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Arzobispo de Lima: “Seamos signos de la gratuidad de Dios”

En este domingo XXV del Tiempo Ordinario, Monseñor Castillo, Arzobispo de Lima, inició su homilía destacando las palabras del profeta Isaías (55, 6-9), quien nos recuerda que los caminos de Dios no son nuestros caminos: “el Padre se ha revelado en Jesucristo para que podamos, con alegría y esperanza, vivir sus caminos en los nuestros, y hacer posible que nuestra humanidad pueda crecer y hacerse grande, sobre todo grande de corazón, grande de misericordia, amor y justicia”, añadió. Compartimos la síntesis de la homilía del prelado publicada en la página web del Arzobispado.

Ciudad del Vaticano

El domingo 20 de septiembre, XXV del Tiempo Ordinario, Monseñor Carlos Castillo, Arzobispo de Lima, inició su homilía destacando las palabras del profeta Isaías (55, 6-9), quien nos recuerda que los caminos de Dios no son nuestros caminos:

Y con respecto al Evangelio del día según san Mateo (20,1-16), el Arzobispo señaló que este expresa la intención del Señor de enseñar a sus discípulos cómo es el Reino de los Cielos a través de parábolas: “a veces pensamos que el Reino es el cielo o algo para el futuro, nos olvidamos que el Reino de los Cielos lo ha revelado Dios para ser un anticipo de ello aquí en la tierra”.

Dios no está encerrado en sí mismo, es abierto 

Es por ello, que Monseñor Castillo destacó que estamos llamados a seguir el camino, el aliento y la propuesta del Señor, que nos inspira para poder actuar aquí y ahora:

“Jesús irrumpe en nuestro camino, nos abre la mente y el corazón. En el Evangelio de hoy, Dios aparece en la figura de un contratista que busca gente para trabajar, Dios aparece como Aquel que sale, no un Dios que está encerrado en sí mismo, sino un Dios abierto que se comunica, suscita la relación con la gente, la busca en sus situaciones concretas”

En esta búsqueda se encuentra distinto tipo de gente; los agraciados que encuentran trabajo inmediatamente, los que no tienen trabajo, y los marginados. El dueño de la viña pacta un acuerdo con todos los grupos y los llama para darles trabajo y pagarles lo justo: “lo interesante es que no todos trabajan la misma cantidad de tiempo, y sin embargo, el contratista les paga a todos igual. Esto nos cuesta entenderlo, porque nosotros decimos: ‘a cada uno según su esfuerzo’, y por lo tanto, para recibir una paga tienes que merecértelo. Aquí es ‘a cada uno según su necesidad’, y no se merece, simple y llanamente se dona”, puntualizó Monseñor Carlos.

“El Don de Dios es gratuito, y en la Iglesia tenemos que habituarnos a vivir de la gratuidad y no del merecimiento. Por eso, Dios sale a caminar y a buscar a la gente, para integrarla a una experiencia definitiva del Reino de los Cielos aquí en la tierra, y eso es posible si es que vivimos, observamos y contemplamos lo generoso, lo misericordioso, lo gratuito que es nuestro Dios”

La Iglesia en el mundo como signo de la gratuitad de Dios

En este contexto, el Arzobispo insistió en que Dios es gratis. «Dios no cuesta, y por eso, la Iglesia está llamada a acoger, especialmente a los que nadie cuenta, a los que este mundo considera “sobra”, hay que irlos a buscar, llamarlos a integrarse a un camino generoso y gratuito, porque todos podemos ser signos de la gratuidad de Dios».

Este camino es también un aprendizaje, una oportunidad para resolver las situaciones límites que vivimos como país, dejando de lado los intereses, las mezquindades y las tacañerías: “quizás nos demoramos demasiado en resolver las cosas porque siempre estamos pensando en cuánto cuesta o qué ventaja puedo sacar, pero recordemos que el Señor está trabajando en lo escondido, nuestros caminos no son sus caminos, Él va haciendo sus caminos en nosotros”, concluyó Monseñor Castillo.

 

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21 septiembre 2020, 16:46