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El Card. Farrell presidió el Vía Crucis de los jóvenes del encuentro presinodal El Card. Farrell presidió el Vía Crucis de los jóvenes del encuentro presinodal 

Card. Farrell: Cristo sufre en los que sufren e intercede por el mundo

En su pasión, Cristo une el sufrimiento humano al amor divino y, en su resurrección, esta misteriosa unión se transforma en gracia de salvación para el mundo

Ciudad del Vaticano

El Cardenal Kevin Farrell presidió el Vía Crucis que tuvo lugar en Roma, el 23 de marzo, acompañando a los jóvenes del encuentro presinodal.

Participaron también el Card. Lorenzo Baldisseri, Secretario General del Sínodo de los Obispos, y Mons. Angelo De Donatis, Vicario del Papa para la diócesis de Roma

El Camino de la Cruz nos enseña a mirar el sufrimiento de tantos hermanos, en especial de los jóvenes

Al concluir el Vía Crucis de los jóvenes, que participaron en la reunión presinodal, el Prefecto del Dicasterio para los Laicos, la Familia y la Vida, exhortó a meditar sobre la importancia de escuchar «la voz del alma, despertada por el grito del dolor inocente».

El grito del dolor inocente nos desafía

«Frente a un niño vendido como esclavo, a una mujer inocente víctima de la violencia, frente a familias enteras destruidas por la guerra, frente a jóvenes devastados por las adicciones, frente a todo esto, y mucho más, todos nos estremecemos en lo más profundo y empezamos a escuchar una voz que viene de dentro, y que nos pregunta: “¿Qué es realmente importante en la vida? ¿Cómo estás viviendo? ¿Para quién? ¿Para qué?” “¿Todo el propósito de tu existencia consiste en comprar una nueva chaqueta, o nuevos zapatos, o un nuevo teléfono? ¿Vives esperando sólo la próxima noche de diversión del fin de semana?».

Reflexionando sobre «el dolor que a menudo no queremos ver», el purpurado reiteró que el Hijo de Dios no se volteó hacia otro lado, no se quedó quieto y tranquilo en la felicidad de su existencia divina, sino que miró con compasión el dolor humano. Y eligió voluntariamente tomar sobre sí el mal, físico y espiritual, que aflige a todos los hombres.

Tras hacer hincapié en que el «encuentro personal con el dolor de Cristo y con el dolor de los hombres es muy útil, ¡sobre todo para nosotros mismos!», el Card. Farrell subrayó que «el grito de sufrimiento de nuestros hermanos, de hecho, cuestiona nuestro estilo de vida distraído y enterrado en los gestos y palabras vacías de nuestra rutina cotidiana. Nos interroga. Nos impulsa a buscar lo que es verdaderamente esencial en nuestra vida y lo que la hace plena y fructífera».

El amor de Cristo habita el dolor de los que sufren y derrama la misericordia de Dios en el mundo

«En efecto, después de la muerte y resurrección del Hijo de Dios, cada persona que sufre puede experimentar la cercanía y el amor de Cristo en su dolor, porque ese dolor, desde aquel momento, está “habitado” por Cristo. Jesús, en un cierto sentido, ha tomado y ha “colmado” con su presencia divina todo dolor humano. Así pues, todo dolor humano, como el dolor de Cristo, tiene un cierto valor de salvación para sí mismo y para el mundo entero.

Muchos santos han dicho que el mundo es mantenido y preservado de la destrucción total precisamente por el sufrimiento de los más pequeños, porque en ellos Cristo continúa sufriendo, intercediendo por el mundo y derramando sobre él la misericordia y el perdón de Dios».

Éste es uno de los frutos de la Encarnación. Cristo, en un cierto sentido, “se ha encarnado” en cada dolor humano

«Toda persona que sufre puede sentir a Jesús realmente cerca de él. ¡El sufrimiento ya no está vacío! El sufrimiento puede convertirse en una oportunidad de encuentro con el Salvador y de intercesión por el mundo entero», volvió a recordar el Card. Farrell y al concluir su meditación exhortó:

«Queridos jóvenes, mirando a Jesús crucificado, esta tarde pedimos la gracia de ser tocados, también nosotros, por el amor de Cristo que no nos ha abandonado en nuestras miserias y en nuestros pecados, sino que nos ha dado el perdón y restituido la esperanza, ofreciendo su vida por nosotros.

Pidamos también la gracia de ser tocados por el dolor que vemos en tantos de nuestros hermanos y hermanas para que esto nos lleve a ser compasivos con todos y nos impulse a dar nuestras vidas generosamente aliviando los sufrimientos de los demás. Finalmente, pidamos, en nuestra oración, una gracia especial para todos los que hoy están oprimidos por el dolor, para que en estos momentos de prueba puedan experimentar la cercanía y el consuelo del Hijo de Dios, humilde siervo sufriente, que se hace cercano a cada mujer, a cada hombre, a cada joven, a cada niño que se encuentra en la aflicción, ofreciéndole consuelo espiritual, fuerza interior, luz y esperanza en la recompensa eterna».

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28 marzo 2018, 12:53