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Covid-19. Mel y Lariza: juventud y esperanza en la ribera del río Paraguay

Los Bañados es el nombre con que se designa a los barrios situados en las riberas del río Paraguay y son habitados por personas de escasos recursos económicos; sin embargo, esta región de la capital paraguaya, Asunción, se caracteriza por la organización comunal y los gestos solidarios. Hoy Vatican News recoge los testimonios de Mel y Lariza, dos jóvenes comprometidas con el bienestar de su comunidad.

Manuel Cubías – Ciudad del Vaticano

“Caminamos hasta el fondo, ya muy cerca del río y llegamos a una de las viviendas muy precarias. Allí veo a un niño de apenas un año cuya vida está atada a un tanque de oxígeno. Su madre lo cuida al igual que a sus cinco hermanos. Su papá trabaja fuera de casa. No necesito más motivos para apoyarlos, que la vida misma que los mantiene”. Estas son las palabras de Lariza Maldonado. Ella tiene 18 años de edad y forma parte de una organización de jóvenes voluntarios del Centro Paraguayo Antonio Guash, CEPAG.

Aunque nació y creció en el barrio, hoy es voluntaria. Todos los días, al ingresar a los hogares bañadenses, a Lariza le conmueve especialmente el modo de vida de este niño, uno de los tantos que viven en cama por problemas de salud.

En los barrios de los Bañados, la mayoría de los adultos no tiene empleo formal. Familias enteras trabajan en la zona llamada Cateura, un vertedero donde se deposita toda la basura de Asunción y alrededores. Aquí los gancheros o recicladores aguardan la llegada de los camiones recolectores de basura, la recogen y clasifican para luego venderla. Algunas personas también se dedican a la crianza de animales domésticos. Otras tienen puestos de venta ambulante, generalmente de comidas, pero todos los puestos fueron cerrados en la fase uno de la cuarentena. Y si bien desde fines de mayo de a poco se reabrieron algunos locales con todas las medidas de bioseguridad, en los sectores más vulnerables el hambre ataca.

Mel Mancuello tiene 17 años. También es bañadense, voluntaria, y junto a otros jóvenes recorre por las mañanas los barrios de los Bañados, desde que empezó la cuarentena por el Covid-19 en Paraguay, el 11 de marzo pasado. “Vamos con todas las medidas de seguridad, mascarillas, alcohol, y caminamos desde el río hasta la zona más alta. En muchos hogares encontramos personas con algún tipo de discapacidad, abuelos, abuelas que no pueden movilizarse, entonces les llevamos las donaciones de víveres:  ropas, sábanas, frazadas y verduras para las coordinadoras de las ollas populares”, comenta.

Una abuelita me dio la bendición

A Lariza le conmueven los afectos.  “Una abuelita me dio la bendición y me puso muy feliz. Sentí que debía sonreír siempre. Ese su “Dios te bendiga” me hizo sentir muy agradecida”, cuenta. Mientras no se le borra de la mente un niño de 12 años con hidrocefalia. “Eso me tocó demasiado”, expresa.

Un problema frecuente en esta zona de la ciudad es la dificultad para pagar los costos de la salud, que no siempre es gratuita. En sus recorridos conocen casos de enfermos a quienes acompañan hasta la Clínica San Cayetano. Allí, la Unidad de Salud Familiar (USF) de la comunidad los atiende o los deriva al hospital más cercano, al Hospital Barrio Obrero. Una expresión de solidaridad son las polladas, que consisten en la venta de adhesiones para retirar porciones de pollo con ensalada. Así ayudan a las familias. En esas polladas también participan Mel y Lariza.  

Paraguay

Las historias de Mel y Lariza hablan de Paraguay en el corazón de América del Sur. Un país con poco más de siete millones de habitantes, con un 23.5 por ciento de su población en la pobreza, es decir, más de un millón y medio de personas. De estos, 770 mil viven en las ciudades, como la gente de Los Bañados.

El significado de vivir en la pobreza en el área urbana se traduce en vivir con $107 dólares de los Estados Unidos de América al mes, con la falta de servicios básicos y de protección social. En Paraguay la pobreza afecta más directamente a las mujeres y a los indígenas. El 60 por ciento de la población posee un trabajo informal.

