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Ante la contingencia… ¡Confiar! Ante la contingencia… ¡Confiar! 

Ante la contingencia… ¡Confiar!

Esta segunda ola de contagios no es una novedad, es parte del rebrote que todo el mundo está padeciendo y México no está exento. Sin embargo, el jesuita Genaro Ávila-Valencia, estudiante de filosofía y escritor, invita a transformar la desolación en consolación y buscar motivos para confiar.

Genaro Ávila-Valencia, SJ - México

De acuerdo con el último reporte de la Secretaría de Salud, en México tenemos al día de hoy un total de 901,268 casos confirmados de coronavirus y 89,814 defunciones. Es verdad, es más fácil irnos tras la nota roja porque es más llamativa y parece que genera mayor conmoción, tan es así que el presidente de la República, Andrés Manuel López Obrador, debido a los casi 90 mil fallecidos por Covid-19 en este país latinoamericano, decretará tres días de luto nacional el próximo fin de semana. Además, pondrán una ofrenda en Palacio Nacional. Esta segunda ola de contagios no es una novedad, es parte del rebrote que todo el mundo está padeciendo y nuestro país no está exento. Sin embargo, considero que siempre hay motivos para no dejar desfallecer a la esperanza, siempre hay motivos para creer, esperar y confiar; ninguna noche oscura es eterna. Por ejemplo, una cifra que parece desapercibida es el número de recuperados que en total suman 659,473 personas. El binomio de fe y realismo nos impulsa a mirar la vida con ojos contemplativos y transformar, ayudados de la gracias del Señor, la desolación en consolación, por más difícil que parezca.

La absurda pretensión de eliminar toda la incertidumbre

La absurda pretensión de eliminar toda la incertidumbre de nuestra vida y desvanecer lo más que se pueda la contingencia, ambas cosas ¡tan humanas!, nos aturde y nos afanan cada día y todos los días: Planeaciones estratégicas, objetivos a corto, mediano y largo plazo, evaluaciones pragmáticas para determinar si llegamos del punto A al punto B y un largo etcétera. Humanamente experimentamos un terror casi insoportable a no saber; sentimos, casi siempre, una imperante necesidad de tener fórmulas matemáticas para calmar la angustia de la irresolución. Experimentar nuestra fragilidad en intemperie nos parece nada menos que imposible. No obstante, la vida se nos presenta como un don fugaz, un camino que sólo se hace al andarlo, muchas veces a oscuras, como en una interminable noche que se va iluminando a cada paso que damos.

No siempre hay certezas absolutas: la única certeza es nuestro Señor

No pretendamos certezas absolutas, no siempre las hay por más que nos cueste creerlo. Quizá éste sea un tiempo privilegiado para poner nuestra confianza en Alguien mayor, más allá del tan imperante paradigma tecnocrático que nos gobierna. Confiemos en que no estamos desprovistos en esta aventura, somos hijos e hijas de la fe y no de la pura racionalidad. Somos hermanos de la confianza y no de la sola frialdad calculadora. Si por nuestros miedos le quitamos el misterio a la vida, muy pronto nos quedaremos sin nada. Acoger la vida con todos sus matices, asumirla con todas sus tonalidades y agradecerla con todos sus ritmos, es una forma de abrirnos al misterio inefable de la vida que redunda siempre en una firme esperanza y una transparente confianza.

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29 octubre 2020, 13:37