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Diálogo con China: no hay una varita mágica

En mérito a la “cuestión china”, hay una serie de señales que indican que se está llegando a una transición importante, aunque si – tal como expresado en un comunicado de la Oficina de Prensa, el 29 de marzo pasado - un Acuerdo entre China y la Santa Sede no parece inminente.

Sergio Centofanti y P Bernd Hagenkord, SJ

Desde hace tiempo han iniciado los contactos entre representantes de la Santa Sede y de la República Popular China para tratar de resolver, en modo constructivo y no conflictivo, algunos problemas de la Iglesia, a partir del delicado e importante tema del nombramiento de los Obispos: se trata de un acercamiento pastoral que busca emprender una forma de cooperación que pueda ser beneficiosa para todos, sin tener la presunción de poder resolver todos los problemas existentes casi con un toque de varita mágica.

A ese fin resultó propicia la intervención del cardenal secretario de Estado, Pietro Parolin, en una entrevista otorgada al periódico italiano “La Stampa”, en la que, respondiendo a las preguntas del periodista, dijo, entre otras cosas: “Como es bien sabido, con la aparición de la ‘Nueva China’ han habido momentos de graves contrastes y de agudos sufrimientos para la vida de la Iglesia en ese gran país. Sin embargo, a partir de los años ochenta del siglo pasado, se pusieron en marcha los contactos entre representantes de la Santa Sede y de la China Popular, los cuales conocieron diversas etapas y acontecimientos alternos. La Santa Sede ha siempre mantenido un enfoque pastoral, tratando de superar las contraposiciones y mostrándose dispuesta a un diálogo respetuoso y constructivo con las autoridades civiles. El Papa Benedicto XVI representó muy bien el espíritu de este diálogo en la Carta a los católicos chinos del año 2007: “no puede buscarse la solución de los problemas existentes a través de un conflicto permanente con las Autoridades civiles legítimas” (n.4). En el pontificado de Papa Francisco, las tratativas en curso se mueven exactamente siguiendo esta línea: apertura constructiva al diálogo y fidelidad a la genuina tradición de la Iglesia”.

Con la instauración en China del nuevo régimen político comunista, consecuencia de la revolución de Mao Tse Tung – que tuvo como objetivo ideal la liberación de las multitudes del dominio occidental, de la pobreza, de la ignorancia, de la opresión de las viejas clases dirigentes, pero también de la idea de Dios y de la religión – inició una fase histórica particularmente difícil, fuente de agudos sufrimientos para muchos pastores y fieles.

Más tarde, a partir de los años ochenta, algo comenzó a cambiar también en China. Cierto, la ideología aún existe y últimamente hay señales de un cierto endurecimiento, sobre todo en los aparatos encargados de la seguridad y de la reglamentación de la vida socio-cultural. Pero, tal vez, esto también es señal de la necesidad de poner un poco de orden en un crecimiento económico impetuoso que, por una parte, ha producido bienestar y creado nuevas posibilidades y espacios de vida haciendo emerger aspiraciones comunes a todas las personas del mundo, y por la otra, ha llevado a una cierta confusión, con fenómenos de desarraigo social entre los trabajadores, tasas elevados de corrupción en las clases pudientes, debilitamiento de los valores tradicionales, en especial en las nuevas generaciones.

Sin embargo, tal vez la rigidez ideológica no pueda ser una respuesta adecuada a cambios tan profundos que tocan también la esfera religiosa de la vida. Hoy la Santa Sede está disponible, en un clima de diálogo respetuoso, a aportar la contribución que le compete en la promoción del bien de la Iglesia y de la sociedad. Los fieles católicos de todo el mundo, por su parte, no pueden no sentir que este hecho les compete de cerca, porque se trata no de los asuntos de un País lejano, sino de la vida y de la misión de la única Iglesia de la cual todos somos miembros, cualquiera sea el lugar en el que vivimos. De allí el compromiso de no promover confrontaciones polémicas, sino de acompañar este delicado momento de la Iglesia en China sobre todo con la oración, para que dé nuevo impulso a la obra de evangelización. El mensaje de Jesús no puede ser ajeno al horizonte humano y espiritual de un País tan grande.

El presente texto es el primero de una serie sobre el tema del Diálogo con China

 

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02 mayo 2018, 11:00