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África: Padre Mveng, el árbol baobab africano asesinado hace 25 años

Hace 25 años, una biblioteca africana en Camerún llamada Engelbert Mveng se quemó en circunstancias absurdas.

Camille Mukoso S.J. - Ciudad del Vaticano

Fue Amadou Hampâté Bâ quien dijo: "En África, cuando un anciano muere, una biblioteca se quema". Ya han pasado 25 años desde la muerte de un hombre que la memoria africana no debe arrojar al olvido: El primer jesuita camerunés, el Padre Engelbert Mveng. Historiador, teólogo, filósofo, antropólogo y artista, el padre Mveng fue asesinado el 23 de abril de 1995. Aunque las circunstancias de su muerte aún no han sido dilucidadas, su pensamiento lleva un poder, nunca extinguido, que logró colocarlo entre los heraldos de una África decidida y liberada. Su obra teológica, con profunda preocupación por la inculturación, tiene el pleno mérito de estar incluida en el glorioso panteón de las obras maestras africanas.

Recurrir al espejo del pasado

La originalidad del pensamiento del padre Mveng radica sobre todo en el hecho de que inició su reflexión teológica y filosófica a partir del pasado del hombre africano. Su recurso a la historia no es de ninguna manera un encarcelamiento de una nostalgia estéril o una desolación perpetua del doloroso recuerdo de un paraíso perdido. El teólogo camerunés ve en el pasado del hombre negro el lugar para comprender su presente. A este respecto, destaca dos momentos de la historia que, según él, vaciaron al africano de su energía y recursos productivos: la trata de esclavos y la colonización.

África en la Iglesia: La preocupación por la inculturación

Según el primer jesuita camerunés, la trata de esclavos representa la aniquilación antropológica de los africanos, es decir, la reducción de la humanidad africana a la nada. La colonización, en cambio, es el momento de su empobrecimiento antropológico, es decir, el momento en que el africano se empobrece, no en primer lugar materialmente, sino en la raíz de su humanidad. A partir de entonces, dos preguntas fundamentales y recíprocas trazarán los surcos de su reflexión: "¿África, al convertirse en cristiana, prolonga su experiencia religiosa para su realización histórica y su propia superación? ¿El cristianismo, al convertirse en africano, también continúa su propia experiencia religiosa para su realización histórica y su propia superación?”.

Una teología inculturada

Las respuestas del teólogo camerunés parten de una aclaración inequívoca: "Del animismo, las religiones tradicionales africanas han pasado a reconocerse como prácticas iguales a las demás religiones, tanto que la afirmación del monoteísmo es firme.  El padre jesuita Yvon Elenga, que hace hincapié en este aspecto, también señala que "el monoteísmo negro-africano es anterior a la Biblia y al Corán. Todos los testimonios antiguos, los de Grecia desde Homero y las leyendas de Moisés son unánimes en este punto".

Así, para el padre Mveng, el patrimonio africano constituye al mismo tiempo una apertura y una presencia eficaz hacia el encuentro de "posibilidades de acogida del Evangelio". Según él, evangelizar a África "es permitir que Dios nos hable en nuestro idioma, es también permitir que le respondamos". En este sentido, la Biblia no es otra cosa que la palabra de Dios dirigida a los africanos en su situación concreta, como fue el caso de los romanos, los griegos, los pueblos de la Edad Media y los de los tiempos modernos. La conclusión del autor es sencilla: "El cristianismo en suelo africano debe tener en cuenta todos los valores culturales y tradicionales que constituyen su sustrato espiritual.

El deber de recordar

También es digna de mención la contribución del padre Mveng a la redacción del texto "Personalidad africana y catolicismo", una reflexión elaborada con ocasión del Concilio Vaticano II. La posteridad también recordará que fue una de las primeras voces que evocó la necesidad de un Consejo Africano, que se hizo efectivo en 1994 con el Sínodo sobre África. Desde el punto de vista del arte y la espiritualidad, se recordará el Vía Crucis, escrito y dibujado por el propio autor, titulado "Si alguno".  Los dibujos están directamente inspirados en el arte tradicional africano, especialmente en el arte de Bamoun, un pueblo de las montañas del oeste de Camerún. Todos los rostros son máscaras simplificadas: la máscara, tradicionalmente, designa una función. Para dar sólo un ejemplo, Cristo lleva la máscara que está en el centro de todas las expresiones y símbolos. "Es bicolor, rojo y negro. Como una corona de espinas, lleva un gorro de fibras y púas, que se pega a su cabeza. Sus ojos están bajados, para significar que la dimensión interior de su Pasión está más allá de todo lo que se puede ver, y este recuerdo simboliza el don libre y total de su vida".

El comienzo de la vida de un jesuita: Siguiendo el camino del peregrino

Figura destacada de la teología africana, Engelbert Mveng nació el 9 de mayo de 1930 en Enam-Nkal, en el sur del Camerún. Entró en el seminario menor de Akono en 1944 y pasó 5 años allí. Después de un año de estudio en el seminario mayor de Yaundé, fue admitido como interno y enseñó latín y griego. E. Mveng quería convertirse en trapense e involucrarse en la vida religiosa. Pero es disuadido por el obispo Graffin, que le informa de la presencia de los jesuitas en el Congo Belga. Al igual que Ignacio de Loyola, el joven camerunés comenzó entonces su "viaje de peregrino" y en 1951 fue al noviciado jesuita de Djuma, en la diócesis de Kikwit, en la República Democrática del Congo. Fue el comienzo de su aventura bajo el estandarte del capitán soberano, que lamentablemente terminó en una muerte cuyas circunstancias aún no han sido aclaradas. 

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04 mayo 2020, 09:44