Panamá Panamá 

Monseñor Ulloa. El Misterio de la Navidad: la cercanía del Dios con nosotros

Mensaje de Navidad del Arzobispo de Panamá en el que pide que a pesar de la pandemia, debemos “tener la convicción que nada pude opacar la Navidad, porque precisamente el auténtico significado de esta celebración es la manifestación del amor profundo de Dios, que envía a su Único Hijo, un pequeño niño indefenso que nace en medio de la pobreza, para que lo acojamos como nuestro Salvador”.

Patricia Ynestroza-Ciudad del Vaticano

“Este año, por el coronavirus, la Navidad será diferente, no solo por las mascarillas. Probablemente tendrás que vivir la Navidad sin besos, sin abrazos, sin poder ver a tus padres, a tus abuelos, a tus hermanos, incluso a tus hijos.  Algunos estaremos en la “burbuja familiar”, otros en la soledad de nuestras casas, quizá sollozando la pérdida de seres queridos, de puestos de trabajo, de tantas otras cosas”, son estas las palabras del Arzobispo de Panamá, Mons. José Domingo Ulloa Mendieta, dirigido a los panameños.

El significado de la navidad

Pero a pesar de la pandemia, dijo, debemos tener la convicción que nada pude opacar la Navidad, porque precisamente el auténtico significado de esta celebración es la manifestación del amor  profundo de Dios, que envía a su Único Hijo, un pequeño niño indefenso que nace en medio de la pobreza, para que lo acojamos como nuestro Salvador.

Al respecto, invitó a “abrir las puertas” de nuestros corazones para que “Jesús Niño” entre en nuestras vidas, porque “Él es nuestra Esperanza, es nuestro Camino, es nuestra Verdad y la garantía de nuestra Vida Eterna, donde ya no hay llanto ni sufrimiento.  Aprovechemos la oportunidad para redescubrir la única y auténtica Navidad. Por ello, lo único que necesitamos para celebrar de verdad la Navidad es mirar al cielo y poner nuestro corazón en el Niño Jesús, porque donde hay oración está Dios y donde está Dios hay Navidad”.

Ser cercanos a nuestros hermanos

El prelado pidió que la cercanía de Dios nos ayude y nos enseñe a ser cercanos también a nuestros hermanos y hermanas, a hacernos prójimos solidarios de sus alegrías y de sus penas. Que seamos artífices del cambio en nuestras familias, que “cambiemos el drama de  la incomunicación que experimentamos en el interior de las familias, entre los grupos eclesiales y sociales; donde estamos al lado de una persona, pero no estamos con ella; donde podemos cruzarnos, pero no encontrarnos”. Que se cree una corriente de cercanía en todos los ámbitos de la sociedad. “Que nadie se sienta solo, que todos puedan experimentar el calor de la fraternidad”.

 

Gracias por haber leído este artículo. Si desea mantenerse actualizado, suscríbase al boletín pulsando aquí

25 diciembre 2020, 13:56