Papa Francisco celebra misa en la Basílica de San Pedro (Foto de archivo). Papa Francisco celebra misa en la Basílica de San Pedro (Foto de archivo). 

Los opositores a la Iglesia de Francisco

Víctor Codina, teólogo y jesuita catalán y quien ha vivido por más de 35 años en Bolivia, escribe este artículo donde reflexiona sobre la existencia de grupos discrepantes y opositores al proyecto de Iglesia que impulsa el Papa Francisco

Ciudad del Vaticano

Víctor Codina comienza haciendo un recorrido histórico sobre diversos momentos en la vida de la Iglesia en los cuales se han dado tensiones y discrepancias fuertes entre distintos actores de la vida eclesial y los pontífices. Por eso añade: “Valga este preámbulo histórico para no sorprendernos de que también hoy ante la nueva imagen de Iglesia que propone Francisco hayan surgido voces discordantes y críticas fuertemente opositoras a su pontificado”.

Codina identifica un primer elemento: “el tipo y orientación de la oposición siempre depende del momento histórico que se vive: son voces progresistas y proféticas en momentos de la clásica Cristiandad o Neo-cristiandad y voces reaccionarias, fundamentalistas y conservadoras en momentos de una reforma eclesial que desea volver a las fuentes evangélicas y al estilo de Jesús”.

Las críticas a Francisco

Para Víctor Codina lo central es “detectar cuáles son las líneas teológicas de fondo que subyacen a esta oposición sistemática a Francisco, saber cuál es el tema de la polémica”. y Afirma: “Las críticas a Francisco tienen dos dimensiones, una teológica y otra más bien socio-política, aunque, como veremos luego, muchas veces ambas líneas confluyen”.

Crítica Teológica

Afirma Codina: “La crítica teológica parte de la convicción de que Francisco no es teólogo, sino que viene del Sur, del fin del mundo y que esta falta de profesionalidad teológica explica sus imprecisiones e incluso sus errores doctrinales. 

Se contrasta esta falta de profesionalidad teológica de Francisco con la competencia académica de Juan Pablo II y naturalmente de Josef Ratzinger-Benedicto XVI.

Esta falta de teología de Francisco  explicaría sus peligrosas afirmaciones sobre la misericordia de Dios en El rosto de la misericordia (MV), su tendencia filo-comunista hacia los pobres y movimientos populares y la piedad popular como lugar teológico en La alegría del evangelio (EG 197-201); su falta de teología moral al abrir la puerta a los sacramentos de la penitencia y eucaristía, en algunos casos y previo discernimiento personal y eclesial, a las parejas de matrimonios católicos separados vueltos a casar, según aparece en una nota del capítulo octavo de La alegría del amor(AL 305,nota 351); su poca competencia científica y ecológica se manifiesta en su encíclica sobre el cuidado de la casa común(Laudato si´); y escandaliza su excesivo énfasis en la misericordia divina (Misericordiae vultus),que abarata la gracia y la cruz de Jesús.

Ante esta acusación quisiera recordar una afirmación clásica de Tomás de Aquino que distingue entre la cátedra magisterial, propia de los teólogos profesores de las universidades y la cátedra pastoral que corresponde a los obispos y pastores de la Iglesia[1]. Newman retoma esta tradición afirmando que, aunque a veces puede haber tensión entre ambas cátedras, finalmente hay convergencia entre ellas.

Esta distinción se aplica a Francisco que, aunque como jesuita Padre Jorge Mario Bergoglio había estudiado y enseñado teología pastoral en San Miguel de Buenos Aires, ahora sus pronunciamientos pertenecen a la cátedra pastoral del obispo de Roma. No pretende sentar cátedra de teólogo sino de pastor. Como se ha dicho con un cierto humor, hay que pasar del Bergoglio de la historia al Francisco de la fe.

Lo que en el fondo molesta a sus detractores es que su teología parta de la realidad, de la realidad de la injusticia, pobreza y destrucción de la naturaleza y de la realidad del clericalismo eclesial.

No molesta que abrace a niños y enfermos, pero sí molesta que visite Lampedusa y campos de refugiados y migrantes como Lesbos, molesta que diga que no hay que construir muros contra los refugiados sino puentes de diálogo y hospitalidad; molesta que, siguiendo a Juan XXII, diga que la Iglesia ha de ser pobre y de los pobres, que los pastores han de oler a oveja, que ha de ser una Iglesia en salida que vaya a los márgenes y que los pobres son un lugar teológico.

