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La hermana Claudia Graciela Lancheros, tercera desde la izquierda, es una religiosa colombiana de la Consolata que desde hace dos años y medio desarrolla una experiencia misionera en Kazajistán. La hermana Claudia Graciela Lancheros, tercera desde la izquierda, es una religiosa colombiana de la Consolata que desde hace dos años y medio desarrolla una experiencia misionera en Kazajistán.
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Kazajistán. Misionera colombiana: Presencia pequeña y humilde

Conversamos con la religiosa colombiana Claudia Graciela Lancheros, misionera de la Consolata en el país, para conocer su experiencia en tierras donde los católicos son minoría, así como las expectativas ante el próximo viaje apostólico del Papa Francisco a este territorio.

Sebastián Sansón Ferrari – Ciudad del Vaticano

Una búsqueda de respuesta al carisma de anuncio a los no cristianos, ad gentes, a aquellos que no conocen a Jesucristo: este es el objetivo del estudio del Instituto de Hermanas Misioneras de la Consolata, efectuado en febrero de 2020.

En diálogo con Radio Vaticana – Vatican News, la Hermana Claudia Graciela Lancheros, misionera colombiana de la Consolata en Kazajistán desde hace dos años y medio, nos cuenta que el continente asiático cuenta con muchas presencias por este prisma de evangelización.

Luego del análisis realizado, concluyeron que una comunidad en Kazajistán se insertaba en la línea del carisma y, por tanto, se abrió la misión. 

Escucha y descarga la entrevista a la hermana Claudia Graciela Lancheros

Los principales desafíos en una tierra con bajísimo porcentaje de católicos 

En un país con 0,01% de católicos por cada 100 habitantes, según las cifras difundidas este viernes 9 de septiembre por la Oficina de Prensa de la Santa Sede, el reto central es mantener la identidad, es decir, que la gente los reconozca como cristianos, como católicos. En Kazajistán, donde la religión más extendida es el islam, la hermana Claudia consigue, en pequeños diálogos, "hacer camino", explicar qué significa ser cristiano, qué es la Iglesia católica, qué implica la vocación religiosa de mujeres que se dedican totalmente al servicio a Dios, que no se casan ni tienen hijos, entre otras cuestiones.

La misionera destaca que es un pueblo acogedor, con más de 130 nacionalidades por una historia de inmigración.

“Esto hace que verdaderamente nos sintamos en casa, porque la gente acoge esta diversidad, y es muy bello.”

La mayor satisfacción: La acogida desde el primer momento 

La hermana Claudia, que junto con su pequeña comunidad de religiosas vive en un pueblo a 40 kilómetros de la ciudad de Almaty, en un ambiente campesino, fraterno, comenta que sus vecinos han tenido gestos hermosos de acogida. 

“Estamos rodeados de inmigrantes de Alemania, del pueblo ligur, kazajos, descendientes de Polonia, de Uzbekistán, es una gran variedad.”

En la medida que los locales las conocen, cada vez que tienen una fiesta, comparten la comida que hacen, las saludan por la calle, las invitan a tomar el té. También, cuando pasan por la huerta que tienen las Hermanas, las personas mayores les brindan algún consejo, les cuentan una historia. Las hacen sentir familia, insiste la Hermana Claudia. 

La Hna. Claudia con una joven kazaja.
La Hna. Claudia con una joven kazaja.

Una peregrina de la amistad social

Una de las experiencias más bonitas que agradece es la invitación de cualquier familia, sin importar la religión, que les abre las puertas de su casa. En una ocasión, estuvo con una profesora musulmana, quien le dijo que cada visita para ellos es presencia de Dios. "Verdaderamente nos habla de un signo profundo del Padre, que está presente en el pueblo", afirma. Los diálogos son muy abiertos, pues se desarrollan con la convicción honda de que todos somos hermanos, como plantea el Papa Francisco en su encíclica Fratelli tutti, de que en cada individuo "existe la presencia de Dios de diferentes maneras, con diferentes advocaciones".

“Sentir que existen ámbitos para el diálogo, no de miedo, ayuda muchísimo. Son bellas relaciones que se van formando.”

"La gente es muy paciente, muy sencilla, ayuda tanto; nos habla de espíritu de acogida, deseo de dialogar, de entrar en relación", asegura.

La Hermana Claudia visita con los jóvenes una Iglesia ortodoxa.
La Hermana Claudia visita con los jóvenes una Iglesia ortodoxa.

Los kazajos se preparan con mucha alegría para recibir al Papa Francisco

En vista de la visita pastoral que efectuará el Pontífice del 13 al 15 de septiembre, el pueblo kazajo se muestra muy entusiasta: "Es una pequeña comunidad cristiana muy animada", subraya la Hermana Lancheros. 

Es una oportunidad para dar a conocer qué es la Iglesia católica, explicar la identidad, quién es el Papa Francisco y fomentar la conversación. En efecto, han abordado estos temas en catequesis con los niños. "Es una Iglesia que está dando sus primeros pasos", dice, y añade que siempre oran por el Santo Padre al terminar el rosario, al celebrar la santa misa. 

La hermana enfatiza el gozo que le produce, junto a la comunidad católica kazaja, el hecho de que el Obispo de Roma los visite y resalta el esfuerzo del Papa con este viaje, debido a sus problemas de rodilla. "Es un signo muy fuerte" para Lancheros, pues sienten que es un gesto muy grande de amor.

Aprovechando el contexto de este importante acontecimiento, la religiosa colombiana refuerza la fe profunda de los católicos kazajos, en medio de una realidad con una mayoría de otra religión.

“A veces uno ve en los jóvenes que son llamados en el corazón y desean ser católicos, recibir a Jesús en la eucaristía, recibir los sacramentos. Esto es palpar con la mano la gracia de Dios, es Él quien mueve los corazones y quien llama. Veo cómo va actuando en los corazones de las personas.”

"En este momento, en nuestra misión, no estamos haciendo cosas grandes. Nuestra presencia es humilde, pequeñita, en una veredita, en un pueblito, pero siento que es esta presencia de fe. La gente nos pide oración, hasta de las demás diferentes religiones. Ya nos conocen, sabemos que estamos aquí, que somos para ellos, para recordarlos y unirnos delante de Dios. La misión pasa por ir, tomar el té con el vecino y escucharlo, hablar y compartir la vida, compartir nuestra fe, compartir lo que pasa en el cotidiano. Es una presencia de consolación mutua, porque es compartir la vida de verdad, en la simplicidad".

La Hermana Claudia en catequesis con los niños.
La Hermana Claudia en catequesis con los niños.

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09 septiembre 2022, 16:12