Dale Recinella y su mujer Susan. Dale Recinella y su mujer Susan.  La historia

Les acompaño hasta la muerte hablándoles de Jesús

Entrevista a Dale Recinella, asistente espiritual de condenados a muerte en la cárcel de Florida.

Davide Dionisi – Ciudad del Vaticano

¿Cómo puede un prestigioso abogado de finanzas de Wall Street, graduado en Notre Dame Law School, propietario de un ático con vistas a la bahía de Miami, dejar todo atrás y decidir de convertirse en un asistente espiritual de condenados a muerte en la cárcel de Florida, el segundo corredor de la muerte en los Estados Unidos, después de California? Queríamos ver claramente por qué la historia personal que lo caracteriza, su compromiso total con la abolición de la pena de muerte, su último esfuerzo editorial, "Cuando visitamos a Jesús en la cárcel" (Editrice Domenicana Italiana) e incluso e incluso el apodo que le dieron “sus” detenidos, hermano, son indicios que no pueden limitarse a las muchas historias de la prisión que se cuentan hoy en los grandes reportajes sobre el tema. Merece mucho más, por lo que organizamos un encuentro en la prisión de Rebibbia para una entrevista y para presentarles una realidad diferente. Ciertamente, menos dura que su corredor de la muerte, pero igualmente difícil de afrontar.

Hijo de emigrantes de Abruzzo y el sueño americano

Oculta bien sus orígenes de Abruzzo. Él, hijo de inmigrantes originarios de Castel Di Sangro, nos entrega de inmediato su tarjeta de visita con sus datos personales (ciertamente no es una costumbre italiana) y con una breve descripción de su actividad: capellán "laico". Para acompañarlo en su ministerio, de hecho, está su omnipresente esposa Susan, que ayuda a las familias de los condenados en el centro penitenciario estadounidense. Dale puntualiza cada palabra e inmediatamente nos dice que quería dedicar su libro a los miles de hombres y mujeres "a quienes Dios me ha permitido servir en la cárcel, y a los cientos de voluntarios que me permitieron trabajar a su lado". Antes de esto, sin embargo, hay algo más porque Dale encarna perfectamente el sueño americano. Gana mucho, su vida es frenética, pasa de un matrimonio a otro, hasta la enfermedad que lo obliga a detenerse y reflexionar sobre su pasado. Le pide a Dios otra posibilidad, la obtiene, y de ahí el punto de inflexión.

El punto de inflexión inspirado en la historia de Sacco y Vanzetti

Le realizamos nuestra primera pregunta a la que responde con un toque de nostalgia. "¿Por qué exactamente los condenados a muerte?" Titubeó un momento para armar los recuerdos y explicó: "Cuando era pequeño, mis padres se quedaron impresionados por la ejecución de Sacco y Vanzetti. Los dos fueron ejecutados en la silla eléctrica el 23 de agosto de 1927 en el centro penitenciario de Charlestown en Massachusetts. Se quedaron horrorizados por tanta atrocidad. Pensé que debería cuidar a gente como ellos".

El encuentro con los condenados a muerte

El hermano Dale sonríe mientras piensa en sus seres queridos, pero cuando le pedimos que nos cuente en voz baja sobre su servicio, su tono se vuelve más oscuro y empieza así su crónica de una despedida a la vida según el protocolo de la prisión de Florida: "Una vez firmada la orden de ejecución, el condenado es transferido de su celda del corredor de la muerte a la llamada casa de la muerte. La nueva celda es similar a la que ocupaba anteriormente. La única diferencia es que su habitación ahora está a poquísimos metros de la sala de ejecución". Para nosotros, su historia podría haber terminado, pero Dale quiere explicar al detalle lo que sucede en ese lugar infernal y no encontramos el valor para interrumpirlo. "El condenado permanece aquí por cinco o seis semanas", continúa, y explica que: "Si pide que sea yo su asistente espiritual, me permiten quedarme con él al menos doce horas a la semana. Si hay familiares que lo acompañan en esta larga agonía, tienen la oportunidad de conocer a mi esposa Susan. Será ella quien les consolará durante y después de la ejecución". La puerta de la última habitación se encuentra a poca distancia del lugar donde morirá el condenado. "Es por eso que todos los que pasan por esa celda generalmente dicen que la puerta de la cámara de ejecución se acerca cada vez más".

