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s. Moisés, legislador y profeta

s. Moisés,  siglo XII-XIII s. Moisés, siglo XII-XIII 

En la Biblia hebraico-cristiana encontramos en cuatro libros del Pentateuco, varias tradiciones que nos cuentan con un género literario épico, diversos aspectos de la vida y obra de Moisés. En efecto, después de la historia de José en Egipto narrada en el libro del Génesis, en el Éxodo se relata la tiranía de los egipcios (Ex 1) y como Dios escuchó el clamor de los hebreos (Ex 3,7 ss) y se sirvió de Moisés para obtener la liberación de los judíos de la esclavitud de los egipcios, que pudieron salir para alabar a Dios en el desierto (Ex 3,10). En el Libro del Levítico se habla de las prescripciones morales y cultuales que Moisés dictó para gobernar a su pueblo (Lev 1-27); en el Libro de los Números se relatan las diversas etapas del camino por el desierto, hacia la Tierra Prometida (Num 11-32); en el Deuteronomio encontramos diversos discursos de Moisés junto a los preceptos, normas y prescripciones rituales que el pueblo debía observar para ser fiel a la alianza con Dios. Finalmente, en el capítulos 32-34 del Deuteronomio se narra el final de la vida de Moisés, que admira la tierra prometida desde lo alto de la montaña, pero muere antes de entrar en ella, a la edad de 120 años.

Moisés, de héroe a profeta

La etimología del nombre Moisés significa "salvado de las aguas", pero según otros estudiosos también significa "el que salva su pueblo". En cualquier caso, en el nombre de uno de los mayores profetas del Antiguo Testamento, considerado santo por la Iglesia Católica, están sus orígenes y su destino. Moisés es hebreo de nacimiento, pertenece a la tribu de Leví, (Ex 2,1) pero en la época del Faraón Tutmosis III todos los primogénitos hebreos tenían que ser arrojados al Nilo para evitar que el pueblo hebreo superara en número y fuerza a los egipcios, (Ex 1,22). Moisés, sin embargo, fue salvado y recogido de las aguas por la hija del faraón que lo crió como suyo, (Ex 2,5-10). En la corte egipcia recibió la mejor educación. En el futuro legislador se fue formando una clara idea de la justicia: hay que defender siempre al más débil, tanto que no duda en matar a un egipcio que maltrata a un hebreo. Por esta razón será perseguido por la justicia del Faraón y se verá obligado a huir y encontrar refugio en el desierto, (Ex 2,11-15).

La huida al desierto y la zarza ardiente

Moisés vaga por el desierto del Sinaí, está cansado y deshecho, pero la soledad le hace comprender su propia pequeñez de frente a la inmensidad de la creación. La contemplación de las maravillas del creado despierta en su corazón una gran sed de Dios. Y es allí donde un día Dios lo llama mediante una misteriosa zarza ardiente que habla y nunca se consume. Moisés le pregunta su nombre y Dios responde: "Yo soy el que soy", (Ex 3,14). Yahvéh le ordena volver al Faraón y pedirle que libere a los israelitas de la esclavitud para conducirlos a la Tierra Prometida, (Ex 3,10). Moisés tiene miedo y se resiste pues tiene deudas con la justicia y es tartamudo, pero Dios le da un bastón que manifiesta el maravilloso poder divino, (Ex 4,1-8). y con la ayuda de su hermano Aarón, que tenía el don de la palabra convincente, (Ex 4,10-17), los dos salieron acompañados por Seforá, su esposa, la hija del sacerdote di Madián con la cual Moisés se había casado durante su exilio en el desierto, (Ex 2,21-22).

