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Almuerzo del Papa con los pobres de la Misión: menú de amor y empatía

Finalizada la misa en el Foro Itálico de Palermo, el Papa Francisco se trasladó a la "Misión Esperanza y Caridad" fundada por el hermano Biagio Conte

María Cecilia Mutual – Ciudad del Vaticano

160 pobres, migrantes, ex detenidos y voluntarios esperaron con emoción la llegada del Papa Francisco a la “Misión Esperanza y Caridad” fundada por el misionero italiano Biagio Conte, para tratar de responder a las dramáticas situaciones de pobreza y marginación de su natal Palermo. Entre globos blancos lanzados hacia el cielo y la aclamación de un coro de niños que repetían los versos de una canción diciendo "Francisco, Francisco",  el Papa llegó a su cita, después de haber celebrado la Misa en el Foro Itálico de Palermo, en memoria del Beato Mártir Pino Puglisi.

Un momento de comunión del Papa con los huéspedes de la Misión,  que además hospeda a otras 1300 personas que fuera del comedor, almorzaron, al mismo tiempo, con el Santo Padre.

Juntos en el mismo barco, por un mundo mejor

Acompañando al Pontífice, se encontraba el Arzobispo de Palermo, mons.  Corrado Lorefice, que lo guió al interior de la misión mientras, al exterior, unas 50 personas le daban una calurosa bienvenida. Dentro del edificio, para recibirlo y con la intención de comunicar un mensaje al Santo Padre, lo esperaba una escultura realizada con material de reciclaje representando una embarcación, obra de un carpintero sordomudo de origen tunecino. La obra fue completada por la comunidad femenina de la misión que incluyó figuras que representan a personas de todo el mundo, como lo son ellas mismas, de diversas nacionalidades. Y el mensaje que hicieron llegar al pontífice fue: "Todos estamos en el mismo barco para construir juntos un mundo mejor".

Menú seleccionado a base de “cercanía”

Además de la acogida simbólica y el calor humano de todos los que lo recibieron y de los voluntarios que lo atendieron, el Papa gozó de un almuerzo a base de aceitunas aliñadas, queso, pan, ensalada de arroz, cuscús, pollo empanizado, ensalada y pasteles preparados por las monjas de varios países de la misión femenina. Todos productos cultivados en las misiones de Tagliavia, Scopello y Villa Florio.

Pero, sobre todo, el Papa Francisco disfrutó de un momento de comunión, escucha, empatía y cercanía y dió “concreción a la propia fe”, como él mismo dijo en su discurso en Plaza Armerina, reconociendo “en estos sufrimientos humanos las mismas heridas del Señor”.

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15 septiembre 2018, 14:30