En la actual emergencia sanitaria causada por el Covid-19, particularmente en el tiempo de la cuarentena, se limitaron más los ingresos de los paraguayos pobres, haciéndolos más vulnerables.

Mel describe la situación de los gaucheros o recolectores de residuos en el principal vertedero de Asunción, a orillas del río Paraguay: “ya no trabajan porque la zona fue cerrada. Pero necesitan comer. Son más de 700 personas aproximadamente que ya no tienen ingresos”.

Las mujeres siempre encuentran el camino

Las ollas populares resultaron una respuesta efectiva al hambre, al desempleo, al aislamiento, a la pobreza y a la soledad. Desde el inicio de la cuarentena por Covid19, las mujeres cocinan y multiplican las 46 ollas populares de 14 organizaciones para alimentar a más de 40.000 personas en los Bañados, según la última movilización de fines de mayo, donde sus lideresas salieron a las calles a pedir al Estado la provisión de insumos.

A noventa días de iniciada la cuarentena, y a pocos días de iniciar la Fase 3 de apertura en la mayoría del país, Paraguay registra uno de los índices más bajos de contagio del Covid19 en la región, con 1.379 casos, 871 de ellos recuperados y 13 fallecidos, hasta el día 21 de junio. Pero el alto costo socioeconómico desde su inicio, el 11 de marzo, solo se pudo mantener con las ollas populares en todo el país, sostenidas por la tremenda solidaridad ciudadana, en medio de la serie de denuncias por la tardanza en la implementación de los programas de asistencia estatal.

Vy’arenda

De niñas, Mel y Lariza participaban en Vy’a renda, “lugar de la alegría, de la felicidad” en idioma guaraní. Se trata de un Centro de Educación no formal, fundado en el 2004 que, con apoyo de la organización Fe y Alegría, enseñaba por las tardes sobre cómo cultivar huerta, jardinería, música, fútbol, cocina y danza. Los docentes y voluntarios acompañaban de cerca a los niños y jóvenes, quienes a su vez invitaban a sus pares para jugar y participar en apoyo escolar. “Muchos se sorprendían al descubrir el talento de niños y jóvenes de nuestro barrio. Como si no fuéramos capaces”, recuerda Mel.  Este lugar cerró. El CEPAG los invitó a organizarse como voluntarios en esta época de pandemia. Hoy son seis mujeres jóvenes. Invitaron a sus madres para participar en las ollas y “merencenas” (merienda-cena para niños).

 “Me motiva mi gente, los jóvenes que viven en medio de la violencia ¡y que también tienen tanto talento!”, asegura Mel.  Ella ejecuta el chelo. Relata que otros son guitarristas, saxofonistas, clarinetistas y algunos participan en un coro de cuatro voces. Recuerda con cariño a una de las trabajadoras sociales y profesora de arte, Lidia Morel, quien les escuchaba con atención y conseguía becas de diversas instituciones.

Sin duda, el arte en Vy’arenda las ayudó a compartir sus sentimientos. “La danza paraguaya me ayudó a ser libre, a expresar con el cuerpo lo que sentía cuando teníamos muchos problemas o estábamos contentos”, expresa Lariza.

“Tenemos esperanza en nuestra gente más necesitada, y cuánto más cerca viven del río, mayor es la generosidad”, cuenta Mel. Acababan de llegar a la vivienda de una chipera (vendedora de chipas, alimento tradicional paraguayo), que por la cuarentena ya no podía salir a vender. “Ella vive con su marido y nieta, en una casa muy precaria a orillas del río. Les llevamos víveres. Pero nos sorprendió cuando salió a recibirnos porque nos dijo: ‘Nosotros ya retiramos el kit del colegio de mi nieta. Ya tengo para esta semana. Entreguen a quienes más necesitan. Hay niños que no van a la escuela y no recibieron nada.’ Esos gestos nos inspiran profundamente para seguir trabajando por nuestra comunidad”, asegura Mel, con mucha esperanza. Mel y Lariza también trabajan para la radio comunitaria Solidaridad, 93.5 FM, del Bañado Sur.

Agradecemos el apoyo incondicional de Estela Núñez y de Myriam Benegas para la realización de este artículo.

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Mel y Lariza. Los Bañados, Paraguay
22 junio 2020, 11:59