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Cuaresma: reflexión sobre el pecado y el sacramento de la reconciliación

«¿Qué es el pecado y qué implica en nuestro espíritu? Ofender al hermano, puesto que es hijo de Dios, supone también ofender al Creador». Compartimos la reflexión del sacerdote jesuita Pedro Rodríguez-Ponga, acerca de las preguntas habituales que pueden surgir en la vida del cristiano, especialmente en tiempo de Cuaresma.

Sofía Lobos - Ciudad del Vaticano

Para el cristiano el tiempo de Cuaresma es mucho más que un período de ayuno y oración en preparación para la Pascua: es un tiempo de conversión. 

Así lo explica el Papa Francisco en varias de sus catequesis y homilías invitando a los fieles a acercarse "sin miedo" al sacramento de la reconciliación, durante estos 40 días que preceden la celebración de la Resurreción de Jesús.

¿Vivo para el fuego o para la ceniza?

“La Cuaresma es el momento para liberarnos de la ilusión de vivir persiguiendo el polvo. Es volver a descubrir que estamos hechos para el fuego que siempre arde, no para las cenizas que se apagan de inmediato: por Dios, no por el mundo; para la eternidad del cielo, no para el engaño de la tierra; para la libertad de los hijos, no para la esclavitud de las cosas”, dijo el Santo Padre en la Misa del Miércoles de Ceniza de este año, celebrada en la Basílica de Santa Sabina en Roma, exhortando a que cada uno se pregunte: ¿De qué parte estoy? ¿Vivo para el fuego o para la ceniza?

¿Qué es el pecado y qué implica?

En este contexto, Vatican News comparte la reflexión del joven sacerdote jesuita, Pedro Rodríguez-Ponga, publicada en las Redes Sociales a través del canal Voces Esejota, que profundiza sobre una serie de cuestiones que todo cristiano puede plantearse: ¿Qué es el pecado y qué implica? ¿Se puede pecar aunque uno no haga daño a nadie? ¿De verdad existe alguna forma de alejarse de Dios que no te lastime a ti mismo?

 

En el video, el jesuita propone analizar la parábola del hijo pródigo como reflejo de la relación humana con Dios, como imagen para comprender nuestra libertad frente al pecado: por un lado, el hijo que se aleja de la casa del padre para llevar una vida desordenada hasta que se arrepiente y decide volver. Por otro, la alegría y la compasión del padre que lo recibe con los brazos abiertos y finalmente los celos del hijo mayor que no considera que su hermano merezca el perdón.

Pecar es renunciar a ser hijos de Dios

"Ser hermano de alguien nos compromete, pero cuántas veces no tratamos a los demás como se merecen. Cuando miramos nuestra vida, con frecuencia vemos que las cosas no funcionan, hay daño, dolor y sufrimiento... todo ello puede hacer que rompamos nuestra relación con Dios y con los demás", explica el padre Pedro.

 

Pecar supone renunciar a lo más importante que Jesús vino a decirnos: "somos hijos de Dios". Renunciando a vivir como hijos nos convertimos en "pequeños dioses", que tarde o temprano acabamos lastimando al prójimo y por supuesto a nosotros mismos.

Nuestra suerte -continúa afirmando el sacerdote- es que a pesar de apartarnos de Dios, Él siempre está a la espera de que reconozcamos que nos hemos alejado, para ofrecernos su perdón a través del sacramento de la reconciliación, al igual que lo hizo el padre con el hijo pródigo. 

 

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05 abril 2019, 15:00