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Un icono se ve entre los restos de la destruida Iglesia Ortodoxa Griega de la Virgen María en las secuelas del terremoto mortal en Tokacli pueblo de Altinozu en la provincia de Hatay Un icono se ve entre los restos de la destruida Iglesia Ortodoxa Griega de la Virgen María en las secuelas del terremoto mortal en Tokacli pueblo de Altinozu en la provincia de Hatay 

Turquía, a un mes del terremoto. El testimonio de Nuran: no nos olviden

Miles de temblores después del principal, el del 6 de febrero, un estado de miedo constante y una vida cotidiana patas arriba, como desplazados, con la necesidad de recibir ayuda de todo tipo: así viven cientos de miles de habitantes de Anatolia, la región de Turquía fronteriza con Siria. El temor es que disminuya la solidaridad internacional que les hizo sentirse menos solos en los primeros días. El relato de Haddad de la comunidad local de los Focolares

Adriana Masotti - Vatican News

Hace un mes, el 6 de febrero, en plena noche, un violentísimo terremoto devastó ciudades y pueblos de la vasta región situada en la frontera entre Turquía y Siria. A los primeros temblores siguieron otros, más o menos fuertes, que mantuvieron atemorizada a la población, que todavía no tiene ganas de volver a las casas que aún quedan en pie. Sólo en Turquía, 530.000 personas han sido evacuadas de la zona siniestrada. El balance de muertos aún no es definitivo: más de 50.000 en total en los dos países y decenas de miles de heridos. Recibir ayuda en forma de alimentos, ropa, mantas, medicinas, artículos de higiene y mucho más es esencial para la supervivencia de miles de personas. Si bien ha habido una respuesta solidaria inmediata de todo el mundo, en términos de fondos y personal voluntario, hacia Turquía, mucho menos ha podido llegar a las zonas sirias, con el paso del tiempo el foco mediático se desvanece con el riesgo de que la sensibilidad y la implicación de la comunidad internacional disminuyan. 

Nuran: inmenso sufrimiento, solidaridad indispensable

Nuran Haddad es turca, vive en Estambul, pero desde hace más de 40 años vive en una ciudad de la provincia de Antioquía, ciudad que el terremoto destruyó en un 90%. Nuran conoce a muchos de los que han perdido familiares u hogares y tras el terremoto intentó ponerse en contacto con ellos para tratar de ayudarles de alguna manera. Junto con los demás miembros del Movimiento de los Focolares en Turquía, está organizando algunos proyectos de ayuda para los necesitados, sabiendo que el esfuerzo no terminará pronto. En la entrevista, Nuran Haddad, que sabe italiano, describe la situación actual, los temores y las esperanzas de su pueblo.

Nuran Haddad, un mes después del fuerte terremoto que sacudió Turquía y Siria, casi no se menciona en los medios de comunicación italianos lo que ocurrió y lo que se vive hoy en los lugares del seísmo. Sería justo no olvidar tan pronto tanto dolor...

Sí, es un dolor inmenso y a medida que pasa el tiempo se hace aún mayor, en primer lugar, porque se sigue sacando a los muertos de debajo de los escombros. A día de hoy contamos con unas 46.000 víctimas, pero desgraciadamente esta cifra seguirá creciendo. Y luego nos enteramos, a través de los medios de comunicación, de situaciones individuales: de familias que no se encuentran, de personas que se han quedado completamente solas, de muchísimos niños en orfanatos, de las condiciones todavía extremadamente difíciles en las que viven las víctimas del terremoto. Y esto añade dolor al dolor. Parece no tener fin... Llevará muchos años y nosotros también tememos que, una vez pasada esta primera oleada de gran solidaridad, la atención de los medios de comunicación se desvíe hacia otras cosas. No debemos caer en el olvido.

En primer lugar, le pido que describa la situación actual: ¿sigue habiendo temblores? ¿Sigue habiendo miedo? Las personas que han perdido sus casas, ¿dónde han encontrado refugio? ¿Han reanudado de alguna manera sus actividades los comercios, las oficinas de las zonas afectadas por el terremoto? 

Sí, todavía hay temblores, piense que hasta la fecha ha habido más de 11.000 temblores de diversa intensidad. Mucha gente sigue teniendo mucho miedo. Han establecido zonas con tiendas de campaña, en las ciudades, pero llegar a todo el mundo es imposible. Muchos se han ido con familiares a otras partes de Turquía. Muchas personas carecen de artículos de primera necesidad, en varias zonas aún no hay agua ni electricidad. Donde es posible, hay un deseo de volver lentamente a la normalidad y tímidamente se abren oficinas y tiendas. Las escuelas están cerradas y esto también es un grave problema...

