El cardenal Felipe Arizmendi, Obispo emérito de la diócesis de San Cristóbal de las Casas de Chiapas, México. El cardenal Felipe Arizmendi, Obispo emérito de la diócesis de San Cristóbal de las Casas de Chiapas, México. 

Cardenal Arizmendi: Otro país, desde Dios

El Cardenal Felipe Arizmendi Esquivel, Obispo Emérito de San Cristóbal de las Casas, México, analiza la situación actual de su país y evidencia que la fe es el motor de cambio personal, familiar y social: "Si Dios está en nuestras vidas, el país cambiará y viviremos en paz; si lo ignoramos, iremos de mal en peor".

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La delincuencia organizada está invadiendo muchos espacios; gobierna e impone sus leyes, y nuestro pueblo se siente desprotegido. Además de los extremos, como son los asesinatos y los secuestros, en la vida ordinaria hacen lo que quieren, sin quien les contenga. Pongo sólo un ejemplo: el kilo de tortilla, que es el alimento de maíz básico para la mayoría, hace un año costaba quince pesos; luego lo subieron a dieciocho, debiendo entregar a esos grupos tres pesos por cada kilo; después a diecinueve y, ahora, a veinte pesos (casi un dólar). Los simples ciudadanos nada podemos hacer, para evitar esta arbitrariedad. ¿Dios nos puede ayudar a resolver esto? Claro que puede, pues es todopoderoso y puede hacer hasta milagros, pero de ordinario nos necesita a nosotros para transformar las realidades, pues para eso nos hizo a su imagen y semejanza. Nosotros somos los constructores de la sociedad que queremos. Dios nos enseña el camino, pero no nos obliga a seguir sus senderos. Él nos necesita para cambiar este país, pero somos libres para hacer lo que queramos. Sin Dios, nos destruimos unos a otros, como Caín que mató a su propio hermano.

Un jefe de esos grupos criminales acostumbra entrar a un templo a hacer oración, porque es muy devoto de la Virgen. Cuando llega, dos de sus pistoleros están a la puerta del templo, para protegerlo, y otros dos a la entrada del atrio, para que nadie entre. ¿Eso es fe? ¿Dios y la Virgen le escuchan y le ayudan? Claro que le escuchan y le ayudan, pero no para hacer el mal, sino para que se convierta y cambie de vida, si él está dispuesto a escuchar a Dios.

Muchos, desde nuestras familias, aprendimos a darle a Dios el lugar que le corresponde y a esforzarnos por vivir conforme a sus mandamientos. Por esa fe que recibimos desde nuestro bautismo y que cultivaron nuestros padres, la inmensa mayoría somos gente buena, pacíficos, respetuosos de los demás y solidarios. Pero muchos de los delincuentes proceden de familias sin educación en la fe, sin brújula que les ilumine en la vida, expuestos a dejarse embaucar por quienes tienen como máxima aspiración el dinero y el placer. Si conocieran a Dios, si escucharan su Palabra, si se acercaran a los sacramentos, otra sería su vida y otro sería nuestro país.

Sin embargo, los Estados de la República donde más se han recrudecido el crimen y el narcotráfico, tienen los más altos porcentajes de católicos en el país. ¿Esto significa que no sirve la religión? Claro que sirve; pero es una llamada de atención para revisar la pastoral evangelizadora que llevamos a cabo, porque quien en verdad encuentra a Dios, en Cristo, lleva otro estilo de vida. El verdadero Dios nos enseña el camino del bien, de la justicia, del respeto a los otros, del amor al prójimo, pero nos deja en libertad para hacerle caso, o para vivir como si El no existiera. Dios puede cambiar nuestro país, siempre y cuando nosotros adecuemos nuestra voluntad a la suya.

PENSAR

El Papa Francisco, en su encíclica Fratelli tutti, dice: “La fe colma de motivaciones inauditas el reconocimiento del otro, porque quien cree puede llegar a reconocer que Dios ama a cada ser humano con un amor infinito y que con ello le confiere una dignidad infinita. A esto se agrega que creemos que Cristo derramó su sangre por todos y cada uno, por lo cual nadie queda fuera de su amor universal. Y si vamos a la fuente última, que es la vida íntima de Dios, nos encontramos con una comunidad de tres Personas, origen y modelo perfecto de toda vida en común” (85).

Los obispos mexicanos, en nuestro Proyecto Global de Pastoral 2021+2033, decimos: “Constatamos que existe un gran déficit en la formación cristiana del Pueblo de Dios; hay un analfabetismo religioso preocupante en un gran número de creyentes, permaneciendo en ellos una gran confusión y vacío en el conocimiento de las verdades fundamentales de su fe; esto se manifiesta en la superficialidad de sus compromisos sacramentales y en la ligereza de la vivencia de los valores del Evangelio en su vida diaria” (80).

“Somos conscientes que es fundamental descubrir que ante esta realidad que nos desafía y cuestiona, a todos nos toca recomenzar desde Cristo. Partir de este encuentro personal y transformador de cada creyente con Jesús en su vida, que abre un auténtico proceso de conversión, comunión y solidaridad. Este momento de encuentro con el Hijo de Dios es fundamental en la vida de todo cristiano, pero es necesario promover creativamente esta experiencia desde nuestras parroquias, grupos y movimientos apostólicos, para que sea un encuentro pleno de fe, que va más allá de lo institucional, lo burocrático o lo meramente “clientelar”. Ningún católico podrá vivir con pasión y responsabilidad su fe sin esta experiencia kerigmática y catequética de Jesús vivo. Muchos católicos se avergüenzan de su pertenencia eclesial, pues como pastores no les hemos ayudado a dar sentido a su existencia, en esta realidad concreta e histórica” (85).

ACTUAR

Apreciemos nuestra fe, como un motor de cambio personal, familiar y social. Abramos el corazón a Dios que nos enseña el camino de la fraternidad, del respeto a los otros y del amor solidario. Eduquemos a las familias, a niños y jóvenes, para que descubran el amor de Dios manifestado en Cristo, y esforcémonos por vivir conforme a la luz y al camino que Él nos ofrece. Si Dios está en nuestras vidas, el país cambiará y viviremos en paz; si lo ignoramos, iremos de mal en peor.

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07 julio 2021, 13:58