón. El Aula del Sínodo no olvida el tema de los migrantes: los más jóvenes son a menudo víctimas de abusos y de explotación y para ellos, la fe, junto con la educación y la cultura, se vuelven fundamentales para integrarse en los países de acogida. La Iglesia debe ayudarles, recuerdan los Padres sinodales, pero también los jóvenes migrantes pueden ayudar a la Iglesia a descubrir y comprender mejor las inseguridades y las aspiraciones de sus coetáneos, con los que comparten una situación de incertidumbre, de "todavía no". Muchos jóvenes experimentan también el drama de la distancia de sus familias de origen, que han emigrado a otros lugares para trabajar, y es precisamente para estos jóvenes que los Pastores pueden convertirse realmente en Padres.

Abuso, un crimen que no debe tener cabida en la Iglesia

Otro tema abordado por los Padres sinodales es el del abuso, un crimen que socava la confianza de los jóvenes en la Iglesia, humillándola. Esta cuestión debe abordarse con valentía y honestidad: pidiendo perdón por las fallas de los obispos y de otros, en dar respuestas apropiadas en los casos de abuso; y en el hacer todo lo que estaba a su alcance para salvaguardar a los jóvenes.

Necesitamos reflexionar sobre la sexualidad

En este contexto, se pide también una reflexión sobre la sexualidad, un don del Señor, sobre el que los jóvenes exigen una palabra constructiva a la Iglesia. La sexualidad no debe ser ignorada, rechazada o idealizada, dicen los Padres sinodales, sino que es necesario reinventar para ella un acompañamiento pastoral adecuado, que cambie la mentalidad y las estructuras eclesiales, incluso ante el consumo abusivo de la pornografía, la sexualidad precoz, los abortos voluntarios tan comunes entre los jóvenes.

¿Cómo vencer la "cultura del descarte"?

La mirada del Sínodo se extiende entonces a todas las situaciones de sufrimiento de los jóvenes, víctimas de la "cultura del descarte": prisioneros, afectados por adicciones o problemas de identidad, incluidos sexuales. Si la Iglesia parece haber perdido la capacidad de acercarse, entonces debemos aprender a escuchar el grito de los que sufren, porque los jóvenes no son una amenaza, sino una bendición, son una llamada a la atención. Los jóvenes deben ser tomados en serio, se dijo en el Aula, porque son los portadores de profundas preguntas de calidad profunda. La Iglesia debe, por lo tanto, ser empática con ellos, no pensar en resolver las cosas imponiendo prohibiciones sino que más bien debe promover el discernimiento, la conciencia, mirando a la persona, no reduciendo todo a categorías que clasifican.

El deporte, instrumento de evangelización para los jóvenes

Los Padres Sinodales se detienen también en el deporte como instrumente de evangelización de los jóvenes:  desporte y fe se necesitan mutuamente para formar la mente, el cuerpo y el espíritu, y por lo tanto para formar al hombre en su integridad. Es necesario, por tanto, relanzar la Pastoral del deporte, para no poner en peligro sus valores de juego y sus normas morales, dentro de las cuales hay lugar para Cristo.

Elegidos los miembros de la Comisión de Información

Por último, hay que señalar que ayer por la tarde, al final de la primera Congregación General, se eligieron los miembros de la Comisión para la Información, uno por cada continente. Estos son sus nombres: para África, el Card. Wilfrid Fox Napier, Arzobispo de Durban; para Oceanía, Mons. Anthony Colin Fisher, Arzobispo de Sydney; para América, el Card. Gérald Cyprien Lacroix, Arzobispo Metropolitano de Quebec; para Europa, el Card. Christoph Schönborn, Arzobispo Metropolitano de Viena; para Asia, el Card. Luis Antonio Tagle, Arzobispo Metropolitano de Manila.

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04 octubre 2018, 17:10