¿Cómo se ha organizado el trabajo de socorro, cómo se distribuyen los alimentos, la ropa, las cosas más necesarias? ¿De dónde vienen?

La ayuda internacional llegó de forma masiva desde muchos lugares y esto fue muy importante para nuestra gente, para sentir que se les ayudaba desde todo el mundo, incluso llegó ayuda desde Ucrania. Hay que decir, sin embargo, que los primeros esfuerzos de socorro, precisamente para sacar de los escombros a los que aún estaban vivos, avanzaron lentamente. En algunas zonas, por ejemplo, en Antakya (Antioquía), se esperó varios días, por desgracia. Está claro que el terremoto afectó a una vasta zona y fue de una violencia tal que nunca se hubiera imaginado tener que hacer frente a algo así. Incluso la distribución de la ayuda que sigue llegando -y en toda Turquía la gente sigue recogiendo y enviando ayuda- sigue luchando por organizarse de forma capilar. La defensa civil turca ha centralizado las operaciones y hay asociaciones que intentan colaborar como pueden.

¿Cuál es, o mejor dicho, cuáles son los sentimientos más extendidos entre la población? 

Yo diría sobre todo un inmenso sufrimiento e incluso rabia a veces, porque desgraciadamente la inspección técnica realizada en cientos de miles de edificios reveló que sólo una parte había sido construida según las normas antisísmicas que de todas formas existen en Turquía, ya que es un país de muy alto riesgo. También hay tanta fe y tanta, tanta, solidaridad en la gente, incluso en la necesidad. Es algo hermoso. La gran pregunta para muchos es: ¿quedarse o marcharse? A pesar de las promesas que hacen las autoridades, no parece posible imaginar la reanudación de una vida casi normal en un plazo relativamente corto.

¿Siguen existiendo organizaciones y voluntarios para ayudar a la gente?

Sí, hay mucha gente sobre el terreno, la ayuda exterior sigue llegando, aunque en menor medida, pero los turcos siguen movilizándose de forma extraordinaria: hay muchos voluntarios sobre el terreno que se entregan sin descanso para paliar las necesidades de la gente en la medida de sus posibilidades.

¿Qué contribución pueden hacer y hacen la Iglesia local y las organizaciones cristianas? ¿Existe cooperación con otras religiones, con los musulmanes por ejemplo?

La Iglesia es pequeña en número, pero está muy viva y trabaja para ayudar a todos. En las iglesias de Mersin, una ciudad cercana que no fue golpeada, muchos han acudido y han recibido ayuda, incluso alojados dentro de la iglesia. Por desgracia, en la ciudad de Antioquía, aquella en la que sabemos por los Hechos de los Apóstoles que todos recibimos el nombre de cristianos, no queda nadie, todos se han ido, incluso los padres capuchinos, después de 15 días en los que celebraron los funerales, se vieron obligados a marcharse. En Iskenderun, donde se encuentra la sede del obispado de la Iglesia católica latina, la catedral se ha derrumbado, pero afortunadamente aún quedan salas que se pueden utilizar. Allí se concentra la ayuda de la Cáritas local, que ofrece comidas a diario y distribuye la ayuda que confluye allí. También han intentado abrir algunas salas para que los niños puedan estudiar... Luego está la cercanía, la escucha, el apoyo moral, que es muy importante. Se hace lo que se puede... Se experimenta una gran armonía en la realidad plural de Turquía, en su diversidad cultural y religiosa. Y esto da esperanza y valor.

Nuran, sé que cuando te enteraste del terremoto ya no podías hablar por la angustia y el dolor. ¿Puedes contarnos algo de lo que viviste y vives en este momento tan especial en tu tierra?

Puedo decirles lo que hice en cuanto me enteré del terremoto, porque vivía justo en la zona más afectada y conozco a mucha gente. Llamé por teléfono a una amiga y supe que ella y su familia estaban todos vivos, gracias a Dios, pero que habían perdido sus casas. Así que inmediatamente les envié ayuda para que pudieran mantenerse. Ahora, con las demás familias y los miembros del Movimiento de los Focolares aquí en Turquía, estamos tratando de encontrar juntos la manera de ayudar al mayor número posible de personas de forma organizada.

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07 marzo 2023, 15:19