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Miembros de la comunidad monástica de al-Khalil Miembros de la comunidad monástica de al-Khalil  #SistersProject

Una monja en la martirizada Siria. Un camino de luz en la oscuridad

Una religiosa que vive en Siria explica cómo ella y su comunidad pronuncian "una palabra de esperanza" en la "noche oscura" de la guerra también a través de "gestos cotidianos muy sencillos que los medios de comunicación son incapaces de transmitir"

Por Deema Fayyad

«Me llamo Deema, soy siria de la ciudad de Homs, una ciudad en el centro de la Siria trágicamente golpeada por la guerra. Pertenezco a una comunidad monástica de al-Khalil (el amigo de Dios) fundada en el monasterio siro católico de San Moisés el Abissino en 1991 por el padre Dall’Oglio s.j. junto a Jacques Mourad. No tenemos noticias del p. Paolo desde que fue secuestrado por el ISIS en el mes de julio de 2013. P. Jacques también fue secuestrado en 2015 y liberado algunos meses después. Para describir nuestra vida monástica diría que está basada en tres prioridades y un horizonte.

La oración y el cuidado de la tierra

La primera prioridad es la de la oración, como está escrito en el texto de nuestras reglas “hemos venido al Monasterio para rezar y para rezar ininterrumpidamente, por esto la comunicación continua, consciente y profunda con Dios es nuestro objetivo y nuestro derecho y nuestro deber”.

Nuestra vida también está consagrada al trabajo manual, visto y vivido como obediencia al mandamiento dado al hombre de cuidar de la tierra y así coparticipar a la creación.

Ver a Dios en cada persona

La tercera prioridad, sin embargo, es la hospitalidad inspirada en Abrahám que acoge a Dios en su tienda. Vemos en cada persona a Dios que nos viene a visitar. Tal acogida encuentra su significado más profundo cuando logramos acoger al otro en nuestra oración. El horizonte hacia el cual se abre nuestra vida es la vocación al diálogo islámico-cristiano. Deseamos consagrarnos particularmente al amor de Jesucristo por los musulmanes como personas y por el mundo musulmán como comunidad (Umma). En realidad, queremos ofrecer nuestra vida para hacer la levadura evangélica siempre presente en la sociedad de mayoría musulmana y esto, como aparece en la regla de la comunidad, “según el espíritu de discernimiento, de esperanza y de caridad capaz de transformar los sufrimientos de ayer y de hoy por la mutua comprensión y el mutuo amor en la consideración y en el respeto recíprocos”.

El diálogo, único camino para alcanzar la paz

En el tiempo de la guerra, nuestra vocación al diálogo podría parecer una locura pero experimentamos, día tras día, que este podría ser el camino, diría el único camino de salida hacia un mundo de paz. Nuestro monasterio ha sido una meta para muchos peregrinos que desean, además de satisfacer su curiosidad cultural, apagar su sed espiritual. La guerra ha tenido su efecto sobre este movimiento y hemos escuchado la llamada a bajar a la ciudad para socorrer a los necesitados. En el 2013, en un espacio subterráneo, la comunidad celebró la misa de Navidad después de la destrucción del barrio cristiano en la ciudad de Nebek, la ciudad más cercana al monasterio. Después, inició un inmenso trabajo de restauración de las casas gracias al entusiasmo de tantos colaboradores y a la generosidad de tantos amigos dispersos en distintas partes del mundo. En el mismo año, muchas familias musulmanas encontraron refugio en el monasterio de Mar Elian, un monasterio en la ciudad Qaryatyan encomendado a la comunidad desde el 2000. También aquí, gracias a la solidaridad de muchas personas hemos conseguido ayudar a estas familias a restaurar sus casas y a volver.

La esperanza nace de los gestos cotidianos

Después de este tiempo intenso de combate ha habido un tiempo de calma relativa, un periodo en el cual hemos empezado a pensar en el futuro. De hecho, hemos sentido que es apropiado, pero también necesario “pronunciar una palabra de esperanza en esta noche oscura, encender una vela en vez de maldecir la oscuridad”, citando la carta escrita por la comunidad monástica para la vigilia de Navidad, de la que os hablé antes. Pensar en el futuro quiere decir pensar en los niños y en los jóvenes. Desde ese momento y hasta hoy, hemos sostenido una guardería en la ciudad de Nebek, hemos fundado una escuela de música para niños y jóvenes de las parroquias de la ciudad y ayudado a diferentes jóvenes en su estudio universitario o en el trabajo. Las pocas noticias que se escuchaban últimamente sobre la situación siria en los telediarios italianos han cedido su lugar a otras, lamentablemente también de guerra. Un inmenso dolor penetra los corazones sirios y la crisis continúa también hoy. Si escribo estas palabras es solo porque quisiera testimoniar que, a pesar de todo, la esperanza nace de los gestos cotidianos muy sencillos, gestos que los medios de comunicación no son capaces de transmitir, o que también deciden conscientemente no transmitir.

El Monasterio de San Moisés el Abisinio
El Monasterio de San Moisés el Abisinio

A lo largo de los años de la guerra hemos podido tocar la misericordia del Señor expresada en la recíproca compasión y solidaridad entre hermanos. Participar en algunas misas en la ciudad, ver a los jóvenes, cristianos y musulmanes servir a quien necesita con entusiasmo y alegría, asistir a las oraciones del rosario en las casas mientras el combate estaba en las puertas, escuchar un coro de niños, saber que muchos amigos musulmanes se preocupan por nosotros y rezan por la paz denunciando todo tipo de violencia, escuchar las oraciones de tantos amigos dispersos en todo el mundo… Todo esto ha hecho surgir una tímida luz de esperanza. A veces, de hecho, bastaba ver cómo la gente sencilla sigue viviendo, creer en Dios y esperar en un futuro mejor para retomar el aliento y seguir emprendiendo el camino estrecho de la esperanza.

Permitir a Dios que nos lleve más allá de nosotros mismos

En lo que a mí respecta, y creo que no me represento solo a mí misma en esto, sino también a mi comunidad y a muchos sirios, en los últimos años, he luchado para preservar también la esperanza en el hombre y en su capacidad para hacer el bien y elegir el camino de la no violencia. Confío en su posibilidad de abrirse a la gracia del Señor. El Papa Francisco nos enseña en Evangelii Gaudium que «llegamos a ser plenamente humanos cuando somos más que humanos, cuando le permitimos a Dios que nos lleve más allá de nosotros mismos para alcanzar nuestro ser más verdadero».

“Tratar de ser más humanos en el tiempo de la guerra nos permite entrar en el círculo del Amor que no conoce límites y es capaz de cambiar el mundo y de hacer florecer las semillas del Reino en esta tierra, ahora y no en un futuro lejano. ¡Puedo gritar con certeza que algunos sirios han entrado en este círculo!”

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08 julio 2022, 16:27