Molesta que diga que el clericalismo es la lepra de la Iglesia y que enumere las14 tentaciones de la Curia vaticana que van del sentirse imprescindibles y necesarios hasta el ansia de riquezas, la doble vida y el Alzheimer espiritual (…)

Molesta a grupos conservadores el que Francisco haya agradecido sus aportes teológicos a Gustavo Gutiérrez, Leonardo Boff, Jon Sobrino, José María Castillo y haya anulado las suspensiones “a divinis” a  Miguel d´Escoto y Ernesto Cardenal; disgusta a algunos que Hans Küng, destituido de su cátedra por Pablo VI por el tema de la infalibilidad papal, haya escrito a Francisco sobre la necesidad de repensar infalibilidad y Francisco le haya contestado llamándolo “querido compañero” (lieber Mitbruder)…

Molesta que diga que él no es quién para juzgar a los homosexuales, que afirme que la Iglesia es femenina y que, si no se escucha a las mujeres, la Iglesia quedará empobrecida y parcializada.

Evidentemente no es que no sea teólogo, sino que su teología es pastoral, Francisco pasa del dogma al kerigma, de los principios teóricos al discernimiento pastoral y a la espiritualidad. Su teología no es colonial, sino del Sur y esto molesta al Norte.

Crítica socio-política

Frente a los que acusan a Francisco de tercermundista y comunista, hay que afirmar que sus mensajes están en perfecta continuidad con la tradición profética, bíblica y de la doctrina social de la Iglesia. Lo que duele es su clarividencia profética: No a una economía de la exclusión y la inequidad, no a una economía que mata, no a una economía sin rostro humano, no a un sistema social y económico injusto que cristaliza en estructuras sociales injustas, no a una globalización de la indiferencia, no a la idolatría del dinero, no a un dinero que gobierna en lugar de servir, no a una inequidad que engendra violencia, que nadie se escude en Dios para justificar la violencia, no a la insensibilidad social que nos anestesia ante el sufrimiento ajeno, no al armamentismo y a la industria de la guerra, no a la trata de personas, no a cualquier forma de muerte provocada(EG 52-75).

Francisco no hace más que actualizar el mandamiento de no matar y defiende el valor de la vida humana, desde el comienzo hasta el final y nos repite hoy la pregunta de Yahvé a Caín: “¿Dónde está tu hermano?” (…)

Algunos altos dignatarios eclesiales europeos han dicho que el Instrumentum laboris o Documento preparatorio del Sínodo es herético, panteísta y que niega la necesidad de la salvación en Cristo.

Otros comentaristas se han centrado únicamente en la sugerencia de ordenar a hombres casados indígenas para poder celebrar la eucaristía en lugares remotos de la Amazonía, pero han silenciado totalmente la denuncia profética que este Documento preparatorio del Sínodo hace contra la destrucción extractivista que se comete en la Amazonía, causa de la pobreza y la exclusión de los pueblos indígenas, seguramente nunca tan amenazados como ahora.

A modo de conclusión

Indudablemente hay una convergencia entre la crítica teológica y la crítica social a Francisco, los grupos reaccionarios eclesiales se alinean con los grupos poderosos económicos y políticos sobre todo del Norte. (…)

En el fondo la oposición a Francisco es una oposición al Concilio Vaticano II y a la reforma evangélica de la Iglesia que Juan XIII quiso promover. Francisco se sitúa en la línea de todos los profetas que quisieron reformar la Iglesia, junto a Francisco de Asís, Ignacio de Loyola, Catalina de Siena y Teresa de Jesús, Angelo Roncalli, Helder Cámara, Dorothy Stang, Pedro Arrupe, Ignacio Ellacuría y el nonagenario obispo Casaldáliga.

Y creemos que el Espíritu del Señor que descendió sobre la Iglesia primitiva en Pentecostés, no la abandona jamás y no permitirá que el pecado, a la larga triunfe, sobre la santidad.

Y mientras tanto, como Francisco siempre pide, desde de su primera aparición en el balcón de San Pedro del Vaticano como obispo de Roma hasta nuestros días, oremos al Señor por él, para que no desfallezca su esperanza y confirme la fe de sus hermanos. Y si no podemos rezar o no somos creyentes, deseémosle, al menos, una buena onda.

Víctor Codina SJ.

 

[1] Quodlibet  III,9, ad 3;In IV Sent, d 19,2.2 1 q 2 ad 1

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02 agosto 2019, 14:37