Palabra del día

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Fecha24/02/2019

Lectura del Día

Primera Lectura

Del Primer Libro de Samuel
1 Sam 26, 2. 7-9. 12-13. 22-23

En aquellos días, Saúl se puso en camino con tres mil soldados israelitas, bajó al desierto de Zif en persecución de David y acampo en Jakilá.

David y Abisay fueron de noche al campamento enemigo y encontraron a Saúl durmiendo entre los carros; su lanza estaba clavada en tierra, junto a su cabecera, y en torno a él dormían Abner y su ejército. Abisay dijo entonces a David: "Dios te está poniendo al enemigo al alcance de tu mano. Deja que lo clave ahora en tierra con un solo golpe de su misma lanza. No hará falta repetirlo". Pero David replicó: "No lo mates. ¿Quién puede atentar contra el ungido del Señor y quedar sin pecado?"

Entonces cogió David la lanza y el jarro de agua de la cabecera de Saúl y se marchó con Abisay. Nadie los vio, nadie se enteró y nadie despertó; todos siguieron durmiendo, porque el Señor les había enviado un sueño profundo.

David cruzó de nuevo el valle y se detuvo en lo alto del monte, a gran distancia del campamento de Saúl. Desde ahí gritó: "Rey Saúl, aquí está tu lanza, manda a alguno de tus criados a recogerla. El Señor le dará a cada uno según su justicia y su lealtad, pues él te puso hoy en mis manos, pero yo no quise atentar contra el ungido del Señor".

Segunda Lectura

De la Primera Carta de Pablo a los Corintios
1 Cor 15, 45-49

Hermanos: La Escritura dice que el primer hombre, Adán, fue un ser que tuvo vida; el último Adán es espíritu que da la vida. Sin embargo, no existe primero lo vivificado por el Espíritu, sino lo puramente humano; lo vivificado por el Espíritu viene después.

El primer hombre, hecho de tierra, es terreno; el segundo viene del cielo. Como fue el hombre terreno, así son los hombres terrenos; como es el hombre celestial, así serán los celestiales. Y del mismo modo que fuimos semejantes al hombre terreno, seremos también semejantes al hombre celestial.

Evangelio del Día

Lc 6, 27-38

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: "Amen a sus enemigos, hagan el bien a los que los aborrecen, bendigan a quienes los maldicen y oren por quienes los difaman. Al que te golpee en una mejilla, preséntale la otra; al que te quite el manto, déjalo llevarse también la túnica. Al que te pida, dale; y al que se lleve lo tuyo, no se lo reclames.

Traten a los demás como quieran que los traten a ustedes; porque si aman sólo a los que los aman, ¿qué hacen de extraordinario? También los pecadores aman a quienes los aman. Si hacen el bien sólo a los que les hacen el bien, ¿qué tiene de extraordinario? Lo mismo hacen los pecadores. Si prestan solamente cuando esperan cobrar, ¿qué hacen de extraordinario? También los pecadores prestan a otros pecadores, con la intención de cobrárselo después.

Ustedes, en cambio, amen a sus enemigos, hagan el bien y presten sin esperar recompensa. Así tendrán un gran premio y serán hijos del Altísimo, porque él es bueno hasta con los malos y los ingratos. Sean misericordiosos, como su Padre es misericordioso.

No juzguen y no serán juzgados; no condenen y no serán condenados; perdonen y serán perdonados. Den y se les dará: recibirán una medida buena, bien sacudida, apretada y rebosante en los pliegues de su túnica. Porque con la misma medida con que midan, serán medidos''.

Palabras del Santo Padre

Pero rezar por aquellos que quieren destruirme, por los enemigos, para que Dios los bendiga: es algo verdaderamente difícil de entender. Pero cuánta distancia, una infinita distancia entre nosotros que tantas veces no perdonamos pequeñas cositas, y esto que nos pide el Señor y de lo que nos ha dado ejemplo: perdonar a los que tratan de destruirnos. En las familias es tan difícil, a veces, para los esposos, perdonarse después de alguna disputa, o perdonar a la suegra: no es fácil. Para el hijo, pedir perdón al papá, es difícil. Pero perdonar a aquellos que te están matando, que quieren destruirte…
No sólo perdonar: rezar por ellos, ¡para que Dios los custodie! Es más, amarlos. Sólo la palabra de Jesús puede explicar esto. Yo no logro ir más allá”.
“Nos hará bien, hoy, pensar en un enemigo – creo que todos nosotros tengamos alguno – en uno que nos ha hecho el mal o que nos quiere hacer el mal o que trata de hacer el mal: en éste. La oración mafiosa es: “Me la pagarás”. La oración cristiana es: “Señor, dale tu bendición y enséñame a amarlo”. Pensemos en uno: todos nosotros tenemos uno. Pensemos en él. Recemos por él. Pidamos al Señor que nos dé la gracia de amarlo”. (Santa Marta, 19 junio 2018)