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El Rosario por el Papa en Santa María la Mayor, Reina: Transformando el dolor en esperanza

El día del traslado de sus restos a San Pedro, el vicario general de la diócesis de Roma dirige la oración mariana por Francisco. En el cementerio de la basílica liberiana, las velas al pie de la Salus Populi Romani arden como los corazones de los fieles: aunque probados, todavía iluminados por la luz de la “fe”. La vida, no la muerte, subraya el cardenal, "es la última palabra".

Edoardo Giribaldi - Roma

Los discípulos de Emaús, figuras perdidas en el crepúsculo de la fe, se convierten en el rostro de la Iglesia en camino, cansada por el dolor y a veces incapaz de reconocer al Resucitado «en el momento de la prueba». Así describe hoy el cardenal Baldo Reina, vicario general de la diócesis de Roma, a la comunidad cristiana reunida en oración en torno al Papa Francisco, que el lunes 21 de abril regresó a la Casa del Padre. En el silencio lleno de recuerdos que acompaña estos días, el amor del pueblo no se desvanece. Se convierte en un gesto, en una voz, se convierte en Rosario. En la escalinata de la Basílica de Santa María la Mayor –donde el Papa pidió ser enterrado– los fieles se reúnen en torno a la Salus Populi Romani , el icono mariano tan querido por él, que también esta tarde vela por las oraciones junto a su imagen.

«La experiencia pascual», afirmó el cardenal Reina al introducir los Misterios Gloriosos del Rosario, «ofrece una respuesta siempre nueva a quienes se preguntan sobre el sentido del sufrimiento y de la muerte». Palabras que se convierten en caricia para un pueblo probado, un “corazón” colectivo ciertamente “probado”, tal vez “apagado”, pero que deja filtrar la luz cuando se deja “iluminar por la fe”. La Salus , ante la cual el Papa rezaba antes y después de cada Viaje Apostólico, se invoca ahora con más fuerza que nunca . Para que ese “dolor” se transforme en “esperanza”. Porque – recuerda el vicario – “la vida”, y no “la muerte”, “es la última palabra”.

Durante todo el día, una fila silenciosa y emocionada pasó por la Puerta Santa de la Basílica de San Pedro, como una peregrinación del alma hacia una última e íntima despedida del Papa. Incluso para los visitantes de la Capilla Paulina, corazón renacentista de Santa María la Mayor, los pasos se vuelven más lentos y el silencio más profundo. Aquí, entre lapislázuli y recuerdo, los fieles visitan el lugar donde descansará Francisco. Y se abrazan, como para darse el coraje de volver a creer. Transformar el vacío en camino, el duelo en horizonte. Tal como enseñó el Papa Francisco, hasta el final.

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23 abril 2025, 22:30