El Papa Saluda a la hermana Narváez al final de la Misa de apertura del Sínodo El Papa Saluda a la hermana Narváez al final de la Misa de apertura del Sínodo 

Maccalli y la oración por Sor Gloria, la forma de romper las cadenas

El padre Gigi, misionero en Níger liberado hace un año en Malí tras dos años de prisión, habla de la liberación de la hermana Gloria Cecilia Narváez, que ayer saludó al Papa Francisco en la Basílica de San Pedro. Dos situaciones similares en el dramatismo del secuestro, que luego se convirtió en una profunda experiencia de fe

Benedetta Capelli - Ciudad del Vaticano

"Alegría, alegría, alegría". El padre Gigi Maccalli lo repite tres veces cuando se le pide que exprese lo que siente ante la noticia de la liberación de la hermana Gloria Cecilia Narváez, misionera colombiana de 59 años de la Congregación de las Hermanas Franciscanas de María Inmaculada, secuestrada en Malí el 7 de febrero de 2017. Un entusiasmo que llama la atención dado su carácter apacible, su tono siempre tranquilo y reflexivo. En esas palabras está también toda su experiencia, el haber pasado por los días en el desierto, el silencio y el llanto, las cadenas que liberaron su espíritu, como confesó en una entrevista al Corriere della Sera, al presentar su libro: "Cadenas de libertad". Dos años secuestrado en el Sahel", publicado por Emi.

"Me dije: mis pies están encadenados, mi corazón no. Se abrió un espacio que me llevó a vivir la misión de una manera nueva. Mi corazón caminó".

Padre Gigi Maccall en su misión en Nigeria
Padre Gigi Maccall en su misión en Nigeria

"Cautiverio para comprender el valor de la vida"

El padre Gigi, que fue secuestrado en su misión en Níger el 17 de septiembre de 2018 y luego liberado el 8 de octubre de 2021, se encuentra actualmente en Lyon, trabajando con la Sociedad de Misiones Africanas, "pero también para dar las gracias", subraya, "porque aquí también han rezado por mí".

 

Cómo describir la alegría por la liberación de la hermana Gloria, que tuvo un destino similar al suyo...

R. Sentí una inmensa alegría, para mí fue como revivir, hace apenas un año, mi liberación. No hay palabras, mi corazón saltó de alegría, comencé a enviar mensajes a amigos, a personas a las que había pedido que siguieran rezando por la liberación de los rehenes. Alegría, alegría, alegría. Una inmensa alegría cuando me llegó esta noticia.

En nuestros micrófonos había expresado sus pensamientos por la hermana Gloria y todos los secuestrados. Habiendo vivido una experiencia similar, ¿qué significa volver a la libertad y qué cree que sintió la hermana Gloria cuando se sintió libre?

R. Comprende el valor de la libertad cuando se pierde. La experiencia del encierro, de la soledad, nos hace crecer en la conciencia de lo hermosa que es la vida cuando está llena de amor y libertad. Volver a encontrar la libertad, después de una experiencia de encierro, es volver a la vida, a vivir plenamente, y es una experiencia única cuando se ha experimentado la soledad. Es una experiencia única cuando se ha experimentado la soledad, se comprende que no es bueno que el hombre esté solo, estamos entrelazados con el amor y la libertad, la relación con los seres queridos, con Dios, con el mundo, ¡esto es la vida! El cautiverio nos quita lo esencial, como poder abrazar, conocer, poder ir libremente y abrazar a las personas que queremos. Para mí esto es ser libre, poder amar, poder vivir plenamente, este tejido hace que la vida sea bella: el amor y la libertad.

Un año después de su liberación, ha reunido tanto afecto y cercanía, ¿pensó que esto podría ser también un fruto de la oración?

R. Yo digo que nada es imposible para los que rezan, para los que creen, para los que esperan. La oración es energía positiva, es espacio, es vacío disponible para la llegada de Dios. El Evangelio del domingo también decía que lo que es imposible para los hombres no es imposible para Dios. Creo que la oración permite que Dios entre en los corazones de la gente en el mundo, seguimos rezando, seguimos apoyando a los que sufren, a los que están solos, a los que están olvidados. Los frutos de tanta oración -lo he experimentado- han calentado mi corazón, han sostenido mi encierro y hoy estoy aquí para testimoniar que gracias a esta oración coral e incesante, he vuelto a encontrar la libertad. Para mí el icono de esto es lo que encuentro en los Hechos de los Apóstoles donde se dice que, mientras Pedro estaba en la cárcel, una oración incesante subía de la Iglesia por él. Esta oración incesante rompe las cadenas y produce frutos de libertad. Nada es imposible para los que rezan.

 

 

Gracias por haber leído este artículo. Si desea mantenerse actualizado, suscríbase al boletín pulsando aquí

11 octubre 2021, 12:44