· Ciudad del Vaticano ·

Entrevista con el Padre Juan Gabriel Arias, misionero argentino en Mozambique

Dar la vida ejerciendo mi servicio sacerdotal

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28 marzo 2020

Mientras la crisis sanitaria del coronavirus absorbe la atención y los recursos de los países ricos con la fuerza de una centrifugadora, la otra mitad del planeta espera con tensa preocupación lo que se les viene encima. África ha sido el último gran continente del mundo al que ha llegado la pandemia. Allí el coronavirus se ha ido colando y cada vez hay más regiones con casos. Para algunos países del continente, el coronavirus puede ser una tormenta perfecta con forma de problema sanitario y, sobre todo, de crisis económica para la que carecen de red de seguridad. “Si el Coronavirus se extiende por Mozambique, esto va a ser una verdadera catástrofe”, cuenta  padre Juan Gabriel Arias un sacerdote misionero argentino de la misión San Benedicto de Mangundze, una pequeña localidad ubicada a 240 kilómetros de Maputo, la capital del país y a 35 kilómetros de Xai-Xai, capital de la provincia de Gaza. Prefiere poner el foco de atención en lo inmediato: la falta de terapias intensivas y de tubos de oxígeno en los servicios de salud y el miedo de las personas “a morir como perros porque los hospitales no tienen la infraestructura necesaria”. La alerta es máxima. Mozambique ha decidido prohibir los vuelos desde países en los que hay contagios registrados e implementar en todo el país una cuarentena obligatoria por un mes como medida de prevención. 

Sin embargo, el principal problema es la falta de recursos, tanto materiales como humanos, en los sistemas sanitarios. La directora nacional de Salud Pública de Mozambique, Rosa Marlene, ha reconocido abiertamente a la agencia EFE  que el país no tiene “la capacidad para abordar y diagnosticar el coronavirus. Tenemos otros problemas de salud en este momento”. 

Mozambique se enfrenta cotidianamente a altos índices de sida, malaria y tuberculosis con 0,075 médicos por cada 1.000 habitantes e infraestructuras inadecuadas para el aislamiento de enfermos. 

¿Cambia el escenario en Mozambique tras el brote de coronavirus en algunos países africanos?

Sin dudas. En el día de hoy (26 marzo) en Mozambique ya contamos con tres casos. Al primer caso se han sumado velozmente otros dos más, entre ellos el primer contagio local de una mujer mozambiqueña contagiada por otra persona sudafricana. En los hospitales faltan camas y respiradores, los médicos son pocos y servicios como el agua corriente son un lujo. El coronavirus llegó a decenas de países africanos y las previsiones de los expertos son funestas. Si bien el gobierno ha adoptado medidas urgentes y ha restringido el ingreso al país, poniendo en cuarentena a las personas que vienen desde afuera, en algunas zonas preocupa el incumplimiento de las normas por parte de quienes piensan que pueden escapar  de la cuarentena y se desplazan de una región a otra. Creo que de ahí va a llegar  la principal fuente principal de contagio. En particular en mi zona donde hay una grandísima movilidad de trabajadores entre Sudáfrica y Mozambique. Los jóvenes piensan son inmunes. Es  una situación difícil.

¿Cómo está reaccionando la comunidad de Mangundze ?

La gente tiene miedo de caer nuevamente en una situación similar a la que han vivido durante la época de la guerra, cuando todas las familias tenían un familiar o un ser querido muerto. Piensan que va ser igual y hay mucho miedo y mucho temor entre la población de “morir abandonados como  perros”. 

Tienen miedo además porque entienden que el sistema de salud no está en condiciones de hacer frente a una crisis de tal magnitud.   Recordemos que cuando hay algún brote de cólera o algún problema por el estilo no hay camas necesarias para todos. En la provincia de Gaza, dónde se encuentra mi comunidad, el hospital provincial  más cercano se encuentra a unos 40 kilómetros y en él acaba de inaugurarse una terapia intensiva con 10/12 camas para servir una población de dos millones de personas. Y nosotros somos relativamente afortunados porque hay otras comunidades que tienen que viajar 700/800 kilómetros para poder acceder a un hospital. El problema es que no hay respiradores , no hay oxigeno.

¿Cómo es la situación actual en la ciudad? ¿Qué medidas tuvo que tomar para hacer frente a esta situación extraordinaria?

En muchos países de África, lavarse las manos ya era un lujo, ahora es peor. Con la pandemina golpeando a la puerta, ese lujo es una necesidad urgente.  Y sabemos que el agua es uno de los elementos más importantes para luchar contra el contagio del virus, y aquí es un bien escaso. 

En mi aldea, el agua se obtiene de un pozo en donde hay una sola bomba y donde acuden madres y niños. Se concentran todos alrededor de esa fuente de agua, lo que la convierte en un peligroso foco de contagio. No sólo porque todos tocan la barra de la bomba, sino porque se junta mucha gente. Por lo tanto, he alertado a las autoridades, quienes nos han sugerido poner un balde con agua y jabón para lavarse las manos antes y después de sacar el agua del pozo. Pero también nos han sugerido de poner un balde con agua y lavandina para desinfectar después de que  cada persona lo utilice. Otro tema importante es la prevención. Acá no hay electricidad y por lo tanto ni TV ni radio. Y la gente no sabe cómo prevenir. Hemos formado un primer grupo de jóvenes, para difundir los comportamientos adecuados para la prevención frente al coronavirus,  y en estas horas están  ya brindando información a las familias dejando un folleto explicativo durante las visitas en las casas. Cada día, una zona.

En Italia mueren sacerdotes como sus fieles, sin misa ni rito fúnebre.  Y el coronavirus se está cobrando la vida de numerosos sacerdotes.  Usted està en primera línea desde hace tiempo , ha visto guerras,  epidemias y  desastres naturales, ¿piensa suspender su actividad en Mozambique en este momento?

Jamás. Si llega la epidemia tengo que estar junto a mi comunidad para dar la extremaunción o despedir a “nuestros” muertos en los funerales. Y si me va la vida en eso, que así sea. Qué mejor que dar la vida ejerciendo mi servicio sacerdotal.

de Silvina Pérez