La cerrazón del Faraón y las plagas

Con un género literario épico, antropomórfico y muy violento, que no hay que interpretar literalmente, en el libro de Éxodo se repite frecuentemente que Dios "había endurecido el corazón del faraón": (Ex 7,13). para significar que para los hebreos de aquellos tiempos nada se movía en la historia sin la intervención divina y para poner de manifiesto que ni Moisés ni Aarón tuvieron una tarea fácil. El bastón convertido en serpiente y el agua del Nilo convertida en sangre no sirvieron de nada para convencer al Faraón, pues sus magos de la corte hicieron lo mismo, (Ex 7,8-13). Luego llegaron las famosas diez plagas de Egipto: el agua se convierte en sangre, (Ex 7,14-24), luego el país fue invadido por ranas, (Ex 7,25-8,11), luego por mosquitos (Ex 8,12-15) y tábanos (Ex 8,16-28); luego una misteriosa peste es abatida sobre el ganado, que milagrosamente preservó a los animales de los hebreos, (Ex 9,1-7). La sexta plaga fue la de las úlceras sobre las personas y los animales, (Ex 9,8-12). Luego vinieron las granizadas que destruyeron el lino y la cebada pero no destrozó el trigo y la espelta por ser tardíos, (Ex 9,13-35); finalmente, hubo otros fenómenos como la invasión de las langostas (Ex 10,1-16) y los tres días de densas tinieblas, (Ex 10,21-29). El Faraón prometió que habría liberado a los hebreos, pero tan pronto como pasaron las nueve plagas, se retractó de nuevo. Al final, llegó la peor de las plagas: en una noche morirán todos los primogénitos de los egipcios, incluido el hijo del Faraón, (Ex 12,29-34). Será también el día de la institución de la fiesta de Pésaj, del paso de la esclavitud a la libertad, será la Pascua que los judíos recordarán cada año con el sacrificio de un cordero, comiendo pan ázimo por la prisa de escapar y las hierbas amargas como símbolo de la condición de esclavitud, (Ex 12,1-28). Sólo entonces el Faraón consentirá liberar a los hebreos, (Ex 12,31), pero cuando llegarán al Mar Rojo, de nuevo el Faraòn ya se habrá arrepentido (Ex 14,5-9): por eso, tan pronto como el pueblo de Israel ha atravesado el mar, el poder divino hizo que las aguas se abatieran sobre los soldados enviados por el Faraón. (Ex 14,23-31).

Comienza el viaje hacia la tierra de la libertad

Finalmente los hebreos están en camino hacia la Tierra Prometida, en camino a Canaán. En el desierto Dios los protege con las maravillas que hace obrar a Moisés: con su bastón hace correr agua de una roca para que apaguen su sed, (Ex 17,1-7). También les envía codornices y maná para alimentarlos, ese alimento particular que consiste en pequeños granos con sabor a torta de miel, (Ex 16). El viaje es largo y hay muchas insidias escondidas en el desierto, como los pueblos contra los cuales tendrá que combatir, pero Dios está con su pueblo y cada vez que Moisés ora levantando los brazos al cielo, Israel sale victorioso, (Ex 17,11-16).

Las Tablas de la ley en el Monte Sinaí

Durante el éxodo, el pueblo hebreo llega a las laderas del Monte Sinaí. Aquí Dios advierte a Moisés que está a punto de mostrarse al pueblo para comunicar su voluntad. Los hebreos se preparan entonces con tres días de purificación, (Ex 19,1-19), pero cuando ven los truenos, relámpagos y una densa nube sobre el monte, todo el pueblo siente un grande temor y temblor. Según otra tradición, elohista, Moisés sube al encuentro con Dios y permanece en el Sinaí durante 40 días y allí recibió las Tablas de la Ley, los Diez Mandamientos tallados en piedra directamente del dedo de Dios, (Ex 24,12-18). Sin embargo, cuando Moisés regresó al campamento se encontró con una situación terrible: el pueblo, cansado e incrédulo, había construido un becerro de oro y había caído en la idolatría, (Ex 32,1-6).Esta y muchas otras pruebas tendrá que superar Moisés al frente de un pueblo de dura cerviz, y su labor como "mediador" entre su pueblo y Dios será intensa, (Dt 5,23-31).

De nuevo en viaje y la sucesión de Josué

Moisés y su pueblo prosiguen de nuevo su camino, pero los problemas todavía no han terminado. Los exploradores de las 12 tribus de Israel enviados en misión de reconocimiento a Canaán regresan con malas noticias: según ellos es imposible establecerse allí pues los residentes locales son mucho más poderosos y numerosos que los hebreos. Son objetivos pero les ha faltado de nuevo la confianza en el poder divino, (Dt 1,19-32). Moisés logra apaciguar la ira divina que quiere exterminar a los culpables, intercediendo por su pueblo para que la siguiente generación, libre de las errores de los padres, pudiera conquistar la Tierra Prometida. Por eso, los hebreos pasarán en el desierto una vida entera, o sea, 40 años. El propio Moisés por su infidelidad morirá sin haber entrado en la Tierra Prometida, pero podrá verla desde lo alto del Monte Nebo, (Dt 32,51-52). A la muerte de Moisés, Josué se hará cargo del liderazgo de Israel para combatir contra los pueblos de Canaan: (Jos 1, 1-5).