El día de la ejecución

Luego, el hermano Dale se detiene en los detalles: "El día de la ejecución, los miembros de la familia pueden abrazarlo y saludarlo por última vez. A las 11 de la mañana, el condenado consume su última comida, una hora después, viene el sacerdote para la extremaunción". Le preguntamos cómo transcurre su tiempo durante este macabro ritual: "Por lo general, me quedo allí desde que el sacerdote se va hasta las 16:00, hora en que me da sus últimos mensajes para la familia y también es el momento de máxima conmoción". La historia se interrumpe porque los ojos de Dale proyectan los recuerdos más duros y los testimonios más fuertes: "Uno de ellos me dijo: usted es el padre que nunca tuve, otro: usted es el hermano que nunca he tenido, otro más: si le hubiera conocido antes, probablemente no hubiera terminado aquí". Pero la crónica continúa sin pausa y el narrador analiza los horarios: "A las 16 llega el equipo encargado y prepara a la víctima que, poco después, será atada a la cama donde será asesinada con una inyección letal".

La inyección letal, técnica "efectiva y compasiva"

En resumen, nos preparamos para la ejecución, con la eficiencia de enfriamiento habitual: ordenamos la última comida, organizamos las últimas visitas, se sortean los nombres de aquellos que presenciarán el asesinato desde detrás de un cristal. Con una técnica "efectiva y compasiva", son los dos argumentos principales empleados por los partidarios de la inyección letal como método de ejecución. Pero desde su introducción en el Código Judicial de los EE. UU. en 1972, y desde su primera aplicación en Texas en 1982, las dudas y controversias nunca se han disipado acerca de la verdad de estas afirmaciones. Dale reanuda: "Yo también estaré en la sala de testigos que asistirá a la ejecución. A los condenados siempre les digo: Fija tu mirada más allá del cristal a una persona que te ama. Mírame a mí". Le preguntamos a cuántas ejecuciones ha asistido. "Una ya habría sido demasiado para mí, pero lamentablemente he visto 18. Aunque si en realidad he asistido a 35 condenados a muerte, una parte de ellos eligió a su párroco o al pastor protestante para el día de la ejecución. Pero estos solo pueden estar cerca de la víctima en los últimos dos días y, por lo tanto, en las semanas antecedentes han vivido conmigo en la cámara de la muerte".

Nunca olvidaré…

Luego habla de las historias que lo han conmovido: "Como paso mucho tiempo con ellos antes de que mueran, llevo a todos en mi corazón. Me apego a ellos, amo a todo el mundo. Pero hay dos casos que han marcado profundamente mi camino vocacional. El primero es el de un hombre y sus tres hijas destruidas por tener que despedirse de su padre. Mi esposa Susan trató de consolarlos, pero fue muy dramático. En el segundo caso, el relato se interrumpe varias veces, y de modo cruento. "Era puertorriqueño, también se autoproclamó varias veces inocente. En este caso la ejecución salió mal: se contorsionó y luchó en agonía durante más de media hora antes de morir. El veneno de la inyección terminó en sus brazos debido a la ruptura de sus venas. Esto causó quemaduras internas de más de treinta centímetros, por lo cual  no lograba morir. Tuvo la sensación de ahogarse y asfixiarse, se retorcía y casi rompe las correas que lo ataban a la camilla, hasta el punto de que tuvieron que sujetarle la cabeza. Dale mira entonces a Susan y continúa: "Después de esta ejecución, de camino a casa, llamé a mi esposa. Estaba conmocionado y le dije: "Acabo de ver a un hombre torturado hasta la muerte”.

El encuentro con el Papa Francisco

El capellán concluye su relato contándonos que en los días siguientes asistiría a la Misa presidida por el Papa Francisco en Santa Marta: "Estoy muy emocionado. Intentaré explicarle lo que hacemos para garantizar la abolición de la pena de muerte. De hecho, ¿sabe qué le digo? Lo invitaré a Florida para que visite el corredor de la muerte y le mostraré las caras de estos hermanos (siempre lleva consigo un libro de fotos de las víctimas)". Antes de despedirse, Dale se da cuenta de que la pregunta que queríamos hacerle desde el principio de nuestra reunión todavía no ha sido formulada. "¿Por qué lo hago? Porque cuando vamos a la cárcel a ver a alguien, encontramos a Jesús.

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Dale Recinella se cuentra con el Papa Francisco
18 junio 2019, 16:15