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s. Brigida, religiosa, Patrona de Europa

S. Brigida, siglo XV S. Brigida, siglo XV 

Un carácter seguramente fuerte y decidido desde pequeña, aquel de Brígida. Pertenece a una familia aristocrática. Siente la vocación pero acepta de casarse con Ulf, gobernador de un importante distrito del Reino de Suecia, como quería su padre. La primera parte de su vida, marcada por una fuerte fe, transcurre en un matrimonio feliz del cual nacen ocho hijos. Una de ellas, Catalina – que la seguirá a Roma – será también canonizada. Junto al marido adopta la Regla de los Terciarios franciscanos y funda un pequeño hospital. Guiada por un erudito religioso, estudia la Biblia y es tan apreciada por su pedagogía que es llamada por el rey de Suecia para introducir la joven reina a la cultura suiza. Después de más de veinte años de matrimonio, el marido muere. Aquí comienza la segunda parte de su vida.

Brígida y Catalina: que el Papa regrese a Roma

Brígida hace una elección decisiva: se despoja de sus bienes y va a vivir en el monasterio cisterciense de Alvastra. Las experiencias místicas que se relatarán en los ocho libros de las Revelaciones se remontan a ese período, y aquí es donde comienza su nueva misión. En el 1349 va a Roma para obtener el reconocimiento de su Orden intitulado al Santísimo Salvador y que ella quería que estuviese compuesto por monjas y religiosos. Decide, pues, establecerse en la Ciudad eterna, en una casa en Plaza Farnese que aun hoy hospeda la Curia general de la Orden de Santa Brígida. Sufre, sin embargo, las inmoralidades y el difuso degrado que vive la ciudad, en la que se advertía fuertemente la lejanía del Papa, que en aquel período residía en Aviñón. Corazón de su misión – al igual que de su contemporánea Santa Catalina de Siena – será pues, pedirle al Papa que regrese a la Tumba de Pedro.

Una mujer por la paz en Europa

El otro “frente”, en el que su compromiso es fuerte es aquel de la paz en Europa. Escribe a los príncipes para que se ponga fin a la Guerra de los Cien años, entre Francia e Inglaterra. Decisivas en aquel período sus obras de caridad. Ella, que había sido noble, vive en la pobreza, debiendo también pedir limosna en las puertas de las iglesias. Son los años de las peregrinaciones en varias partes de Italia, desde Asís al Gargano, y de la peregrinación de las peregrinaciones, aquella en Tierra Santa: tenía casi 70 años, pero esto no la detiene en su propósito. Central en su experiencia de fe, la Pasión de Cristo y la Virgen María. Lo testimonia también el Rosario de Santa Brígida y las oraciones, ligadas a particulares gracias prometidas a ella por Jesús para quien las hubiese recitado.
Muere el 23 de julio de 1373 en Roma. Confía la Orden a la hija Catalina que, una vez viuda, se había unido a ella cuando Brígida se encontraba en Farfa. Lamentaba sólo que el Papa no hubiese regresado definitivamente a Roma. En el año 1367 de hecho había regresado pero sólo por un breve período. Quien se estableció definitivamente fue Gregorio XI, aunque si bien algunos años tras la muerte de Brígida.

Compatrona de Europa

Canonizada en el 1391 por Bonifacio IX, Santa Brígida es patrona de Suecia. En el 1999 fue declarada Compatrona de Europa por San Juan Pablo II, quien subrayó cómo la Iglesia, aun sin pronunciarse en las particulares revelaciones, acogió la autenticidad global de su experiencia interior. Su figura es, pues, muy querida por los últimos Papas. Benedicto XVI le dedicó una catequesis en la audiencia general y el Papa Francisco quiso canonizar a aquella que en el siglo XX había renovado la Orden del Santísimo Salvador, María Isabel Hesselblad, quien dará una fuerte impronta ecuménica, siempre en la estela de aquella búsqueda de la paz y de la unidad, tan querida por Brígida.